sábado, 30 de julio de 2005

Mandamientos también 'nacionales'

El mundo tiene muchas ocasiones para plantearse la cuestión de las nuevas leyes y los nuevos mandamientos.

Desde la moral sexual hasta el terrorismo, desde el Grupo de los 8 hasta el efecto invernadero.

En ocasión de Londres, La Nación hace su aporte, porque eso es lo que al fin está pidiendo: mandamientos y una ley. No es que no lo haya hecho en otras ocasiones, como desde otras posiciones lo hacen todos los emisores de opiniones, después de todo.

Pero en el mismo planteo que hace la nota, está presente al menos la angustiante aporía, el camino sin salida que ofrece este mundo cuando se pone a pensar, por ejemplo, cómo se logra que sea benéfico cortarle la mano a alguien sin que haya que considerarlo un atentado contra su integridad física...

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Hay varios pasajes en esa dirección en esta nota, con el creciente desasosiego de no tener para nada la cuestión resuelta.

Como si dijéramos que hay una batalla campal entre la utopía de una rechoncha libertad individual y la voluntad utópica de que no se caiga un pelo de la cabeza sin haberlo previsto y aun evitado a como dé lugar.

"...La sociedad mundial debe actuar sin fisuras para terminar con la barbarie del terror con el enorme desafío de hacerlo sin violar los derechos básicos de los individuos..."
Desde algunas posiciones, no menos ideológicas, suele apuntarse a la selectividad de la importancia de los muertos en el caso de guerras y terrorismo. Como cuando algunos se preguntan por qué el apuro de las leyes si los atentados terroristas son en Londres o Nueva York y no cuando son en Senegal o en Borneo. No hace mucho referí un artículo de opinión en ese mismo sentido difundido por la propia BBC.
Más allá de la 'chicana' que supone tener muertos y heridos de rehenes, está el hecho de que hay posiciones respecto de muchos temas -que no son el terrorismo- a las que podrían caberles estas descripciones y sentencias:

"...El mundo vive hoy una guerra promovida por fanatismos extremistas que sólo parece perseguir la muerte, en la que se asesina a inocentes cargados de vida, tal como ocurrió hace unas semanas en Londres. Claramente, es el peor enemigo de la humanidad..."
Podría decirlo dialécticamente, pero creo que no hace falta: el aborto programático, entre otras políticas de estos tiempos nuestros, podría entrar en esta categoría bastante cómodamente, por ejemplo.

En párrafos como el que sigue, hay dos cosas, a mi entender. Por una parte, una vez más la desazón que produce el planteo ideológico a propósito de la polarización libertad-ley.

"En la lucha contra las organizaciones terroristas los Estados deben resguardar la vida de las personas inocentes. Es cierto que no se puede enfrentar a este enemigo con las manos atadas, pero si el terrorismo nos hace creer que todos podemos estar bajo sospecha y que las fuerzas encargadas de la seguridad podrán actuar en consecuencia, entonces los ideólogos del terror habrán dado un paso fundamental en su estrategia para sembrar la muerte en el mundo. Las violaciones a los derechos humanos contra prisioneros iraquíes por parte de tropas norteamericanas, al igual que las cometidas en la prisión de Guantánamo, son un ejemplo de aquello en lo que no debe caerse frente a cualquier amenaza terrorista."
Por otro lado, la confusa alusión a los 'prisioneros iraquíes', igualados sin más a terroristas, en el contexto de la argumentación. Tal vez sea un defecto de redacción. Tal vez un acto fallido.

El final de la nota editorial, creo, repite la tensión entre libertad y ley. Pero agrega un dato que me resulta clave:

"En estas circunstancias dramáticas, enfrentamos un doble desafío. Por un lado,combatir con firmeza la extorsión a la que pretenden someter al mundo las bandas criminales y, por el otro, asegurarle a la sociedad que el sistema de derechos y garantías que tantos años y esfuerzos le costó a la civilización ganar no se está derrumbando en ese cometido."

Esa apelación al sistema de derechos y garantías que tantos años y esfuerzos..., etc., no puede evitar dar la sensación positiva de que en asuntos fundamentales -y en los que esencialmente importan-, la civilización efectivamente ha ganado en estatura, en profundidad, en verdadera calidad: pero, ¿con el hombre de qué estadio de la historia estamos comparando al hombre sujeto de esta afirmación?

Parecería, dicho así, que si el terrorismo no arruinara la fiesta de los derechos y las garantías, hoy el hombre verdaderamente es más y mejor hombre, producto de ese sistema que ha ganado con esfuerzo. Esa alusión es al menos confusa, ambigua. Y si no lo es, es una afirmación que para ser verdadera tiene que dar por buenos 'logros' en materias de derechos y garantías, a los que todavía falta pedirles documentos, pedirles que se identifiquen y verificar que han mejorado al hombre realmente. De no ser así, es una afirmación más, sin más objeto que sentar un decálogo y darlo por imprescindible.

Porque si la afirmación final es ésta:

"El mundo civilizado puede causar daños irreparables si se deja arrastrar por la sinrazón..."
habría que recordar que hasta aquí más bien ha sido precisamente cuando se dejó arrastrar por la razón que el mundo civilizado causó daños irreparables.

Por otra parte, el mundo civilizado va a tener que abordar la aporía que tiene por delante, guiándose por eso que llama con fe ciega 'la razón' y parece que va camino de aplicar remedios sumamente 'razonables', no solamente al problema que le plantea el terrorismo.

Está claro -para quien le haga falta la aclaración- que ni por un momento un acto cobarde y enloquecido se vuelve virtuoso y encomiable porque sea una locura irracional y asesina puesta en marcha para oponerse a una locura razonable y, cuando cuadra y aunque no cuadre, no menos asesina.

Pero son los razonables, en ese extraño sentido en el que usan la palabra, los que postulan ahora nuevos mandamientos y nuevas leyes.

Sin embargo, más peligroso que eso, si cabe, es que indiscriminadamente se sugiere llamar 'sinrazón' a todo aquello que no sea 'razonable', según ese particular modo de ser razonable con el que se ha hecho el mundo tal y como lo 'disfruta' esta 'civilización'.

Este mundo, ufano de sus derechos y garantías, por caso, ya considera la oposición a la usura o al matrimonio homosexual como una 'sinrazón'. Como considera 'razonable' una sociedad anónima o el congelamiento de embriones.

Por ese camino, tal vez no falta mucho para que esta 'civilización' descubra que los estallidos son mucho menos estrepitosos que la fe o que una verdad.

Tal vez en no mucho tiempo más descubra que le tiene terror -o que decididamente se ha decidido a odiar- a cosas infinitamente peores que una mochila.

Y tal vez entonces esté listo para promulgar -furiosamente razonable- un sistema de seguridad que le permita gozar, ya sin preocuparse por las aporías, de los derechos y garantías que con tanto esfuerzo ha ganado y de los que le quedan por ganar.

El Comandante

Resulta que la señorita ahora tiene su plaza.

Está bien. Qué se yo. Dicen que es en homenaje a Joaquín Lavado.

No sé exactamente homenaje a qué será. Tal vez al haber inventado un producto mundial. Es verdad que se lo topa uno en todas partes.

Pero, lo que es a mí, la nena nunca me cayó bien. Mentiras: me cae decididamente mal. Siempre.

Y lo que peor me cae de ella es su continua bajada de línea.

Ese estereotipo del progresismo de la peor calaña: el que no concibe otra libertad que la que obliga a ejercer según sus cánones y mandamientos. Esa pose de revolucionaria-hippie -antisopa, preocupada por el globo terráqueo, la democracia participativa, la paz en el mundo y otras líneas del catálogo y decálogo ecologista y ético; ese aire de crítica ilustrada voltaireana, culta con cultura underground y contestataria, esa de lucidez implacable, la única que sabe para dónde debe ir el mundo; ella, la levemente molesta y resignada porque el cambio de las estructuras tarda más de lo que debería; ella, la superada de la vida; en fin, una amarga...

Mafalda me parece un monstruito rodeado de monstruitos deuteroagonistas, que para lo único que sirven es para hacer brillar al monstruito protagonista. Incluyendo a los pavotes de sus padres minusválidos, representantes del mundo adulto sin matices, al que el monstruito de tanto en tanto les hace la benévola concesión de su comprensión desganada y hasta de un poco de afecto descendente...

Habrá en las tiras monstruitos mejor delineados, mejor captados en su tipicidad. Sea. La creatividad, como un pedazo de pan, no se le niega a nadie...

Pero en pocos lugares he visto una creatividad tan inficionada de amargura y de resentimiento como en esta comandante enana de la revolución.

Sí. En pocos lugares hay -todo junto- tantos tópicos comunes, elementales, corrosivos, como en estas historias.

No me quejo en realidad de que le hagan un homenaje.

En todo caso, si me quejara de algo me quejaría de que hayan tardado tanto.

Me quejaría de cierta ingratitud de este mundillo que tanto le debe a uno de sus apóstoles, a este precursor...

viernes, 29 de julio de 2005

San Patricio

No tiene demasiado que ver (aunque no estoy para nada seguro de que no tenga nada que ver con San Patricio...)

Pero para la fiesta de San Patricio de este año, decía que este gobierno pagar, paga, aunque ponga cara de que es el más taura entre los tauras.

