sábado, 18 de diciembre de 2004

Tarea para el hogar.

Tome las Escrituras. Llámelas sagradas si le viene bien. O como le plazca. No lea demasiado, ni demasiado bien. Ni se le ocurra cruzar los originales con las exégesis. Ni siquiera se tome demasiado trabajo en saber qué son, de dónde vienen, quién es el autor y qué dicen exactamente: todo texto es abierto, absolutamente.

Como método libre, podría usar la estadística. Como si le dijera: cuente y recuente las veces que se mencionan determinadas palabras o realidades. Y vaya elaborando así historia y cultura, dogmas y mandatos, hasta quedar conforme con el resultado.

El Libro, total, es más o menos de plastilina.

Ya que lo tenemos a mano, puede tomar ejemplo de aquí, si le viene bien. Pero esto es sólo una sugerencia.

Si prefiere sostener la democracia, también puede. Si le chifla el Gulag, métale nomás. Déle pa'lante con la esclavitud, la sodomía o el machismo. Pruebe incluso con el vegetarianismo, la abolición de todo lo que sea a vapor o eléctrico ni qué decir de lo nuclear, el largo del pelo y la barba, la forma de ganar batallas decisivas con los brazos levantados, el modo de evitar puentes sobre el Mar Rojo, hacer canciones sobre Cristo al modo Ricardo Arjona.

Hay buena chance también para el egoísmo, la poligamia, la magia, la telekinesis, la antropofagia, tener hijos legítimos con la mucama sin casarse con ella y que la legítima esposa no diga ni pío, la destrucción de las leyes físicas, matemáticas y biológicas, los fundamentos para crear una compañía de transporte aéreo de tracción a sangre, cómo evitar la sonrisa toda la vida, la negación de los parientes, el homicidio, el incesto...

En fin, sea creativo.

Mire que las palabras las define el que gana. Y que gana el que las define. Por eso mismo, no se deje embaucar ni deje que le roben la iniciativa.

Mire que de lo que su mollera pueda pergeñar se beneficia el entero género humano. De tal modo, cuando tenga más o menos lista la modalidad que mejor le venga a usted y que estime más útil para el crecimiento espiritual de la humanidad, y sin la cual no hay salvación, avise.

Importante: no se sienta ni disminuido ni permita que lo discriminen. Cualquiera puede hacer este ejercicio (y este aporte substancial). No interesa si es banquero, cantante de baladas, vedette, obispo, plástico, jugador de fútbol, simple mortal, malandrín o estafador. Y otra cosa más. Si alguien le dice que está equivocado, desconfíe, porque, si de Dios se trata y si acaso Dios existe, al fin de cuentas si Dios es algo es todo en todas las cosas, así que...