miércoles, 17 de noviembre de 2004

El sueño de Adán (II) (*)

Dice Jean Daniélou que, además del sacramento, también el misterio está contenido en el pasaje del Génesis que se refiere al sueño de Adán. Reconoce el cardenal que "el sentido escatológico dado por Hilario al nacimiento de Eva queda como algo excepcional. Lo ordinario en la tradición común es la interpretación sacramental."

Sin embargo, así lo trae San Hilario en su Tratado. Se trata del misterio escatológico de la resurrección, pero no sólo la resurrección del cuerpo, sino la de los muertos y hasta de la reunión de Cristo con las naciones, todo en virtud del sueño-Pasión y Muerte y del despertar-Resurrección de Adán, del Adán celestial. Ambos Adanes, el typo y el antitypo, dirán lo mismo: Hoc nunc, os ex ossibus meis, et caro de carne mea (esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne.)
"Hay que ver también en el sueño de Adán y formación de Eva el sacramento de un misterio (sacramentum mysterii), escondido, concerniente a Cristo y a la Iglesia: en efecto, encontramos contenidos a la vez la sustancia y la figura de la resurrección corporal (fides et ratio). Efectivamente, la mujer al ser creada, no ha sido sacada del barro, ni formada de la tierra, ni es una materia inanimada suscitada en alma viviente por el soplo de Dios, sino que la carne se forma sobre los huesos, y a la carne se da la perfección del cuerpo, y a la perfección del cuerpo sigue el soplo vital. Yavé ha expresado por Ezequiel que ése era el orden de la resurrección, mostrando en las cosas que se habían realizado el poder de su fuerza. Todo, en efecto, se encuentra allí: la carne aparece, el espíritu vuela hacia ella, nada perece de la obra de Dios, del Dios para quien las cosas que no eran han existido con vistas a la realización de su cuerpo: es pues un misterio (sacramentum), escondido en Dios, según el Apóstol, que las naciones sean concorpóreas en Cristo, que puede hacer conforme al cuerpo de su gloria el cuerpo de nuestra humildad. Por eso es que, después del sueño de la pasión, el Adán celestial reconoce en la Iglesia sus huesos, su carne, no ya creados del barro ni vivificados por el soplo de la boca, sino creciendo de sus huesos y formando de su cuerpo un cuerpo perfecto por la venida del Espíritu. Aquellos pues que están en Cristo resucitarán según Cristo, en quien está ya cumplida la resurrección de toda carne, al nacer en nuesta carne por la virtud de Dios en la cual ha sido engendrado antes de los siglos por el Padre. Y puesto que judío y griego, bárbaro o escita, esclavo y hombre libre, hombre y mujer, todos son uno en Cristo, dado que la carne se reconoce salida de (su) carne y que lo que hay en Adán y Eva es una profecía de Cristo y de la Iglesia (creemos que) desde el comienzo del mundo estaba ya cumplidos en Adán y Eva todo lo que Cristo tiene reservado a la Iglesia para la consumación de los tiempos" (I, 5).


Del mismo modo que Adán, despertando de su sueño, saluda a Eva nacida de sus huesos, así saludará Cristo a su Esposa resucitada a la hora en que el Señor la llame a sí.
ver


San Hilario, al volver su atención al pasaje del Génesis, tiene la mirada puesta principalmente en los textos que ya referí de San Pablo. Pero el pasaje profético al que ahora alude, está en medio de las profecías referidas al Israel de Dios. Allí, Ezequiel, en el capítulo 37 (1-14), dice:
La mano de Yahvé vino sobre mí, y me sacó en el Espíritu de Yahvé, y me puso en medio del valle que estaba lleno de huesos. Y Él me hizo pasar en derredor de ellos, y he aquí, {eran} muchísimos sobre la superficie del valle; y he aquí, {estaban} muy secos. Y Él me dijo: 'Hijo de hombre, ¿revivirán estos huesos?' Y yo respondí: 'Yahvé Dios, tú lo sabes.' Entonces me dijo: 'Profetiza sobre estos huesos, y diles: "Huesos secos, oíd la palabra de Yahvé.
"Así dice Yahvé Dios a estos huesos: 'He aquí, haré entrar en vosotros espíritu, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis; y sabréis que yo soy Yahvé.'"
Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba hubo un ruido, y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí, {había} tendones sobre ellos, creció la carne y la piel los cubrió, pero no {había} espíritu en ellos.
Entonces Él me dijo: 'Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: "Así dice el Señor, Yahvé: 'Ven de los cuatro vientos, oh espíritu, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.'"
Y profeticé como Él me había ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie, un enorme e inmenso ejército. Entonces Él me dijo: 'Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel; he aquí, ellos dicen: "Nuestros huesos se han secado, y nuestra esperanza ha perecido. Estamos completamente destruidos." Por tanto, profetiza, y diles: "Así dice el Señor, Yahvé: 'He aquí, abriré vuestros sepulcros y os haré subir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Yahvé, cuando abra vuestros sepulcros y os haga subir de vuestros sepulcros, pueblo mío. Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os pondré en vuestra tierra. Entonces sabréis que yo soy Yahvé, he hablado y lo hice', oráculo de Yahvé."
{Breve comentario: No puedo dejar de anotar a esta altura, y con este texto adelante, la proximidad de algunos elementos de esta escena que tan vivamente pinta el profeta Ezequiel con un pasaje al que me referí tiempo atrás en ocasión de otro asunto. Está en el capítulo 7 del Apocalipsis de San Juan y se refiere a la marca que llevan aquellos que han pasado la gran tribulación. La mención de aquella reunión, los vientos detenidos, el anciano que habla con San Juan, el ámbito escatológico, la proximidad del "Día del Señor", son al menos similitudes que me resultan evidentes y que, se me figura, ponen un texto junto a otro sino en identidad, al menos en vecindad. Asunto que quedará para mejor ocasión (y mejores cabezas.) Me llama la atención -dicho sea en contra de mi presunción- que las versiones que consulté de ambos textos no los crucen ni los refieran.}