Como todo está en campaña, y todo es carne de elecciones por estos días, tiene que sonar a argumento de un contreras. Me doy cuenta.

Mala suerte.

Lo cierto es que el FMI dice exactamente lo mismo. Y dice más, según parece: dice que es el que más paga y el que más ha pagado en estos últimos tiempos.

Pero no hay que ser un león de la economía para saber eso.

Es simple conclusión de sentido común, sin necesidad de mirar los números ni entenderlos.

Un tipo que hace exactamente todo lo que el mundo le pide, ¿por qué no habría de pagar?

Más aún. Lo primero que ha hecho es pagar y no sé si hace otra cosa que pagar.

No sé si con eso sólo es peor Kirchner que Duahlde, ni que Menem, ni que De la Rúa, ni que Alfonsín. Ni que Martínez de Hoz. Ni que ninguno, creo.

Tampoco es mejor. Y el asunto es ése, en todo caso.

Óglaigh na hÉireann



The Mother

I do not grudge them: Lord, I do not grudge
My two strong sons that I have seen go out
To break their strenght and die, they and a few,
In bloody protest for a glorious thing.
They shall be spoken of among their people,
The generations shall remembre them,
And coall them blessed;
But I will speak their names to my own heart
In the long nights;
The little names that names that were familiar once
Round my dead hearth.
Lord, thou art hard on mothers:
We suffer in their coming and their going;
And tho' I grudge them not, I weary, weary
Of the long sorrow - And yet I have my joy:
My sons were faithful, and they fought.


La Madre

Yo no los niego: Señor, no niego
a mis dos fuertes hijos a quienes he visto marchar
a destruir sus fuerzas y morir, ellos y unos pocos,
en sangrienta protesta por una gloriosa causa.
Se hablará de ellos entre su pueblo,
las generaciones los recordarán,
llamándolos bienaventurados;
pero murmuraré sus nombres a mi propio corazón
en las noches largas;
los pequeños nombres que una vez fueron familiares
alrededor de mi muerto hogar.
Señor, tú eres severo con las madres:
sufrimos cuando ellos llegan y cuando parten;
y aunque no los niego, me canso, me canso
de la interminable pena - y aún así tengo mi alegría:
mis hijos fueron fieles, y lucharon.

Pádraic Pearse, poeta y patriota irlandés (1879-1916)

jueves, 28 de julio de 2005

Mandamientos: más vueltas a la noria

No puedo sino repetir, por una parte, la advertencia de la entrada anterior.

Y, a esta altura, creo que voy dejar de repetirla. Cuando vean el título, sabrán a qué atenerse y obrarán en consecuencia.

Pero, por otro lado, aquellos que han pasado adelante han sido tan pacientes y comprensivos, hasta generosos con sus colaboraciones, que no me siento del todo culpable.

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Me da vueltas en la cabeza una idea que necesita más desarollo.

Creo que no se trata tanto de pulir, con acuidad y destreza, un decálogo impecable. Un decálogo de diez o de seis mandamientos, tanto da.

La cuestión de fondo no es tanto ésa. Lo que tal vez importa es ver, en primer lugar, que hay una cierta ansiedad cósmica, global: tener un credo, una convicción, una creencia, una ideología.

Tener una religión, por decirlo en términos clásicos.

Es imposible para el hombre substraerse a esa tentación. Es la primera tentación humana, si vamos a ver. Es la primera advertencia divina: "Yo he hecho una criatura a mi imagen y semejanza y tú no debes hacer una criatura a tu imagen y semejanza."

Sin embargo, parecería que ahora se trata de buscar datos en diarios y revistas, en tendencias socioeconómicas o científicas o políticas. Ver líneas culturales, antropologías, filosofías, la historia.

Es claro -veo- que podría tratarse este asunto de la nueva religión y los nuevos mandatos, liturgias y sacramentos, haciéndose bonitamente el distraído y eliminar toda referencia trascendente. Y tratarlo como un amasijo de culturas y de líneas históricas inmanentes, o de puntos de vista que pueden o no ser lo que se llamarían puntos de vista religiosos, pero que en todo caso no deberían valer en cuanto religiosos sino en cuanto tendencias o puntos de vista.

Podría decirse que el asunto mejor se trataría pretendiendo, haciendo como si no fuera necesario ni conveniente un tratamiento en modo alguno religioso: no hace falta llegar a eso, nadie está pensando en eso.

Pero.

Hay, por lo menos, dos objeciones a esto.

La primera, en mi caso, es que soy cristiano de nacimiento. Tendría que poner cara de que no lo soy y de que no pienso las cosas que pienso y cómo las estoy pensando.

A quién, sin embargo, me pregunto, le serviría el punto de vista de alguien que no está diciendo lo que ve ni como lo ve y que está tratando de ser quien no es. En todo caso, mis puntos de vista están amasados con harina cristiana, por manos cristianas, con agua y sal cristianas. Van camino a un horno cristiano, calentado por fuego cristiano que procede de leños cristianos.Y no sólo culturalmente cristianos.

Eso -como da vergüenza aclararlo, por lo obvio que resulta- no me transforma automáticamente en un santo, ni en un doctor de la Iglesia. Ni siquiera en un buen cristiano. Pero sería demasiado negar si negara que habla un cristiano.

La segunda objeción es más grave. Si toda esta cuestión no se tratara de un asunto religioso, ya lo sabríamos. Y es casi lo primero que sabríamos y desde hace mucho tiempo. Sin embargo, no hay nadie que trate la cuestión de otro modo. Nadie parece poder -o querer- sustraerse al hecho de que ha de haber una religión o cualquier religión o forma semejante a una religión que reemplace a una religión.

Porque a esa explicación totalizadora de todas las cosas en su origen y en su fin, a esa necesidad de fundar un código de comportamiento, de relación con los otros y con todas las cosas (desde los semáforos hasta las ballenas...), a eso se lo llama por costumbre una religión. Y no porque eso sea lo más que puede dar una religión, sino porque es lo menos que da.

No hay ninguna religión que no dé una explicación al comienzo. Y un código entremedio. Y una explicación al final.

Por lo menos eso.

Y cuando alguna corriente de pensamiento, escuela de respiración, grupo de meditación, o lo que fuere, hace esto mismo, por eso mismo que hace es considerada una religión o la alternativa a una religión (es decir, 'otra religión') o la substitución de una religión (es decir, 'otra religión') o el complemento de una religión (es decir, 'algo además de y compatible con una religión')

* * *

Por otra parte, otro asunto que me da vueltas es la naturaleza de un mandamiento. Y su origen, su procedencia, de dónde puede salir.

Aquí la cuestión necesita más desarrollo todavía. Porque creo ver que, en realidad, el tipo de religión que podría uno imaginar como substituta de la cristiana -al fin de cuentas de eso estoy hablando- ya está -como apuntaba ayer- delineada. Y otro tanto pasa con los mandamientos.

Si uno mira con atención -y no me parece que se necesite demasiada- las propias Sagradas Escrituras, del Génesis al Apocalipsis, creo que verá que dicen con bastante largueza y claridad cuáles son aquella religión y aquellos mandatos que se oponen a los que Dios dice en las Escrituras que son los Suyos.

(Otro tanto podría decirse de la ingente literatura teológica, filosófica y literaria al respecto, por supuesto.)

Lo que estoy diciendo es que ya está dicho cuáles serán esa religión y de qué están hechos esos mandatos, que esa misma religión señalará incluso como salvíficos.

Y más aún. Me parece que están señalados con bastante detalle especialmente en el Nuevo Testamento, en los Evangelios (Hechos, Cartas y Apocalipsis, incluídos); y entre ellos, más próximamente, en los tiempos de la Vida Pública de Jesús, y más especialmente todavía, en los tiempos de la Pasión, la Muerte, la Resurrección y la Ascensión de Jesús.

Ya alguna vez he apuntado esto mismo, no creo que pudiera haberlo hecho sino de la mano de San Pablo y de San Hilario, recuerdo ahora, por ejemplo, hablando de las implicaciones de aquel Sueño de Adán y su exégesis tipológica.

En definitiva, lo que digo es que el modelo de los substitutos está más que bocetado: está definido. La naturaleza de esa religión, sus gestos, sus liturgias, sus rituales y sus líneas doctrinales, están allí. Y allí están contenidos sus mandamientos también.

Creo que si uno mira con atención, los verá. Pero, hay que mirar y verlos. O, mejor dicho, mirar y que se hagan ver.

Esto supone que ha de entenderse claramente -literalmente- aquello de que "si esto han hecho con la leña verde, imaginen que se hará con la leña seca."

Lo que se haya hecho por torcer -y aun eliminar- el modo religioso propio de Jesús, es lo que se hará cuando se establezca un modo substituto. Lo que se ha hecho por suplantar sus mandatos, o malversarlos sin suplantarlos, eso mismo se hará.

Y se hará, creo, tal como se le hizo a Él, como se hizo con Él y en Él.

Creo que, en muy gran medida y en aspectos substanciales, el Cuerpo sufrirá lo que ha sufrido la Cabeza. Y no es que se trate de una creencia creativa. Es lo que se ha dicho.

