viernes, 29 de abril de 2005

Todos los fuegos, el fuego

El asunto se explica mejor si uno tiene en cuenta que no tengo ni chimenea, ni salamandra.

Apenas un rincón en mi jardín donde las piras se acumulan, religiosamente, porque mi amor al fuego es grande y enciendo fuegos porque sí, especialmente entre mayo y agosto.

En eso estaba, a la mañana, temprano. No haciendo fuego sino leyendo los "Sonetos a la gloria del fuego", de Carlos Disandro.

Y sí, qué puedo hacer: un placebo, un substituto. Peor es nada.

En el fondo del aire había un rumor. La radio, algunas noticias. Y me pregunto ahora si es que yo tengo mala o buena suerte.

Porque resulta que el locutor y la locutora leían con entusiasmo, jovialmente, la alegría de los norteamericanos que preparaban el festejo de "su próximo 4 de julio con los primeros fuegos artificiales cósmicos de la historia". Y eso porque está en marcha la cinematográfica expedición Deep Impact contra el cometa Tempel 1, lo que está programado que ocurra en esa mismísima fecha.

Por supuesto, que la cuestión está rodeada de sublimes intereses científicos. Pero esa cosa de unir lo funny a lo serious...

Fuegos artificiales cósmicos para darles un espectáculo en el cielo a los norteamericanos que celebran su día de la independencia.

Ay... Ay, los ángeles de las esferas, graves y silenciosos. Los ángeles de Dante o de Lewis mirando desde el cielo las revoluciones sublunares del planeta azul, del planeta silencioso... Ay, los hombres buscando romper las cosas para conocerlas, tentando el fuego, los fuegos, los artificios de los fuegos, los artificiales fuegos de artificio con el cosmos entero haciéndonos de pólvora, de fósforo...

Ay...


No hay obligación, pero crean de verdad que a esa misma altura de la madrugada, sin el fuego del sol todavía en el cielo, Disandro me estaba diciendo otra cosa.
Cuando brotaron estos encinares
la tierra sola apenas entendía;
era un fuego caudal que florecía
en un templo de dioses sin altares.
Cuando sus frondas fueron castos mares,
con los dioses de lumbre convivía;
y en el aire, pasión y melodía,
cantaban el destino sus pinares.
Ahora cuando han sido sepultadas
las cenizas de tantas profecías
y el decoro de manos temblorosas,
se refugia en las sombras congregadas
y anuncia con remotas rebeldías
el beso de las llamas victoriosas.

Y cuando terminó, siguió con esto otro:

Hay muchas llamas en el fuego ardiente,
hay mucho fuego en cada llama pura;
en cada ardor convive una clausura
y en cada fronda late un sol poniente.
Hay mucho corazón tras cada frente
que en dulce signo ahóndase y madura;
en cada gesto nítido se apura
la lumbre original, y se hace fuente.
Otoño tras otoño en el follaje
cobíjase la luz de un mundo breve
y en cada llama el sol consagra y sana,
mientras funda el fervor cada paisaje
y en cada fuego brota un rostro leve,
un claro son de todo el orbe emana.

Definitivamente, hay cosas que no deberían pasar unas junto a otras. O sí, tal vez.