lunes, 13 de junio de 2005

Don Selva, el de Dolores

No es muy difícil entenderles la traza a estos textos viejos, porque tienen un 'pattern' (¿y qué cosa humana no lo tendrá?, me pregunto.)

Entre los libros que traje de la casa de mi madre, vez pasada, me quedé entre otros con una Sintaxis de 1929. La portadilla informa que su autor es Juan B. Selva y como aclaración deliciosa dice, por todo curriculum, que es "Jubilado como Director y Profesor de Castellano y Literatura en la Escuela Normal de Dolores."
ver


Lo que habrá sido Dolores, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires -en medio de una llanura inmensa, tal vez más llanura que hoy-, cuando don Selva daba clases allí.

Las tardes tranquilas que habrá usado para destilar este libro para los alumnos del 3er. año de los Nacionales y 2do. de los Normales.

Dolores... Los nativos del lugar lo llaman "el primer pueblo patrio", a esa fundación antigua, que con el tiempo fue parte de la línea de frontera con el indio y parte de la cadena de fortines. De hecho allí estuvo el Fortín Independencia.

Leo por allí que:
Hacia fines de la época colonial, la zona rural de Buenos Aires era protegida por líneas de fuertes y fortines. Junto a la laguna Kaquel Huincul se instaló una guarnición militar para defender los establecimientos cercanos, que finalmente originaron el pueblo de Dolores, en el paraje "Montes" o "Islas de Tordillo". En 1817 se creó el curato Nuestra Señora de los Dolores y la Comandancia Militar y Política. El partido se creó en 1831.
Dolores, casi cien años antes de que don Selva se sentara a escribir su libro.

Se lo publicó la casa editora de Jacobo Peuser Ltda.

¡Qué bonita manera de editar, caramba! Para cualquier mediano biblimaníaco hay jalones lujosos aquí y allá: los tipos de imprenta, las rúbricas, la limpidez de la página, la calidad del papel, las tapas de pasta...

Selva es meticuloso pero párctico y ágil. Lo mejor del texto, creo, es una lista concienzuda y utilísima del régimen preposicional de verbos y palabras. Le ocupa desde la página 128 hasta la 173, de las 250 que tiene el manual.

Pero hablemos dos palabras de la selección literaria. En el Prólogo (fechado en Dolores, julio de 1929), el autor dice:
Presento en cada lección algún trozo literario, que así ha de servir como lectura como para el análisis gramatical que corresponda. No veo la necesidad de convertir el texto de Castellano en una compilación de trozos selectos ¡es tan fácil encontrarlos, tenerloos por doquiera!...Recúrrase a los suplementos de nuestros grandes diarios o a las revistas literarias que tanto abundan...
Vea, don Selva, más o menos... En sus años mozos, podría ser, aunque no sé, porque los rastros que va dejando de literatura consagrada en su Sintaxis, no son del todo inocentes, qué quiere que le diga.

Tal vez para el '29, podría ser más todavía... Hay una cierta cantidad de autores notables que habían nacido con el siglo XX y publicaban para entonces y ya eran tipos de cuidado.

Pero no le estoy diciendo eso. No le voy a hacer la lista de los Borges, de los Marechal, de los Castellani, ni le voy a mencionar las extravagancias requetemodernas de la revista-diario Martín Fierro, que usted mismo parece conocer o que por lo menos quedan comprendidas en eso de que '¡es tan fácil encontrarlos!' .

No.

Tampoco le voy a hablar de esa marcadísma huella 'ética' que tiene su texto 'normal' y 'normalista', que suprime a propósito toda huella de fe, de Fe y de religiosidad.

Y mire que para esa época Darío ya había escrito y Gálvez no era un mozalbete que digamos. Reconozco que los Cursos de Cultura Católica aparecieron a finales de los '20; pero...

¿Sabe una cosa,don Selva? Usted, así, se me queda para la historia como un ejemplo de la educación argentina de los tiempos de 'gloria' de la Argentina conservadora y liberal, aunque terminando para entonces (o ya terminados...)

Porque, digo, don Selva, que cuando usted tiene que citar se despacha con unos liberalotes como Varela, Sarmiento (no que no escribiera con brío), Gutiérrez, Mármol, o unos románticos modernos, unos Núñez de Arce, unos Bécquer, unos Hartzenbusch. Y algún que otrito ejemplito por aquí y por allí ('El Gral Paz, excelente táctico, cayó prisionero...', en las subordinadas adjetivas, por ejemplo)...

Vamos, don Selva, dígame la verdad: ¿no se le hace un cachitín ideológico? Mire que de aquellos polvos de los textos de Sintaxis escritos en la Dolores aquella, también vinieron los lodos que después nos vinieron... y que todavía -¡sí, mi viejo: t-o-d-a-v-í-a!- nos manchan los zapatos y van dejando mugre por ahí...

Pero, para que me entienda bien, le voy a decir una cosa más: ¿sabe que ni siquiera me publicó una sola línea de Leopoldo Lugones -¡en 1929!- ni como para remedio...?

Y no se me ofenda: mire que no le tengo mala voluntad. Porque no sabe el uso que le voy a dar a su Sintaxis y lo oportuna que me es.

Otra más: a usted se ve que le gusta Ramón de Campoamor porque lo mete aquí y allá, a cuento de esto y aquello. Y ya ve que no le digo nada, tanto que, y para que vea, voy a citar dos cositas ahora de Campoamor que usted trae.

Pero, déle, aflójese la pajarita, desabróchese las polainas, sáquese el saco, cuélguelo en la silla y tomémonos un vinito (pídase una grappa, una cañita, lo que quiera).

Hagamos eso, vámonos ahí frente a la estación del tren, en ese bodegón -el más viejo de Dolores- adonde se juega esas partiditas de mus a la tardecita (los martes y los jueves), y hablemos francamente...

Todo está en el corazón

La reina que enloquecía
por don Felipe el Hermoso,
la tumba al ver de su esposo,
"¡Todo está allí!" se decía.
Sus restos exhumó un día,
mas nada allí vió; y así,
en vez del "todo está allí",
desde tan triste ocasión,
señalando el corazón
decía: "¡Todo está aquí!"


La Carambola

Pasaba por un pueblo un maragato,
llevando sobre un mulo atado un gato,
al que un chico, mostrando disimulo,
asió la cola por detrás del mulo.

Herido el gato, al parecer sensible,
pególe al macho un arañazo horrible;
y herido entonces el sensible macho,
pegó una coz y derribó al muchacho.

Es el mundo, a mi ver, una cadena,
do rodando la bola
el mal que hacemos en cabeza ajena
refluye en nuestro mal por carambola.