Está claro que el tiempo que corre de la Pasión en adelante, respecto de la vida de Jesús en la tierra, debe ser considerado su tiempo final.

La vida de la Iglesia en la historia, la vida de la fe cristiana, del cristiano en la historia, tanto a lo largo de la historia como, por fuerza, al final de la historia, no pasará por menos cosas ni por cosas de naturaleza distinta.

Ayer comentaba la asociación de Pilatos y su indiferencia con Caifás y su obstinación.

Pues bien, no me parece que sea un mal ejemplo de lo que serán los ingredientes con que se elaborará la masa de la religión substituta que este mundo anda buscando.

El gesto de lavarse las manos y el de rasgarse las vestiduras ante Jesús, se vuelven de pronto aspectos doctrinales relevantes para una religión. Sobre ellos se puede elaborar una 'teología', tanto dogmática como moral. Y como son un gesto ritual también, por lo mismo, de ellos puede seguirse una 'liturgia' y un 'corpus sacramental'. Y hasta, para completar la naturaleza sacerdotal, de estos gestos también puede estar hecho el modo de gobierno.

Viéndolo así, creo que un decálogo nuevo no podría sino pasar antes por allí y salir de allí.

De modo que, si hay que pensar en una nueva religión y en su nuevo código y en sus ritos, tal vez haya que mirar tanto hacia atrás como hacia el presente o hacia adelante.

Con todo, seguro que primero habrá que mirar con mucha atención hacia atrás. Hacia lo que ya pasó.

Porque en cualquier tiempo de la historia, en este sentido, lo que ya pasó siempre es lo que está pasando. No solamente es tipo, sino también recapitulación.

Así será al final también, y en el mismo sentido, con elementos análogos, y del mismo tipo.

Creo que eso es lo que también está dicho exactamente al final de la vida terrena de Jesús: "Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo."

* * *

Ahora bien.

Me doy cuenta perfectamente de que, en todo caso, eso que he dicho es una cosa y que otra cosa es volver al presente (no digo ya ir al futuro) y vislumbrar la forma actual que, aquellas cosas que hemos visto ocurrirle a la Cabeza, tomen en el Cuerpo.

Por lo pronto, vislumbarlas para ver -por ejemplo- cuánto de Pilatos o Caifás hay en nosotros mismos. Un asunto para nada menor. Y, en lo que a cada uno respecta, el mayor asunto.

Aunque no importa vislumbrarlas sólo para eso y por ese motivo.

Creo que está el hecho de que una religión substituta se rasga las vestiduras no por escándalo y celo religioso tanto como para quitarse de encima toda vestidura religiosa; así como está el hecho de que una religión substituta busca lavarse las manos para que no le quede rastro alguno notable de religión alguna.

Creo que esto está en la raíz de la "buena voluntad" con la que se quita la religión de en medio para que los hombres podamos conversar amable y civilizadamente. Está en la raíz de la "prudencia" de no mentar aspectos religiosos que hagan retraer a un hombre de buena conciencia y bien dispuesto, un buen hombre común que si 'oliera' cualquier atisbo religioso se espantaría o tomaría a mal la presencia religiosa en medio de asuntos que no necesitan de ella. Es decir, ya hoy por hoy, para una gran mayoría, la ominosa y hasta repugnante presencia religiosa en medio de cualquier asunto. Y no sólo porque pueda tratarse de la presencia de una religiosidad repugnante, sino, insisto, porque la misma presencia religiosa, en general, así se percibe.

Así confinada la sola mención de la religión, el paso siguiente es hacer que lo religioso sea sinónimo mismo de lo inoportuno, de la mala voluntad, de la violencia y el empecinamiento, de la soberbia y el orgullo, de lo tortuoso y del sojuzgamiento y de la culpa. Cuando no de cosas psicológica o políticamente -y hasta económicamente- más oscuras.

Es verdad, también, que estas cosas no ocurren especialmente en el mundo mundano o simplemente profano.

Los vicios religiosos son propios, en primer lugar, del mundo que está en contacto con lo sacro.

Los vicios religiosos son propios del mundo religioso y de la religión, antes que de ningún otro.

Es al mundo religioso al que se le ocurre antes que a ninguno la substitución. Y es el primero que la concibe y el primero que la pone por obra.

En realidad, Pilatos parece tener bastante con sus preocupaciones políticas y hasta por su propio bienestar económico. La riqueza, la gloria y el poder son sus dioses. No necesita ni concibe otra preocupación religiosa más allá de estas cosas. Y como actitud religiosa no es poca cosa, claro.

Hasta que le toca juzgar a Jesús mismo. No necesariamente porque se lo haya propuesto, o porque le haya parecido que es un escalón más en su carrera de honores y en su ambición. Más bien, al contrario, advierte que 'ese' hombre es una verdadera desgracia para sus afanes. Tanto si lo condena, y mucho más si no lo condena.

Pero Pilatos lo juzga porque desde el Templo se lo han enviado para que lo juzgue y lo condene.

* * *

En fin. Hasta aquí llego ahora.


Hay que ver. Y pensar. Yo al menos.

miércoles, 27 de julio de 2005

Mandamientos: vueltas a la noria

No se me ocurre otro modo de advertirlo: lo que sigue son ensayos, precisamente vueltas a la noria.

No hay obligación alguna de leerlo. Menos necesidad. Se puede pasar perfectamente por alto -sin daño alguno e incluso con beneficio- hasta que aparezca otra entrada.

Y hasta cierto punto me parece que la curiosidad podría quedar defraudada. Después de todo, uno también escribe como habla solo: para ver qué piensa.

Tómese nota.

ver


Como dije ya, hace unos días sostenía que hay una ideología, que el mundo en que vivimos tiene una. Y que es bastante más que una ideología. Tiene la fuerza de un culto, de una religión. Esto no es novedad, me parece.

Hay, como creo que es sabido, ritos y mandamientos, liturgias y sacramentos. Y todos ellos, o casi-casi todos, tienen una fuerza legislativa tal que valen lo que una sentencia en firme. Parece que nadie puede nada contra ello, nadie se atreve a nada.

Es un corpus de ideas y de mandatos de pensar, de querer, de hacer.

Por motivos que no vienen al caso, estoy sometido a la conversación constante, desde hace un tiempo, con gentes de un tipo muy especial. Buena parte de ellos, son emisores de opiniones. Ya porque las emiten, ya porque las elaboran para que otros las emitan. Buena parte de ellos, en el sentido en que lo estoy diciendo aquí, están haciendo este mundo en este momento.

He podido ver cómo piensan, cómo hacen para pensar. Y qué piensan. En muchos casos, he podido ver por qué piensan tales cosas y de ese modo. También he llegado a ver qué quieren y por qué lo quieren.

Es cierto que hay quienes profesan de buen grado, adhieren de corazón, creen estas cosas (que forman parte de un decálogo de más de diez cánones) con buena o por lo menos no mala voluntad. Otros no tienen voluntad alguna, no les importa, y a veces eso es mala voluntad.

Hay quienes las pregonan con convicción y con satisfacción, o con algo parecido. Aunque no estoy seguro de si, cuando se sostiene lo insostenible, se sepa o no que es insostenible per se, no hay que hacerse en algo violencia para profesar con entusiasmo algo completamente equivocado. Por otra parte, si pasara que no les despierta entusiasmo alguno, habría que ver cómo se las arreglan con la tristeza o la indiferencia, de la mano de alguna convicción.

Muchas veces, muchos son los que ni siquiera advierten que estas cosas que sostienen son lo que son: parte de una ideología. No solamente su inadvertencia viene del temor (que también hay: respeto humano, respeto mundano, intensa ansiedad por no quedar fuera de algo, del mundo por ejemplo), sino también de la ignorancia, lisa y llana. No saben otra cosa, no conciben otra cosa.

Creo que no estaría de más y sería de algún modo necesario repasar los mandamientos, tan siquiera para que no se me olviden. Tengo que hacerlo de a poco, tal vez. Antes tengo que pensar en el modo de pensar.

* * *

Me pregunto, mientras tanto, hasta dónde llega la tolerancia del error, hasta dónde debe llegar. Y más, trato de pensar qué piensan quienes no puedan concebir que algo sea erróneo, o lo que es casi lo mismo, que no puedan juzgar como erróneo algo.

Pienso también, por el contrario, qué pasa en el espíritu cuando todo se considera erróneo.

Eso me obliga a pensar, a su vez, en el carácter público de una fe, de una creencia, de una convicción. Y de allí viene este asunto de la tolerancia.

Creo, en este sentido, que la tolerancia de cierto género, más que un carácter plural y social, y pese a su apariencia, tiene exactamente la característica opuesta: rechaza toda nota plural, toda diversidad, toda nota social. Rechaza cualquier ámbito para una fe, para una creencia, para una convicción, que no sea el individual.

Ser tolerante significa allí que no hay posibilidad pública ninguna. Que cualquier ámbito público para una convicción, para una fe, es una imposición, una inquisición.

Pero lo curioso es que aun los tolerantes de este estilo tienen sus decálogos y sus penas para aquellos que los violan. Con lo que su tolerancia se vuelve una fe pública, social.

Ahora bien, considerando esa tolerancia, cuál es la frontera entre lo admisible o lo inadmisible, cuál es la aduana y cuál el código aduanero que se aplica.

