jueves, 25 de noviembre de 2004

El tiempo apremia. Y no es mucho. Por ejemplo, en estos últimos días venía leyendo -amontonando trabajo propio y ajeno sobre el escritorio- varias cosas por razones distintas y en cada una aparecía algo que valía la pena anotar. Pero, el tiempo apremia. Y no se puede todo. Apenas un resumen, entonces.

1) Una vida del Padre Francisco de Paula Castañeda, el franciscano. Tan luego franciscano, el pedazo de batallador. Además de leer algunos fragmentos de sus publicaciones, la mayoría diarios y periódicos. ¡Por Dios, qué carácter de hombre! ¡Lo que no se diría de él hoy viéndolo rabiar contra los Rivadavia y los García y contra cuanta cosa se le pusiera adelante, federal o unitaria, republicana o monárquica, provinciana o porteña! Todos lo querían matar, así que tenía razón. Y pensar que una de las cosas que más le interesaba era defender una escuela de dibujo que había fundado. Hasta de putañero lo acusaron por bocón y por metido, para desacreditarlo (no es un invento nuevo, se ve). La respuesta es de lo más gracioso que le he leído.

2) Un tratado de San Ambrosio sobre los misterios y otro sobre los sacramentos. Breves ambos. No sólo el 'sistema' para desarrollar los temas, sino lo audaz del pensamiento y del ánimo para comentar y aplicar las Escrituras. Ay, lo que vino después, es como si hubiéramos tenido un montón de objetos preciosos y extrañáramos no tener mueblecitos y bargueños, carpetitas y estanterías mononas. Pero teníamos los objetos preciosos. Ahora tenemos toda clase de estanterías, y mueblecitos y carpetitas. ¿Que yo dije que ya no tenemos los objetos preciosos pero que lo que tenemos lo tenemos todo ordenadito y al alcance de la mano? No, niego. Yo no dije eso.
A Ambrosio lo hacen obispo sacándolo de la nada, que era catecúmeno y ni bautizado estaba todavía, cuentan en su vida. Y por cierto que hubo que ordenarlo sacerdote de apuro. No sé si hoy se podría hacer algo así (ya sé que los buscadores de oro me dirán que hay más vetas de santidad afuera que adentro, ahora que antes...) pero fue a Milán a ser funcionario del Imperio y lo hicieron obispo. Digan lo que quieran, hoy viene la taba culera y parece que a uno lo hacen obispo y ahí no más resulta como si lo hubieran hecho funcionario. No sé de qué imperio...

3) No a propósito de eso, pero en la misma dirección me parece, tuve que releer unos capítulos de Louis Bouyer que tratan sobre la inteligencia y la Fe y la relación de la ciencia y la fe con el misterio. Me vino muy bien para lo que sigo masticando sobre Simone Weil y la libertad intelectual del fiel a la Iglesia, de aquel que pertenece sacramentalmente a la Iglesia, que en todo caso es el caso que ella plantea. Es correoso ese cuero, pero hay que masticarlo para ver si se ablanda.

4) Anduve husmeando una vida de Pedro Abelardo, a la que recurrí porque estaba rastrillando un fragmento de su Ética y otros de sus Lógicas. Después, para entender otra cosa, tuve que pasar a un largo ensayo sobre San Bernardo de Clairvaux y de allí a algunas cartas entre Eloísa y Abelardo y al trabajo de E. Gilson. Y de allí a una investigación de dos franceses que publicaron en Jaca Book un libro sobre ambos en paralelo y oposición. Y así el asunto se hace interminable. Hay bastante ideología en todo ese asuntillo. Pero no por eso deja de notarse algo que uno ya sabe: Abelardo es bueno (malo) porque es desobediente y audaz, Bernardo es bueno (malo) porque es obediente y valiente. Abelardo vale (no vale) por su heterodoxia, Bernardo vale (no vale) por su ortodoxia. Abelardo es bueno (malo) porque es moderno. Bernardo es bueno (malo) porque es tradicionalista. Uf (y otra vez: uf). Está el 'drama humano', claro. ¿Seguro? ¿Seguro que a los que hablan de ese asunto les importa realmente la suerte de Eloísa, por ejemplo, a la que dicen defender románticos o ecuánimes, ortodoxos y modernos? Yo no me quedo tan tranquilo con esas protestas filántropas, qué puedo decir... La impresión que queda es que todos tienen una cuenta que cobrarse tomando partido. Demasiado interés en sacar conclusiones sobre el asunto. Hasta la empatía de los que censuran es rara. Uno siempre puede refugiarse en el amor a la verdad, pero, adaptando a Homero: desde las murallas de Ilión todos miran el cadaver de Héctor arrastrado por Aquiles y todos lloran por Héctor, pero también lloran por sus propios motivos. Tienen una ocasión para llorar.

5) Para descansar, finalmente, repasé las dos Antologías Apócrifas de Conrado Nalé Roxlo. Son desparejas, sí. Pero es como un jardín de flores desparejas. Así que es un jardín, sencillo; pero es un jardín.