domingo, 21 de diciembre de 2003

He aquí que hace muchos años tengo una coqueta edición de Macbeth, de William Shakespeare.

Es de 1970. De una colección de la editorial Sudamericana que se llama "Obras Maestras - Fondo Nacional de las Artes". La dirigía Victoria Ocampo. La traducción, de la edición de Kenneth Muir, Methuen & Co. Ltd., 1963, pertenece a Guillermo Whitelow. Y el volumen lleva prólogo de Jorge Luis Borges.


Entre otras cosas, Borges sostiene allí que Shakespeare, a diferencia de nuestros ingenuos realistas, no ignoraba que el arte es siempre una ficción. La tragedia, concluye, ocurre en dos lugares y tiempos a la vez, tanto en la Escocia del siglo XI como en un tablado de Londres a principios del XVI. Una de las pruebas para el aserto es una cosa dicha al pasar por una de las brujas: nombra al capitán del 'Tyger', un barco recién llegado a Inglaterra luego de una travesía.

Pudo haber puesto otros de los varios ejemplos que ofrece la obra para delatar su actualidad.


Según se supone, Shakespeare habría compuesto -y presentado- la obra entre 1603 y 1610.

Algunos críticos sostienen que fue alrededor de 1606. Precisamente, para avalar esta fecha dan como ejemplo las palabras de un borracho.

En el Acto II, Escena III, un portero que ha pasado una larga noche de alcohol, debe atender la puerta del castillo de Macbeth, en Inverness, que golpean con furor Macduff y Lennox, quienes vienen a ver al rey Duncan. Poco después, tras recibirlos el protagonista, irán a los aposentos del rey al que hallarán muerto.

Es decir, una escena central.



Pero volvamos al borracho. Mientras tambalea hacia la puerta, discursea incoherencias, preguntándose quién golpea con semejante insistencia.


En medio de su monólogo, el portero dice:


"...¡Llama, llama!¿Quién es, en nombre de...cualquier otro diablo (ya ha nombrado antes a Belcebú)? A fe mía es un jesuíta embrollón, que podría jurar tanto por un argumento como por el contrario, y traicionar bastante por amor a Dios. Pero no podrá embrollar al cielo. Ven, entra jesuíta..."


Justamente este pasaje le da motivo a algunos, por ejemplo a Malone y Chalmers, para decir que la obra se sitúa alrededor de 1606. El 28 de marzo de ese año, el superior de la Compañía en Inglaterra, el P. Garnet, sostuvo una doctrina casuísta en el proceso por el sonado "Complot de la Pólvora", en el marco de las luchas religiosas de aquel período, confuso episodio que tuvo como efecto hacer recrudecer la persecución a los católicos en la isla, especialmente a los nobles.

En parte, así lo refiere Luis Astrada Marín en la edición a su cargo de las obras completas de WS que publicó la española Aguilar, en 1943, es decir, por lo menos 20 años antes de que nuestro vernáculo Whitelow encarara su versión.

Astrada Marín traduce así nuestro pasaje:


"¡Pan, pan! ¿Quién es, nombre del otro diablo? Por mi vida, que es un jesuíta, que juraría por cualquier plato de la balanza contra el plato opuesto; que cometería una traición escudado en Dios, pero no podría enjesuitar al cielo. ¡Oh! ¡Entrad, pues, jesuíta!..."



Ahora bien, habrá que tener en cuenta que los jesuítas nacen formalmente en 1540 y que su fundador, San Ignacio de Loyola, muere en 1556. Para 1581, bajo el reinado de Isabel, la orden ya tenía algunos mártires ilustres en la isla, como Edmundo Campion y sus compañeros.


Llegó, pues, el momento de ir al mero texto. Esto dice la escena de marras y éstas son las palabras del portero juerguista, según el autor:


"...Knock, knock. Who's there, i' th' other devil's name?- Faith, here's an equivocator, that could swear in both the scales against either scale; who committed treason enough for God's sake, yet could not equivocate to heaven: O! come in, equivocator..."



Sí, sorprendente. Y probablemente lleno de sugestivas derivaciones.