miércoles, 20 de abril de 2005

Si alguno quiere hacerlo, si tiene algo de tiempo y ganas, que lo haga. Yo ya lo hice, más o menos, tal como me temía que iba a hacer, y tal como me lo había propuesto. Por suerte, llevó menos tiempo que el que me imaginaba.

De la lectura de una fatigante mayoría de las cosas que se han dicho a partir de ayer, no sale nada notable. Alegrías y decepciones, desagrado y complacencias. Así que nada haré aquí de una retahila de enlaces y subrayado de previsibilidades conservadoras o progresistas. Me gusta el papa, no me gusta el papa...

Una sola cosa me pareció notable: la pasión -sincera o no- por una Iglesia absolutamente inclusiva, tanto que, así vista, resultaría que todo el mundo sería la Iglesia y la Iglesia todo el mundo. Sin limitaciones ni límites, sin fronteras. Se venía diciendo, es verdad. Como amenaza: lo que la Iglesia necesita, y más lo que el mundo necesita de esta Iglesia.

Una Iglesia tal en la que no quede nadie afuera. Una Iglesia que contenga todo de todo en todo el mundo.

Por otro lado, la respuesta o la actitud del conservadurismo -dicho así, sin matices- parece simétrica. Casi 'gorila', diría.

A vs. B, X vs. Y.

(A veces parece un poco estúpida la actitud de aquellos que niegan no la incidencia final y definitoria de las facciones y sus pugnas -que si eso hicieran estarían en lo cierto-, sino la misma existencia de facciones y de pugnas. Y que digan que eso es piedad no mejora la cosa.)

Dos emblemas, me parece, hay en el Evangelio de estas cosas:
Llevándolo a una altura, le mostró desde allí, en un instante, todos los reinos del mundo, y le dijo el diablo: Todo este poder y su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy; si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo. Jesús, respondiendo, le dijo: Escrito está: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás". (Lc. 4, 5-6)

Y por otro lado:
...Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: "El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida." Mas Jesús les dijo: "No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer." Dícenle ellos: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces." Él dijo: "Traédmelos acá." Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños. (Mt. 14, 13-21)

Pero, así las cosas de este mundo, en este mundo. En el medio, y también en otra parte, la Iglesia y la realidad de la Iglesia. Y el misterio de la Iglesia.