Habrá que recordar siempre que el método tipológico que sigue San Hilario, en palabras de Daniélou:
"...consiste en volver a su contexto un texto citado por la Escritura como tipo y dar un sentido figurativo a todo el conjunto (...) Del mismo modo Hilario hace pie en las palabras de Pablo: Erunt duo in carne una (serán dos en una sola carne), para aplicar a la unión de Cristo y de la Iglesia todo el pasaje de la creación de Eva. No se trata de hacer algo distinto de la Escritura, sino de extender a otros pasajes del aAntiguo Testamento, y con la misma orientación, el sentido figurativo que los apóstoles han indicado en algunos. Éste es el camino seguro de la exégesis tipológica."
Creo, por esto mismo, que conviene tener a mano los lugares a los que está aludiendo San Hilario cuando aplica al Génesis aquello que San Pablo ha unido en su predicación.

La Carta a los Efesios (5, 22-33):
22 Las mujeres {sujétense} a sus propios maridos como al Señor,
23 porque el varón es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, {siendo} Él mismo el Salvador del cuerpo.
24 Pero así como la Iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres {deben estarlo} a sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó Él mismo por ella,
26 para santificarla, habiéndola purificado por del agua con la palabra,
27 a fin de presentarla delante de Sí mismo como una Iglesia gloriosa, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
28 Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, así como también Cristo a la iglesia;
30 porque somos miembros de su cuerpo.
31 "A causa de esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una carne.
32 Grande es este misterio, más yo lo digo en orden a Cristo y a la iglesia.
33 En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer a su vez reverencie a su marido.
La Carta a los Romanos (5, 12-21):
12 Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron;
13 pues ya antes de la Ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa cuando no hay Ley.
14 Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura de Aquel que había de venir.
15 Mas no fue el don como el delito. Porque si por el delito del uno murieron los muchos, mucho más copiosamente se derramó sombre los muchos la gracia de Dios y el don por la gracia de un solo hombre, Jesucristo.
16 Tampoco sucedió con el don como con aquel uno que pecó; porque de uno solo vino el juicio para condenación; pero el don justificación vino por muchos delitos.
17 Porque si por el delito de uno solo reinó la muerte por culpa del uno, mucho más los que reciben la sobreabundancia de la gracia y del don de la justicia, reinarán en vida por el uno: jesucristo.
18 Así pues, tal como por un solo delito (vino juicio) para condenación de todos los hombres, así también por un solo acto de justicia (viene la gracia) a todos los hombres para justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un solo hombre los muchos fueron constituídos pecadores, así también por la obediencia de uno solo los muchos serán constituídos justos.
20 Pero la ley se subintrodujo de modo que abundara el delito, mas donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia;
21 para que, así como el pecado reinó por la muerte, así también la gracia reinase por medio de la justicia, para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
La Primera Carta a los Corintios (15, 45-49):
45 Así también está escrito: "El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida.
46 Sin embargo, no fue antes lo espiritual, sino lo natural; y después lo espiritual.
47 El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo hombre viene del cielo.
48 Cual es el terrenal, tales son los terrenales; y cual el celestial, tales serán los celestiales.
49 Y tal como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos la imagen del celestial.
A esto tal vez cabría agregar, de esta última carta (15, 22):
22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.

Me parece que corresponde dejar aquí esta segunda parte de la cuestión del Sueño de Adán. Son, creo, materiales bastantes densos. Tal vez alguna cita más y tendré que mirar después otros textos, bien distintos aunque asociados a esta cuestión íntimamente, como son algunos de Simone Weil.

Pero para eso -no sé si a quien lee le pase lo mismo- tengo que tomar mucho más aire.

(*) La primera parte de esto se remonta a cuestiones varias; y creo que, así como son delicadas, hay que andar con tiento, cosa difícil de hacer sin ocupar espacio. Y tiempo. Especialmente del paciente lector. Como ya advertí que son largas cuestiones, no me queda sino repetir la advertencia.