viernes, 5 de noviembre de 2004

Me regalaron un librito que es un trabajo de tesis sobre Rafael Morales, poeta español. En 1943, el poeta publica Poemas del Toro. Me entero por el ensayo de que hay una distinción poética entre poesía taurina (la que se dedica habitualmente a la 'fiesta brava' y al toro en función de ella) y la poesía táurica (que es la que toma al toro en sí mismo, sin necesaria relación con la corrida.)

De los que aparecen, me gustó mucho este soneto que copio. Juega barrocamente con la antítesis de la apariencia y la realidad interior y, aunque al modo conceptista, alcanza a dar la esencia (que aprendo allí deberá llamarse táurica, como la poesía de Morales.)
A un toro blanco

Este fuego que habita tu osamenta
se lamenta sonoro, bravo y ciego,
pues no comprende que se llame fuego
mientras la nieve de tu piel sustenta.

Esta llama febril, alta y violenta
que da a tu vida rumoroso riego
no comprende que finja tal sosiego
el fiero corazón de la tormenta.

El asta silenciosa y elevada
libera de tu invierno reposado
la ardiente plenitud de la cornada.

¡Oh, rayo blanco, incendio congelado,
agosto disfrazado de nevada,
por el bronco mugido delatado!