Tomemos esa trilogía que tiene pretensión de convertirse en raíz de una doctrina y de una religión global: libertad, tolerancia, disenso.

El patrón que ayuda a medir la tolerancia, el disenso, tendría que ser algo más que el solo gusto personal o la sola molestia personal, algo más que el estado de ánimo.

Tiene que ser, incluso, algo más que el posicionamiento por conveniencia: "hoy me conviene esta oposición relativa a esta otra afirmación que mañana afirmaré yo mismo, oponiéndome a quienes se opongan a que me oponga..."

Tiene que tener un fundamento más sólido que la simple moda. Más que el oportunismo.

Aun si no fuera más que eso, o algo por el estilo, profesando esa tolerancia igual habríamos quedado constituidos eo ipso en fundadores de una fe, de una religión.

Y tal vez no haya nada perverso en eso, salvo el hecho de que es absurdo e inconsistente. Porque es falso.

Estoy seguro, lo sé, y estoy de acuerdo en que la verdad no es nada fácil de ver, de dilucidar.

Pero esa dificultad no alcanza para negar la verdad, o el hecho de que exista alguna verdad. Nos pasamos la vida razonando en la simple confianza de que entre una premisa y la conclusión correspondiente hay algún lazo, tan siquiera. Y aunque pensemos en forma de proposiciones condicionales suponemos que alguna verdad hay que justifique la condición.

Negar que pueda sostenerse alguna verdad -incluso sostenerla en forma pública- así como dudar por sistema, como método de aparente humildad intelectual o espiritual, parece poco honesto.

Porque o no se está sosteniendo ninguna verdad y afirmar que se la sostiene es cínico, o se está sosteniendo una verdad y negar que se la está sosteniendo es hipócrita.

En el mundo hay cínicos, como hay hipócritas. Y hay que tratar de no serlo. Como en el mundo hay errores y hay que ver de evitarlos. Como hay buenas intenciones al plantear asuntos de modo completamente equívoco, y equivocado.

* * *

Una religión, creo, así como una ideología, tiende a adoptar visiones totalizadoras. Y no adopta visiones totalizadoras para un solo individuo, porque eso es una contradicción en los términos. De modo que el solo acto honesto de profesar una creencia, postula su carácter público intrínseco. Y más aún si se habla de ello, porque hablar ya es publicar, darle estado público.

Ver las cosas de un modo no puede no llevar ínsito -aun latente- ese carácter potencialmente público. Porque o lo que se está sosteniendo y diciendo es que no se ve nada real y entonces nadie está comprometido a verlo, o se está diciendo que se ve algo real que de ningún modo obliga a nadie más que a mí. Y no se entiende de dónde viene ese exclusivismo.

No. Lo público nunca está ausente. No hay modo de que el individuo sea tan claustro como eso. La persona es naturalmente alguien no solamente ante los otros sino con los otros.

Tal vez por eso mismo, cuando se enfrentan las visiones diferentes, el talante de los oponentes es casi tan importante como lo que sostienen. Y esto porque a veces lo único que se puede sacar en limpio de la confrontación es si hay o no hay buena voluntad y amor a la verdad en las personas que debaten. Y si eso pasa a la relación misma entre personas.

Por otra parte, que haya que hacer una ascesis fatigosa para purificar la intención, no significa que todos lo consigamos. Pero purificar la intención es algo que no podemos obviar. Tal vez sea lo que más trabajo lleve y tal vez no hagamos en la vida mucho más que purificar nuestra intención, tratar de ser honestos, como condición para ser realmente veraces alguna vez.

Con todo, hay formas cátaras de querer ser honesto. Tanto consigo mismo como con los demás.

A veces, ciertas purezas en las convicciones son nada más que una obstinación, en lo que tiene de vicioso ser obstinado, no en lo que tiene de virtuoso una convicción pura.

Como también hay un vicio opuesto que supone no mancharse con ninguna convicción, porque tener una convicción mancha y estar así manchado se considera de suyo vicioso.

* * *

Lo cierto es que el mundo nuestro tiene -mal que le pese- convicciones y obstinaciones.

Me obstino en tratar de repasar algunas. Y estos prólogos van camino a ello, por más que vayan lenta y fatigosamente a ello.

Pero, se me figura que -antes de llegar a los mandamientos concretos, uno por uno, si acaso llego alguna vez- la mayor de todas las obstinaciones de nuestros tiempos es la de querer enhebrar a voluntad, sin imposición alguna, cuáles son las convicciones y obstinaciones canónicas, las admitidas y admisibles. Y cuáles no lo son, cuáles son inadmisibles.

Y esto es lo más difícil de sostener para nuestro tiempo y nuestro mundo, porque -ya lo dije- eso supone fundar una religión. Porque están en juego allí precisamente esos mandamientos fundantes: libertad, tolerancia, disenso.

Ahora bien, resulta que para poder sostener esto con éxito aparente hay que ejercer todo tipo de violencias, de las cuales la física, la material -con ser la más espectacular- no es la más dañina.

Es allí -pienso ahora- donde se hacen amigos Pilatos y Caifás, después de todo.

Si alguno quiere puede contar los latigazos y los escupitajos, medir la sangre de la Pasión Y no estará del todo mal.

Pero, respecto de lo que vengo diciendo, es en la pusilánime indiferencia de Pilatos donde está el daño mayor. Es en la obstinación de Caifás.

Que Pilatos no pudiera saber otra cosa que lo que apenas sabía, que no hubiera ido a un buen colegio católico, que hubiera estudiado derecho en una universidad estatal, que sea un empleado del estado, lo excusa hasta por ahí nomás. Que Caifás hubiera sido un niño modelo, y por ello un celoso custodio de la letra de la ley y de la santidad del Templo, un guardián de la tradición y del rito, no lo excusaría mucho más.

Con gente así se puede fundar una religión. Pero, me parece, puede ser una religión violenta. Tan violenta como inconsistente. Y violenta por inconsistente.

De Pilatos y Caifases, se me hace, está hecha en muy buena medida la ideología religiosa, la religión ideológica de nuestro tiempo.

Y no se trata solamente de que Pilatos o Caifás estuvieran escorados, malogrados, manchados, enredados, como sin terminar, o más bien mal terminados.

Si vamos a ver, ni Santiago el Mayor, ni María Magdalena son gente sin mancha, gente de confiar.

El revoltoso y atropellado Santiago que de tanto en tanto pide fuego del cielo para quemar ciudades (junto a su hermano tronante, Juan); la extremosa mujer de gestos tan mediterráneos, tan sicilianos, extravagantes, revolcándose y llorando a los pies de Jesús.

Por cierto que no son la imagen misma de la ecuanimidad y el equilibrio con el que debería empezarse a profesar una fe.

Y, con todo y eso, a ambos les regaló Jesús las visiones más altas de su naturaleza. La Transfiguración a él, la primera visión de la Resurrección a ella.

Atropellado él, impura ella. Hasta parece contradictorio y disparatado. Y por cierto que no son los únicos ejemplos.

Sin embargo, Dios es perfectamente consciente de los signos que deja. Como es perfectamente consciente de nuestra torpeza para entenderlos.

Esto parece demostrar que casi de cualquier cosa, de las piedras, si es preciso, Dios puede sacar con qué plasmar su propósito.

Tal vez, tomando apenas estos dos ejemplos, la diferencia entre ellos y Pilatos y Caifás esté en otra cosa.

Tal vez la diferencia está en que -finalmente- ni Santiago ni María Magdalena creían tener una religión propia, ni estaban ansiosos por fundar una y mucho menos estaban seguros de no necesitar ninguna.

Parte de la cuestión parece estar también en que el mundo por lo menos nos exige que si nos es imprescindible profesar una religión lo hagamos como si ésta no existiera.

Y es lo mismo que, por motivos en apariencia diferentes, tanto Pilatos como Caifás le piden a Jesús.

Y me doy cuenta aquí de que otra cosa los une. Algo que a la vez los distingue diametralmente de Santiago y María Magdalena.

La religión que Pilatos le propone practicar a Jesús, como la que le propone Caifás, tiene una condición común: la persona de Jesús no cuenta: en la medida en que Él se ponga por encima de los mandamientos y de la ley, de la religión y del rito (más allá de todo eso y no necesariamente en contra), pues en esa medida es que Jesús no es viable y su religión inadmisible.

Y eso es precisamente lo que Santiago y María Magdalena no hicieron. Su religión y su fe estaban fundadas en la persona de Jesús. Traicionar a Jesús no era traicionar su religión. Sino al revés. Traicionar su mandato era traicionarlo a Él, abandonarlo a Él.

Visto en signos, tal vez la suerte de ambos complete en algo esta cuestión.

Santiago y María Magdalena recibieron más que lo que dieron, pero no algo de distinto género y especie.

Cuando Jesús le preguntó a Santiago si moriría con la muerte con la que Él moriría, Santiago dijo que sí. Y así fue. Y fue el primer apóstol en seguirlo.

María Magdalena no apartaba su vista de la persona de Jesús. No del Jesús triunfante o doliente: de Él. Y le fue dado verlo, la primera de todos, resucitado.

* * *

Tal vez lo más violento de una religión substituta, de una ideología sea precisamente esto.

