miércoles, 4 de mayo de 2005

Nota Bene

No sé si debería pedir disculpas, y me tienta no...

Algún que otro amable y sufrido lector se me queja de que tantas veces no traduzco. Y sí. Tengo que darle la razón. También al que lo piense, aunque no lo diga. Pero apenas hay tiempo de escribir, y, además, apenas tengo tiempo de someterme a la tecnología... Si además hay que traducir... después de todo no es para tanto, son algunas que otras cosas...

Podría, es verdad, limitarme al mero español (no tan mero, no tan mero...); pero, ¿por qué? Hay mucha cosa en todos lados y donde se las encuentra, se las encuentra... Claro que eso limita los lectores. Claro.

Podría dedicarme a ciertos y determinados asuntos que no pidieran ni una sola línea etranjis... Aunque también eso podría limitar los lectores.

También podría no escribir nada y ya... Y eso limitaría todavía más los lectores. Claro. Tal vez no estaría mal...

No sé. Alguno podría decir que el propósito es tener pocos y políglotas lectores. Yo no diría eso, pero qué puedo hacer. Tampoco puedo decir que espero avalanchas de ojos...

Quién dice, por otra parte, que lo que está en español está mucho más claro que lo que no...


En fin. La cosa seguirá más o menos como está, me parece. No hay mucho tiempo para más. Para mí, al menos.

De modo que, como prueba de buena voluntad, aquí va una belleza recóndita.

Es una canción xeneize (no, no tiene nada que ver que yo sea de Boca Juniors...) El autor es un notable poeta y cantante ya muerto, Fabrizio D'André (1940-1999), italiano, claro, de Génova, precisamente. La grabó en 1990.
D'ä mæ riva

D'ä mæ riva
sulu u teu mandillu ciaèu
d'ä mæ riva
'nta mæ vitta
u teu fatturisu amàu
'nta mæ vitta
ti me perdunié u magún
ma te pensu cuntru su
e u so ben t'ammii u mä
'n pò ciû au largu du dulú
e sun chi affacciòu
a 'stu bàule da mainä
e sun chi a miä
tréi camixe de vellûu
dui cuverte u mandurlin
e 'n cämà de legnu dûu
e 'nte 'na beretta neigra
a teu fotu da fantinn-a
pe puèi baxâ ancún Zena
'nscià teu bucca in naftalin-a
Los versos dicen la nostalgia de un marinero genovés. Desde la ribera, desde la playa lejana en que ahora está, vuelve atrás en el tiempo, y lejos en la distancia, a Génova, a su tierra, Zena, y al amor que dejó, a las pocas cosas que de ella le han quedado, a las últimas imágenes de su niña contra el sol, mirando el mar. Él se asoma a su baúl de marinero, de donde va sacando objetos viejos, llenos de memorias mezcladas: camisas, mantas, un tintero, una mandolina, y, finalmente, una foto de su enamorada, allá en Génova, a la que querría volver a besar.

Prometo algo más de Fabrizio D'André.

Y prometo la traducción de los versos genoveses... al italiano. Claro.