jueves, 8 de julio de 2004

Las polémicas sobre religión son la confusión misma.

Vaya uno a saber por qué. Hace ya siglos que es así.


Y cuando se mezcla política y religión, ni que hablar.

Y cuando se trata de políticos e Iglesia católica, polemizando sobre política o sobre religión, es casi imposible sacar algo en limpio.

Da lo mismo comentar los dichos de los obispos, sacerdotes, religiosos o fieles, que las respuestas de los políticos.


Hay que ponerse a pensar tanto, nada más que para llegar a la conclusión de que mejor sería si se callaran, unos y otros.

A veces, uno extraña aquellas buenas épocas liberales a ultranza, socialistas o carbonarias o lo que fuera que se usaba desde por ejemplo fines del siglo XVIII hasta, digamos, fin de la II Guerra Mundial.

Durante unos cuantos años, por ejemplo y como una rémora folklórica, fui testigo del temor con el que los peronistas iban a la batalla contra algo que hubiera dicho "la Iglesia", por más que algún católico hubiera dicho simplemente una gansada.

Pero, como el que se quemó con leche... (hablando de iglesias y de quemar...)

Ese resquemor, si de veras lo tuvieron alguna vez, se les pasó.


Vengamos a lo de hoy.

Dicen que dijo Cristina Fernández, la mujer del presidente, que a ella la teología no le gustaba, porque no le gustaban los dogmatismos. Parece que fue en la sesión de la Cámara que aprobó a la nueva jueza Argibay, y a propósito de que la jueza dijo que era atea militante y cosas así.

Detrás de esa expresión de Fernández, que tiene el sabor -al menos la intención- de un estiletazo irónico e ilustrado, hay una concepción de lo que es la religión, de lo que es la fe, de lo que representa la Iglesia católica haciendo teología (cuando hace teología, quise decir), además de una visión a trasluz de qué debería hacer la Iglesia, en vez de teología.

Pero hay más.

Simultáneamente, su marido, el presidente Kirchner (nombre muy a propósito para estas materias), le contesta al arzobispo de La Plata y se ensarza con él en una de fogonazos sobre avales morales a banqueros sospechados de estafa, pobres de ahora que vienen de los tiempos de banqueros estafadores, situación del país ahora por culpa de los que gobernaron antes, críticas a la gestión del gobierno de ahora y más y más asuntos.


Como digo, un lío de temas.


Pero, es curioso, si uno se pone a ver.

Entre otras voces que terciaron en el revuelo de este pequeño concilio, a La Nación le pareció conveniente aportar también ella su visión de la Fe.


Al fin, más confusión. Y, para colmo, coincidir en la cuestión de fondo con la propia Cristina Fernández, que ya había dado su propia definición ex cathedra.


Es decir, por lo pronto, nada de teología y mucha acción social.


Liberales y obispos, progresistas y fieles rasos.


Tenemos el estigma de estos tiempos.


Alguno puede ser que se alegre de ser todo lo contemporáneo que haya que ser, ya que vivimos en estos tiempos.

Yo tengo nostalgias, a qué negarlo.


Añoro, además de otras cosas más claras, a los leales comecuras.