Mandamientos

No estaba pensando solamente, ni principalmente, en esto cuando decía días atrás que el mundo ya tiene una ideología, aunque parece que anda necesitando una nueva o un lifting de la que ya rige. Pero nada de esto quiere decir que no sea esto mismo parte de la ideología vigente.

Hay que completar los datos de la nota principal con ambos complementos.

El arzobispo de La Plata no espera que yo lo defienda y creo que ni lo necesita. Tampoco sé si podría justificarme todos sus actos. Pero, por ejemplo, en los cargos que se le hacen hay un cierto decálogo de lo que hay que pensar y decir -desde la izquierda- cuando de fe y compromiso se trata. También en la forma de "defender'' al catequista hay parte de ese decálogo. Para el caso, los títulos de dos de las notas son un editorial y pueden ser vistos como otros tantos cánones.

Creo que bastaría con dar un paso atrás en la lectura y hacer de varias de las frases iladas narrativa o discursivamente, un mandamiento.

Como quien hace un indentikit al dictado: La frente es así, la nariz era así, los ojos son de esta manera...

Cómo es admisible ser cristiano según esta noticia.

Sin embargo, hay algo más.

Hagamos el ejercicio de bocetar la imagen opuesta.

Es decir, así como se hace un boceto del cristiano deseable según surge de la presentación que se hace allí del asunto, hagamos el dibujo opuesto, por oposición. Donde se propone "es bueno ser A...", pongamos "es bueno no ser A..." O "lo bueno es ser B..."

De este modo, lo que aparece es el boceto del modo "tradicional", "antiprogresista" de ser cristiano, según lo ha dibujado la caricatura..

Con ello, Página 12 ha fijado de algún modo el rostro del oponente, ha construido al enemigo, lo ha delineado según sus categorías.

Eso no sería tan grave. El mecanismo es conocido y puede desactivarse.

Lo que me parece más grave es que, en muchas ocasiones, no pocos creen que lo opuesto a lo que sostiene Página 12 es lo que corresponde hacer o pensar.

Tan serio como esto último es que haya quienes de verdad piensen y actúen como la caricatura propone. Así las cosas, la caricatura puede tener, además de sus propios motivos, un modelo real del que ha tomado elementos.

Sin embargo, sé que para un discurso ideológico como el de Página 12 cualquier cosa que no corresponda a sus categorías resulta inadmisible.

Incluso tengo la certeza moral de que tienen de rehén el caso de este catequista. El caso importa en la medida que muestra la maldad e inadmisibilidad de sus oponentes o perseguidores. No profesan la convicción del catequista, sea cual fuere. Tienen los mismos enemigos, en todo caso.

Página 12 no está construyendo una sociedad cristiana de corte progresista o adherida a la teología de la liberación.

Página 12 está cumpliendo los mandamientos de otra religión que, en este punto -como en muchos otros-, podría formularse así: "cualquier cosa es admisible menos una".

lunes, 25 de julio de 2005

Santiago

Que no termine el día sin la memoria de uno de los Hijos del Trueno.

Extraño sabor tendrán seguramente para nuestra piedad, estas Letanías a San Santiago, el Mayor.

ver

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Dios, Padre Celestial. Ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo Redentor del mundo. Ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios. Ten misericordia de nosotros.

Santa María Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios. Ruega por nosotros.
Santa Virgen de las vírgenes. Ruega por nosotros.

San Santiago, Apóstol de Jesucristo. Ruega por nosotros.
San Santiago, hijo de Zebedeo.
San Santiago, nacido de María Salomé.
San Santiago, que seguiste a Jesús incluso antes de ser testigo de Sus milagros.
San Santiago, que respondiste inmediatamente a la primera venida de Jesús.
San Santiago, que despreciaste el mundo para seguir a Jesús.
San Santiago, que dejaste a tus padres por amor a Jesús.
San Santiago, que deseaste llamar fuego del Cielo contra los que se oponían a extender el mensaje salvador de Jesús.
San Santiago, uno de los tres testigos presenciales de la resurrección de la hija de Jairo.
San Santiago, uno de los tres testigos de la Transfiguración de Cristo.
San Santiago, uno de los tres que disteis testimonio de la agonía de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní.
San Santiago, por cuya predicación convertiste nueve discípulos en España.
San Santiago, que convertiste a una cantidad innumerable de personas en Judea y Samaria por tu predicación.
San Santiago, que desafiaste a los Judíos y confundiste a los Escribas y Fariseos.
San Santiago, que valerosamente discutiste con Pilatos y ganaste el día.
San Santiago, que torturaste a los demonios enviados por Hermogenus, el gran hechicero.
San Santiago, que conseguiste que Hermogenus fuera confinado por los mismísimos demoniosque él envió.
San Santiago, que posteriormente liberaste a Hermogenus y le hiciste seguidor de Cristo.
San Santiago, que arrojaste libros de hechicería a los mares profundos.
San Santiago, que curaste a un enfermo de reuma agudo e hiciste que alabara el Santo nombre de Dios.
San Santiago, que hiciste que tu verdugo compartiese tu agonía y obtuviste para él la salvación eterna.
San Santiago, que te sometiste a ser decapitado y sufriste el martirio con alegría.
San Santiago, que tuviste el privilegio de tener una muerte similar a la de Jesús.
San Santiago, que fuiste bendecido con un bautismo similar al de Jesús.
San Santiago, que te ganaste el honor de ser el primer mártir de entre los Apóstoles.
San Santiago, cuyos restos mortales llegaron a España en un pequeño barco sin timón ni velas.
San Santiago, que cuando tu sagrado cuerpo fue depositado en un duro bloque de granito, éste se ablandó para que recibieras un adecuado entierro.
San Santiago, que hiciste que los toros salvajes se comportaran como mansos corderos cuando los guiabas para tirar del carro que contenía tus sagrados restos.
San Santiago, que milagrosamente mantuviste vivo durante treinta días a un hombre inocente, injustamente condenado y ahorcado.
San Santiago, que salvaste España en muchas ocasiones de numerosos enemigos.
San Santiago, que montado en un caballo blanco como la nieve derribaste sesenta mil enemigos durante el reinado del rey Samir.
San Santiago, que fuiste recompensado con un trono Celestial por tu obediencia al Señor.
San Santiago, cuyo amor a la pobreza te hizo ganar el Reino de los Cielos.
San Santiago, que saliste victorioso de la batalla contra legiones de demonios y contra todos los poderes de la oscuridad.
San Santiago, que despreciando todos los honores mundanos y en combate con el mundo saliste finalmente triunfante.
San Santiago, que por oraciones y mortificación dominaste la carne, y ganaste la eterna corona del Cielo.
San Santiago, siempre voluntarioso para ayudar a aquellos que luchan por la defensa del nombre de Dios.
San Santiago, que tanto ayudas a los que están en el exilio.
San Santiago, rápido restablecedor de la buena salud.
San Santiago, libertador de aquellos que se encuentran en la esclavitud.
San Santiago, consuelo de los afligidos.
San Santiago, a quién se alaba y se da las gracias con gran devoción por el mundo entero.
San Santiago, invocado con fe y confianza por todos los Cristianos.
San Santiago, a quien se le da enormemente las gracias en todas las naciones.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten misericordia de nosotros.

Ruega por nosotros, oh San Santiago.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.


Al margen de la piedad que le debemos, más no fuera por su martirio temprano, estas coloridas erudiciones a propósito de su vida, del origen y la significación de su culto, muestran al menos algo de lo que hay en la raíz de Europa. Y en la raíz de nuestra visión del mundo. Aun de nuestro mundo contemporáneo, por más miope que se hubiere vuelto el hombre para distinguir de dónde viene y por cuáles caminos llegó hasta hoy.

Muestran también de que está hecha la cultura cristiana, cuál es la soberanía que el cristianismo ejerce sobre las cosas de la historia, aunque la mitad de lo que allí dice fuera pura patraña. Con que la décima parte fuera verdad, los tratados alemanes de teología dogmática -por decir algo- tendrían que disolverse en el aire, así como se volverían pura arena los balbuceos algo babosos sobre 'amor' y 'solidaridad'.

No se trata de impostar cara de cultores nórdicos de divinidades tronantes y crueles. No se trata de fetichismos ni de sincretismos paganizantes. Siempre a alguno le gustará jugar a los soldaditos o parpar druidismos hippies u otros ecumenismos. De eso siempre hay y habrá. Con un poco de imaginación se pueden inventar docenas de raíces para el cristianismo y para la cultura que llamamos oocidental. Con algo de imaginación se puede inventar cualquier cosa.

Aquí, el asunto es simplemente el modo en que los hombres vamos viendo en las cosas oscuras, las cosas verdaderas. Si tenemos fe. Y si tenemos buena fe.

Que el Camino de las Estrellas conduzca a la tumba de Santiago, por ejemplo, es algo más sencillo de entender que cualquier otra interpretación. El Boanerges, el hombre impetuoso que puede acompañar la Transfiguración de Nuestro Señor en el Monte Tabor no tiene que tener demasiado problema para ver a Nuestra Señora sobre un Pilar en Zaragoza.

Para todo lo demás, está -qué diré- la New Age o cualquier otro substituto más o menos sofisticado.

