martes, 7 de diciembre de 2004

Además de todo lo demás, había un poemita de Luis Cané en el librito que me regalaron ayer.

Está repleto de cosas ese poemita, hasta dolinesco es si se quiere. Aunque hay descripciones así desde Pérez Galdós y Unamuno, hasta los tangos del '30 o del '40, creo de todos modos que es casi exclusivo para argentinos (y, casi casi, no porteños abstenerse.)

Claro que hay que tener un poco de imaginación, buena memoria o algunos años para entenderlo, además. Y no sólo porque evoca tiempos viejos.

Elogio un poco cursi de las novias del barrio de Flores

El que tenga el corazón
gastado en falsos amores
búsquese una novia en Flores
y hallará su salvación.

Es fama que son sencillas
y alcanzan todas buen fin,
aunque abusan del carmín
que se dan en las mejillas.

Con modo pueril y tierno
piden promesas formales,
y como ellas son leales
ofrecen amor eterno.

Mejor que bajo cerrojos
con su mirada tendida
nos guardan toda la vida
en la cárcel de sus ojos.

Cuando empiezan a soñar
-ya en la edad de los juguetes-,
las atraen los cadetes
del Colegio Militar.

Después tienen la ilusión
de principescos amados,
mas se casan con empleados
del Banco de la Nación.

Son hermanitas menores
de las estrellas del cielo;
nada al dolor da consuelo
de sus ojos soñadores.

Cada una en su corazón
guarda memoria secreta
de algún martes de retreta
en la Plaza Pueyrredón.

En sus almas puras arde,
cual un cirio en un altar,
el recuerdo familiar
de "La rosas de la tarde".

Para embellecer la vida
de las calles ciudadanas,
vienen todas las semanas
a lucirse por Florida.

Cuando piden la merced
de apurar su matrimonio
colocan a San Antonio
vuelto contra la pared.

Más que con recias razones
de intransigente porfía,
con versos de antología
se ablandan sus corazones.

No tienen la pretensión
de las chicas de Belgrano:
son profesoras de piano
o de corte y confección.