sábado, 28 de agosto de 2004

Saber saber (I)

(Algunos) Materiales y (algunas) herramientas.


¿Por qué no empezar por lo que parece un grano de mostaza?

(Después de todo, no hace mucho tuve que armar otros escritos con parte de estos materiales, ajenos y propios. Entonces, además de que me parece que corresponde, me resulta más sencillo.)


En la segunda parte del Martín Fierro, la que llaman "La Vuelta", están aquellos famosos 'consejos' del gaucho a sus hijos. Es el canto 32 (4595-4618), el anteúltimo del Poema.


Un padre que da consejos
más que padre es un amigo;
ansí como tal les digo
que vivan con precaución:
nadie sabe en qué rincón
se oculta el que es su enemigo.


Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada:
No estrañen si en la jugada
Alguna vez me equivoco;
Pues debe saber muy poco
Aquel que no aprendió nada.


Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Más digo sin ser muy ducho:
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas buenas.


No aprovechan los trabajos
Si no han de enseñarnos nada;
El hombre, de una mirada,
Todo ha de verlo al momento:
El primer conocimiento
Es conocer cuando enfada.
?


No pude consultar una que con toda el alma hubiera querido, pero que todavía está injustísimamente inédita: la del 'insigne tucumano'. Varias ediciones anotadas, sin embargo, dicen que en estas décimas José Hernández cita varias veces a Lucio Anneo Séneca, el filósofo. Y a mí se me hace que, aunque haya Séneca, hay más que Séneca.

Los versos resaltados me parece que nos remiten a otras fuentes.

A Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, y a la tradición que con él viene. Veamos si es verdad.

En su tratado de las virtudes (en la parte de la Suma Teológica conocida como la Segunda Segunda ó II-II), trata las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cuatro cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza).

Dentro de la Templanza (II-II, qq 141-170), considera la Modestia (qq. 160-169), como virtud menor y aneja a la Templanza, que modera apetitos tanto exteriores como interiores, tanto sensibles como espirituales. Y entre tales apetitos, el apetito de saber.

En ese marco, trata la virtud de la Estudiosidad (q. 166) y el vicio correspondiente, la Curiosidad (q. 167).

Me parece que, quien tenga interés en seguir el asunto, tal vez tendría que armarse de paciencia y recorrer las cuestiones de la Suma Teológica a las que se vaya aludiendo. Y esto no por erudición, sino, en primer lugar, para ver vivamente cómo piensa un hombre antiguo y tradicional estas cuestiones.

Entre otras riquezas, se verá allí que aparece una cuestión capital para nuestro modo de ver este asunto. Porque Santo Tomás inmediatamente después de introducir a la Modestia (q. 160), nos "desvía" la mirada a la cuestión de la Humildad y la Soberbia (q. 161.162) para pasar acto seguido a considerar el Pecado del Primer Hombre (qq. 163-165).

Recién después, repito, aparece la virtud de la Estudiosidad (q. 166) y el vicio correspondiente, la Curiosidad (q. 167).

(El inestimable trabajo que se tomó Hernán, permite ver todas estas y otras citas de la Suma Teológica , con cybercomodidad; lo que tiene que ser un alivio para el lector interesado.)


Y, con estos materiales y herramientas, de aquí partimos: Nómbrese a Dios.

Hay que tener paciencia. A ver si llegamos a algo, Dios primero.