Tratar de volver atrás, queriendo hacer oscuras las cosas más claras, tratando de hacer paganas las cosas cristianas, tratando de hacer racionalismos sobre lo místico y oscuridades y esoterismos sobre la luz, tiene su riesgo.

Y es un riesgo mucho peor que peligroso: es innecesario.

Sistema métrico fatal

Según dicen, se necesita una ideología para estos tiempos.

Yo hubiera jurado que ya teníamos una oficial y establecida. Pero parece que los mandamientos y la liturgia que hay, no alcanzan.

De eso, ya diré alguna cosa (por eso copio el editorial de The New York Times más abajo...)

Ahora bien, no me acuerdo si Primo de Rivera o Agustín de Foxá (otros dicen Francesc Combó o Julio Camba...) sostenía que morir por la democracia era como morir por el sistema métrico decimal...

Entiendo lo que se quiere decir. Pero eso no quita que la cuestión tenga su verdad.

La libertad, la tolerancia, el disenso que parecen estar en la raíz de la ideología que hay que construir, tienen un aire tan decididamente parecido a la democracia de la frase...

Y en realidad creo que a las tres cosas, juntas o separadas, se les puede aplicar la misma frase.

Sin embargo, y ya que lo estoy diciendo, recuerdo que el sistema métrico decimal es, tal como lo conocemos, un hijo espiritual de la Revolución Francesa y que- como muchas de las cosas que nacieron de ella- también se impuso, como si dijéramos, 'a sangre y fuego...'

De este modo, es muy pero muy probable que haya legiones de gentes dispuestas a morir por la libertad, la tolerancia y el disenso...

Como debe haber legiones dispuestas a dar su vida por la democracia.

Hasta que llegue el día en que haya apenas unos poquitos que se resistan a dar la vida por el sistema métrico decimal.

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What We Saw in London
By Stephen J. Hadley and Frances Fragos Towsend

Washington, July 23, 2005

The British people suffered another attack this week, one that fortunately caused far less damage than the horrible events of July 7. But as they did earlier this month, the people of London responded bravely. Their courage over these harrowing few weeks reminds us that those who love freedom have prevailed against such evil before and can do so again.

The London attacks vividly demonstrated the challenge we face. As President Bush has said: "The terrorists need to be right only once. Free nations need to be right 100 percent of the time." We need all citizens, everyone who loves freedom, to join in the fight. And in this fight, the people the terrorists most want to dominate - the people of Islam - will be our most important allies.
Muslims are the prize the terrorists hope to claim. They are also the victims of the terrorists, for suicide attacks have likely killed and wounded more Muslims than people of any other faith. It is their religion that the terrorists invoke to justify these evil acts, and so Muslims themselves are in the best position to expose the terrorists' lies. They are increasingly doing exactly that, as the 500 Muslim leaders who signed a declaration condemning the July 7 bombings bravely showed.
The London attacks served to underscore the reality that we face an enemy determined to destroy our way of life and substitute for it a fanatical vision of dictatorial and theocratic rule. At its root, the struggle is an ideological contest, a war of ideas that engages all of us, public servant and private citizen, regardless of nationality.
We have waged such wars before, and we know how to win them. Of course, every ideological war is different, and each presents new challenges. Yet our efforts since the attacks of 9/11 have been guided by three important lessons learned when free peoples twice defeated totalitarianism in the last century.
First and most important, we must have a clear understanding of the ideology espoused by the enemy. The terrorists we face today aim to remake the Middle East in their own grim image - one that, as President Bush has said, "hates freedom, rejects tolerance and despises all dissent."
This vision is eerily reminiscent of earlier totalitarian systems, where a radical few subjugated the helpless many. Then as now, terror is the principal tool of the totalitarian. Today's terrorists seek through barbaric violence to topple governments, export terrorism and force free nations to stand down. The terrorists believe democracies are weak, and that those who champion freedom will retreat in the face of relentless attacks - that people, in Osama bin Laden's words, "will like the strong horse."
History has taught us that the best antidote to totalitarianism is forceful resolve coupled with actions that advance human freedom. Our logic is straightforward. Terrorists exploit conditions of despair and feelings of resentment where freedom is denied. When we support the vision and reality of a freer and hopeful future, we undercut the ideological underpinning for the terrorists and embolden those opposed to their grim vision.
This constructive vision was on display in Scotland at the Group of 8 summit meeting when the terrorists struck London for the first time. The leaders at that meeting hammered out plans to reverse generations of lost opportunities in Africa by marrying aid to reform. The leaders discussed multilateral efforts to provide greater assistance to the brave people of the new Iraq. They reviewed steps to help establish a future democratic Palestinian state living in peace with Israel. By contrast, the terrorists offered only death and destruction.
The second important lesson flows directly from the first. An ideological contest can be a long and difficult one. Even bankrupt ideas have attracted followers for a time. And in making our case, we must overcome America's mixed record on supporting freedom in the Middle East. For too long we accepted a false bargain that promised stability if we looked the other way when democracy was denied.
But we can take heart for the long run because we know that we, and not the terrorists, are on the right side of history: people everywhere prefer freedom to slavery and will embrace it whenever they can, because freedom is the wish of every human being.
The third lesson is that the struggle against terrorism requires force of arms, but will not be won through force of arms alone. The victory in World War II was not complete until the Marshall Plan secured Germany's democratic political future. In the fight against Communism, our armed forces deterred the enemy. But it was the superior appeal of human freedom - not bombs and bullets - that ultimately led to democracy's triumph. After all, the cold war's most powerful voices proved to be those who lived under the Communist system and could expose its lies.
In a similar way, military action is only one piece of the war on terrorism. The terrorist hard-core is beyond appeal and must be hunted, captured or killed. The sanctuary that terrorists rely on to turn resentment into a weapon - the sanctuary provided by sympathetic governments willing to look the other way when terrorist training camps are set up within their borders - can be denied through military action.
AT the same time, however, we must bring all of the tools of statecraft, economic influence and private enterprise to bear in this war. Freedom-loving people around the world must reach out through every means - communications, trade, education - to support the courageous Muslims who are speaking the truth about their proud religion and history, and seizing it back from those who would hijack it for evil ends.
For several years now, it's been clear that two opposing ideas, one of hope and one of despair, are competing for the world's embrace. Those who believe in the worth of every human life know how to judge between the two.

Stephen J. Hadley is the national security adviser. Frances Fragos Townsend is the homeland security adviser.

(Continuará)

viernes, 22 de julio de 2005

Homenaje

Hoy no fui a Buenos Aires. Me quedé en el pueblo. A lamer mis fatigas y queriendo abrigar el frío que hace una semana y media me tiene a mal traer.

No exactamente el frío de afuera, que ése es amigo, viejo amigo. Era el frío de adentro. El frío que somos, no el que tenemos.

Pero el día es lo que es, no lo que hacemos de él. Y por eso amanecí a las 6, sin querer. Y me levanté. No salí de casa desde entonces. Cumplí el protocolo del convaleciente. Pero a mi modo, a como fue saliendo.

Vagué por mis papeles y libros, sin vigor; vagué por los diarios sin entusiasmo, sin rigor.

Frente a mí, el almanaque decía algo que ya sabía desde principios de la semana. Y me llenaba de miedo, de ansiedad. De alegría.

Hoy es la fiesta de Santa María Magdalena.


* * *


Confieso la tristeza, como quien confesaría una vergüenza inconfensable.

Porque quería homenajearla y no sabía cómo.

Oración, preces, agradecimientos, contemplaciones. Sí, por supuesto, es canónico. Eso es lo que corresponde.

Pero el día era tan triste como mi desazón. Ventoso, gris, destemplado, lloviznoso. Una vergüenza de día, si no fuera porque esta clase de días son la completa felicidad.

Miraba el 'santa' que precede al nombre y mi nostalgia llegaba al infinito.

María de Magdala a secas. María Magdalena, sin más. Así se llama. Así está en el cielo. La otra María, la de Magdala, la segunda María. La Magdalena.

¿Cortesana?, ¿libertina?, ¿meretriz?, ¿adúltera?

Póngale el que quiera el adjetivo que más le plazca, el que concuerde con la exégesis erudita, pásele el rastrillo a las menciones, a todas sus alusiones ambiguas, misteriosas.

Yo no elijo. Le pongo todos esos nombres, todos de una vez, y más nombres y adjetivos, todos juntos. ¿Y qué? ¿Y qué importa? ¿A quién le importa? ¿Quién la ha condenado?

Sí, tengo por ella un aprecio sin nombre. Tengo por ella un amor sin nombre. Y en ella quiero a todas las como ella, lo que hubiese sido que fue. No me importa ahora saber qué fue de los siete demonios que Jesús expulsó de ella, ni cuánto valía su perfume, ni con qué dineros lo había comprado.

No sé de nadie que me sea más próximo entre los humanos pecadores. La mujer más próxima entre los como yo. Nadie me es más prójimo. Y tan lejana, tan superior, tan inmensamente distante.

Me es el San Juan Evangelista de las mujeres.

He imaginado su rostro, su vida, su voz, sus gestos, su mirada, sus pasos. Miles de miles de veces. Como los de San Juan, el Amado.

