viernes, 24 de diciembre de 2004

Pienso ahora lo difícil que es entender una cosa tan sencilla como la Navidad.

Viene Dios. Se encarna. Saluda modestamente. Se sienta en un rincón. Silencioso.

Ensordina todo lo posible el estrépito de Dios entre los hombres.

Semejante cosa. Tamaña cuestión. Tan simple, y silenciosa.

Así fue la primera vez.

Así ahora, igual que entonces. Para mí como para tantos. Ahora y entonces.

Qué difícil es entender una cosa tan sencilla.

Feliz. Tan feliz. Tan sencilla y feliz.

Qué difícil nos es 'esa' felicidad. Tan sencilla, silenciosa.

Si es la cosa más sencilla del mundo: Dios se encarna, se hace hombre y nace. Esta Noche.

Simple, de lo más simple.

Y yo que ni me entero. Y vos. Y nosotros. Y ellos.

Tan sencillo que es y tan difícil se nos hace.

Dios cuenta con eso, seguramente. Cuenta con lo complicado que se nos hace la felicidad. Y la sencillez. Y el silencio. 'Ese' silencio.

Creo que pide, apenas, un poco de silencio. Igual al suyo.

Lo más difícil, parece. Y sin embargo, es la cosa más sencilla del mundo.

Pero, de otro modo, complicándolo de más, en medio de tanta bulla y ruido y gritos, 'Feliz Navidad' no significa nada.

Feliz Navidad.