No sé de ella mucho. Y ciertamente que menos que lo que saben los que saben.

Pero sé muchísmas cosas de ella. Las adivino, las imagino. Las sé.

Amo a esa mujer. Y, a su sombra, bajo su mirada, siempre he creído que nada malo me puede pasar, al fin. No hay doliente en esta tierra de sombras que me cuidara mejor que ella. Creo que nadie me conocería mejor, nadie sería más compasivo conmigo.

Cuando pienso cómo es amar a Jesús, pienso en San Juan, el Amado.

Y en ella. Imagino el modo en que miraría a Jesús, de lejos, de cerca, desde abajo. Siempre a sus pies.

La que mucho amó. La que amó. La que Lo amó tanto.

Y cuando le hacen valer sus faltas, sus pecados, por el amor que dio, por el amor con que pecó, no entiendo. Me pongo furioso: ¿Qué amor? Si es precisamente al revés...

Si pecó con todo y su amor, no por amor. Si amó para ya no pecar.

Y lejos de la virtud, lejos de la paciencia, cuando oigo los remanidos flirteos divinales, las bobas imaginaciones de romance teándrico, me sube una furia caliente, una furia torpe, infantil. Porque pienso en ella y en su amor a Jesús, como el amor de un niño, la fascinación de un niño, la libertad de un niño, la gratitud de un niño.

Miro a menudo, intento mirar, a Jesús con sus ojos (los de San Juan, el Amado, me quedan inmensos, no los imagino, sí los de ella...)

Y me doy cuenta de que no hay sitio desde donde se Lo vea mejor, como me pasa con San Juan.

Verlo desde Sus pies, uno a Sus pies, verlo recostado uno sobre Su pecho.

Ver hacia arriba. Cerca suyo, pero hacia arriba.

Como si el único lugar desde donde se Lo ve cerca, próximo, es a Sus pies, abrazado a Sus pies, recostado sobre Su pecho.

Están las genuflexiones regias y solemnes de los reyes, están las reverencias racionales de los doctores, están las reverencias del soldado y del héroe, están las reverencias sufridas de los maestros, las piadosas de los sacerdotes. Miles de modos de ser reverente.

Pero su reverencia es única. Es la reverencia del que ama. Y debería decir mejor de 'la' que ama.

Porque ese modo de reverencia es exclusivo de la mujer. Y del hombre, del varón, si acaso, si es que llega al amor místico, si es que es llamado al amor esponsalicio.

Nadie que no sea femenino en el amar podría tener esa reverencia amorosa, ese modo de amar reverente y feliz.

Y de los seres humanos, solamente las mujeres aman propiamente así.

Nosotros, los varones, cuando amamos así en realidad las imitamos. Y sólo a Él podríamos amarlo de ese modo.

Por eso María la de Magdala se me figura el amor humano mismo.

Sobreelevado, levantado por la gracia. Pero es la substancia misma del amor humano, en lo que tiene de humano frente a Dios. Si algo los hombres ponemos de nosotros mismos al amarlo, eso está en el amor de la Magdalena, como en ningún hombre podría estar.

Entonces, hoy, mi nostalgia y mi tristeza, mi pobreza de homenaje no tenía casi consuelo.

Hasta que.


* * *


Cerca de las doce, a mediodía, salí de mi escritorio. Me ahogaba la 'cueva'. El día estaba tan destemplado y más ventoso. Igual de gris.

Pero me puse a laborar con las manos, como se hace cuando hay que pensar. O rezar, a veces.

No encontraba en mí nada digno, nada que ofrecerle, nada que darle.

Varias veces tenté escribir algo en la bitácora. Algo que dijera el fracaso y la pobreza, siquiera.

Hasta que -acomodando herramientas, maderas- junté primero maderas viejas, papeles, ramas secas. Y me dije: Esto es.

Y encendí un fuego.

Hay en mi jardín, a diez pasos de mi cueva, maderas y leña de todas suertes. Por lo menos dos árboles, dos paraísos muy viejos que custodiaban hasta este otoño el frente de la casa, ya son leña, más o menos esparcidos cerca de la leñera y junto a la casa de madera de las niñas, en el fondo del jardín. Y por lo menos hay madera de otros dos árboles más. Restos de obras, ciruelos podados, eucaliptus recolectados por la calle, tuyas vecinas, un tercio de ciprés, la décima parte de un pino.

Mientras acomodaba todo eso -y recordaba con singular atención su procedencia, su antigüedad- fui separando troncos, ramas, leña.

Una pira de enorme volumen se apiló en el sitio de los fuegos. Y ardió.

Y ardió.

Más de doce horas.

Un 'fuegazo', como dicen los chicos de casa: "Hiciste un fuegazo", me dicen.

Y sí.

Un homenaje, pienso, ya casi conforme.

¿Qué otro homenaje a semejante amor, semejante fuego?

"Semejante fuegazo...", claro.


* * *


Horas pasé alimentándolo. Horas mirándolo, llenándome de humo, la ropa, los ojos, quemándome las manos.

Miré el fuego, primero mientras iba alrededor, haciendo cosas. Y ya después sólo mirando, alimentándolo.

Para que arda, para que ardiera.

¡Lo que se aprende del amor viendo arder el fuego...!

Todo lo que se aprende sobre el modo de arder el amor -y que no se sabe y jamás se entiende del todo- viendo arder el fuego.

Esta noche, para cuando termine el día, va a llover un poco. Unas cuantas lágrimas sobre el ardor del amor que todavía va a estar ardiendo.

Pero puede llover ya, unas lágrimas pocas o muchas lágrimas.

El homenaje está cumplido.

jueves, 21 de julio de 2005

Yo como orondo otro combo

Un poco más de prensa colada.

1. Ya lo decía nada más ayer: la utopía es infatigable. Este ideólogo de la época de Raúl Alfonsín (1983-1989) nos marca el camino al cielo.

2. La fatigada creatividad ha podido inventar apenas este titulito: Una ONG uruguaya lanzó el primer juego electrónico que impulsa el uso del preservativo. Está en la tapa digital de Clarín.

Propongo otro: Una ONG electrónica lanzó el primer juego preservativo que impulsa usar a los uruguayos.

¿Qué tiene? ¿Está mal?

En cuanto pueda, otro paseillo gastronómico.

miércoles, 20 de julio de 2005

Menú del día

Mezclemos un poco de todo.

1. La cuestión ésta de la encuesta que un programa radial de la BBC hace entre los oyentes. Sorpresa, alarma, asco. Según quién lo mire. El asunto es que los oyentes le dieron el podio de la filosofía (en el chart de los top twenty) a un tal Carlos Marx. Y el segundo lugar lo 'detenta' un señor David Hume. Uno vivió y murió en England; el otro, también era vecino de la isla. No tiene nada que ver. Digo, nada más...

Para mi gusto, es tan significativo el segundo lugar como la lista completa. También importan mucho los comentarios alrededor de la lista y su orden y lo dicho a propósito de la pole position de Marx.


Varias cosas deliciosas hay, como por ejemplo eso de que ni Stalin, ni Mao, ni la URSS (ni Marx) eran marxistas.

Porque todo el mundo sabe que hay un solo marxismo posible y verdadero: el triunfante, el coronado de laureles, el que no muestre flancos. Como, agrego yo, hay un solo capitalismo que vale la pena ser llamado tal: aquel al que no se le puede colgar ninguna falta.

Es el problema de las utopías: hay que esperar que se cumplan perfecta y totalmente para poder decir que son genuinas. Entretanto, ninguna coincide con la intención de su postulador o todas son abusos de confianza o malversaciones.

¡Pedazos de hipócritas chitrulos!

2. ¿Qué habremos hecho para merecer esto?: Más de la mosca de la fruta y otras floraciones genomáticas...

En realidad, y esto ya es abusivo, es lo mismo pero con ingredientes. Ahora la cuestión viene con el agregado 'indianajonesco' de la búsqueda de la infidelidad perdida (lo que ya estaba contenido en entregas anteriores, pero... estas vaquitas no se cansan de dar leche)...

Sigue siendo un disparate, disculpen. Y la frase final del articulejo de divulgación no es sino una confirmación: todo lo que decimos del hombre sería un acierto fenomenal si se pudiera probar en el hombre..., lástima que el hombre no se deja...

En realidad, no les sale a ellos. No hay nada más sencillo que experimentar con el hombre. Hasta uno mismo puede experimentar consigo mismo, sin tomarse la molestia de ponerse un guardapolvo blanco o poner cara de rata de laboratorio.

Tal vez, se me ocurre ahora, el problema de estos tipos es que de veras creen que Marx es la Reina de la Primavera de la Filosofía. Y Hume, la primera Princesa...

Si uno se toma el trabajo de leer un poco, enseguida encuentra cosas que podrían explicarle a uno de dónde viene la infidelidad, por ejemplo.

Porque hasta yo lo sé. Y sin leer ningún libro. Y sin tocarme ningún gen.

En realidad, basta mirar el propio corazón con cierta atención. Y, ¡eureka!: la infidelidad. De todos los pelos y marcas: la infidelidad a toda clase de cosas, personas e ideas.

Porque, por ejemplo, no sería la primera virtud la Fe, si no fuera tan fácil, si no estuviera tan a mano la infidelidad.

Allí está la mujer adúltera del Evangelio, rica en importante información genética para científicos.

Cualquiera sabe que la infidelidad por ejemplo conyugal -que parece ser la infidelidad emblemática- es el signo de otra infidelidad a algo más alto y más sagrado.

Más aún: la infidelidad conyugal siempre es el signo del avasallamiento de lo sagrado. Porque además o así empieza o a eso llega finalmente, tarde o temprano.

Entonces, habrá que seguir buscando en la cadena y en el genoma. Algún gen que genere la reverencia a lo sagrado, algún gen que genere lo sagrado, seguro que se podría encontrar...

3. De postre: frutillas con crema (fresas con natilla...je, je..) O tiramisú, porque viene de la Bella Italia la información. Aunque la revista de la Sociedad Norteamericana de Física es la madre del borrego. Y el borrego es un físico israelí.

El tipo quiere viajar en el tiempo para atrás metiendo mano entre las curvas de un agujero negro...

En fin, ¿saben qué?: una entrada y un plato ya es suficiente por ahora. No voy a comer postre...

Un tecito.

Y listo.

Tarea para el hogar

No sé si es necesario decirlo. Pero, por las dudas.

Habitualmente, se suele omitir la aclaración de que lo que sale publicado, lo que aparece en un medio, tiene una cuota de error, de mentira, de omisión, de recorte. Por definición.

No se podría -concedo- trasladar la realidad representada de modo que fuera idéntica en todo absolutamente a lo dicho o exhibido de ella: identidad imposible entre el signo y lo significado.

Sería un disparate.

Como aquella ¿humorada? borgeana de hacer un mapa que tuviera las dimensiones reales del universo.

Una foto no es la cosa fotografiada, tiene -en cuanto representa- una existencia en parte prestada. Es lo que permite mostrar la foto y decir: "Éste es mi padre", cuando sabemos que eso es una fotografía en la que aparece retratado mi padre.

Por supuesto.

Está claro que una cosa es la palabra que designa una cosa y otra cosa es la cosa que designa la palabra.

Muy bien.

En materia de medios, sin embargo, el asunto cambia.

Creo que todo el mundo sabe que se trata de un equívoco más o menos criminal. Por lo menos, criminal para la vida del espíritu.

Cuando nos ocupamos del periodismo, de lo que sale en los medios periodísticos, lo hacemos suponiendo muchas veces (y advertirlo depende de varios factores) que hay en los medios una falla radical.

Podría no estar en el medio mismo, porque teóricamente el medio es instrumental, y 'en teoría'...

Pero, de hecho, es casi imposible ignorarla y no asociarla a la propia actividad.

Esa falla, que ya forma parte del sistema de tráfico de información o de opinión, es casi la substancia misma del sistema.

Hace tiempo que los medios saben que logran substituir la realidad real a fuerza de palabras, sonidos o imágenes.

Tanto tiempo hace -medido en tiempo contemporáneo, es decir mucho más veloz y por lo tanto breve que 'otros' tiempos anteriores-, que quienes tienen en su mano el tráfico, muchísimas veces no advierten la diferencia entre la realidad real y la substituta, cuando no creen que es indiferente la diferencia.

En lo que a mí respecta, cada vez que -y son muchas las veces que- hago referencia a lo que aparece en los medios, siempre lo hago pensando que lo dicho tiene esa falla y que es imprescindible desmontar el mecanismo que hace que la falla triunfe una y otra vez.

Lo lograré o no, pero mi intención es, además y siempre, poner al interlocutor ante la realidad misma, la realidad incluso interior, la propia experiencia.

Como consumidores de medios, somos otro, somos alguien distinto de nosotros mismos. Olvidamos, ignoramos que somos nosotros mismos.

Olvidamos habitualmente (incluso mezclamos) lo que realmente sabemos, sentimos o pensamos, con lo que se supone que pensamos, sabemos o sentimos, según nos obliguen a hacer el esfuerzo de pensar, sentir o saber algo para poder entender lo que nos dicen y prestarle a lo que nos dicen el primer asentimiento crucial.

Y el primer asentimiento crucial es admitir que eso que representa la realidad 'es' en realidad la realidad.

Es decir, que lo que representa la realidad representa efectivamente la realidad real. Aunque lo allí representado desmienta lo que sabemos, lo que pensamos y lo que sentimos.

Y cuando llegamos a este punto, ya no importa nada la naturaleza instrumental del medio.

Lo que es vitalmente crucial, además, es que no concebimos la existencia sin esa presencia mediática.

Podrá decirse que son las condiciones de este tiempo. Y son.

Pero lo que resulta criminal es que el espíritu humano ya no puede funcionar casi sino es de este modo mediatizado, subsitutivo.

Vayámonos experimentalmente a los extremos. A ver.

Hagan la prueba. Eliminen toda presencia mediática.

No, no me expliqué bien: toda intermediación.

Desde el libro y la fotografía y el papel y el lápiz, sí. Aunque hoy resulten rudimentarios.

Eliminen cualquier música que no sea la de la voz o el instrumento en vivo. Eliminen la radio, eliminen la publicidad de la calle, eliminen la televisión, eliminen el cine (dejen el teatro en vivo, en el teatro), eliminen por supuesto la máquina con la que están leyendo esto (y tantas otras cosas mejores que esto), eliminen los teléfonos, no jueguen a nada mediatizado, no hablen de nada que hayan recibido por esa vía mediática fuere cual hubiere sido...

Hagan la prueba.

Sé que no son todos los medios iguales. Pero dejen -diagnóstica y terapéuticamente- todos los medios de lado. De pronto, de repente, de golpe.

Hagan la prueba.

Veamos qué queda de nosotros mismos, qué de nuestros reales intereses y preocupaciones, qué de nuestras alegrías y esperanzas, qué de nuestras angustias y dolores, qué de nuestra propia experiencia, qué de nuestros intercambios personales, cuando es cuestión de quedarse sin más mediación que nosotros mismos.

martes, 19 de julio de 2005

Hansel & Gretel

A veces pasa. Por ejemplo, cuando tienen poco material.

Una de las horribles pesadillas del periodista es la página (la pantalla, ahora) en blanco... y nada en la mano.

Entonces se vuelve de periodista en filósofo, antropólogo, sociólogo, psicólogo, teólogo. Por mero vacío.

Y es entonces cuando la cosa puede ponerse interesante. Porque es entonces cuando, habitualmente, el periodista deja caer las miguitas de pan, semiperdido en el bosque de su soledad y su pobreza.

La mayoría de los periodistas, claro, porque generalizar es un poco injusto.

Digamos que la inmensísima mayoría, para ser justos.

Éste es un ejemplo como cualquier otro.

Merece un análisis, porque además del extracto del manual del periodista, hay puntos bastante reveladores que tratan la cuestión como un problema cultural.

Un personaje de Mel Gibson (en una película que creo que se llamaba "Complot") aparecía como un furioso perseguidor de conspiraciones de organismos secretos.

En su casa-archivo-búnker podían verse enormes pilas de recortes clasificados. El personaje encarnado por el australiano solía decir que no faltaba información, que la información 'estaba', aunque dispersa. Bastaba tomarse el trabajo de buscarla y 'procesarla'...

No digo tanto, pero algo de cierto hay. Porque el articulito de Wizñaki, en medio de clasificaciones y distinciones que son ejemplo de lo mismo que pretende decir, tiene párrafos como éste que copio más abajo que, si uno tuviera tiempo, sería un buen epígrafe para un ensayo en 5 tomos sobre el asunto, que no me parece que vaya a escribir yo...

Hay otra visión. La que concibe a la tarea de edición según parámetros racionales y no caprichosos, la que concibe a la edición de las noticias según aproximaciones jamás objetivas, naturalmente, pero sí asociadas con hechos que acontecen y que efectivamente interesan porque de verdad le interesan a las audiencias. Por cierto, y tampoco podría ser de otra manera, los hechos son configurados según cierta perspectiva editorial. Pero ese perspectivismo, es el que enriquece el mundo comunicacional: el juego de las perspectivas y el conflicto de las interpretaciones sobre ellas funda el debate democrático y dispone a la sociedad civil y también a la clase política, en una arena dialógica y tolerante a la diferencia.

sábado, 16 de julio de 2005

Secretos de familia

Por si alguien puede y quiere verlo, aquí está.

Si no, más abajo lo copio.

Porque tiene varias cosas notables esta nota.

La primera es que se trata, según se ve, de un artículo publicado en la cadena BBC Mundo, lo cual me hace pensar en nuestras tierras y en nuestras cosas. Tengo que reconocer que por menos que eso, aquí -en cualquier asunto- ya se estaría hablando de una consiparción, de una operación mediática, de un ataque a la democracia.

No hay nada que hacerle, hay decadencias más vistosas que otras. Creo que Blair es un mamarracho, como creo que Kirchner es un pelafustán. Pero a la hora de mostrar el paisaje alrededor, hay que admitir que no es lo mismo.

Por otra parte, y esto es otra segunda cuestión, es curioso el balurdo que se le arma a occidente cuando tiene que pensar y hablar de los musulmanes (parecido al balurdo que se le arma cuando hay que hablar de los judíos, si vamos al caso y desde bastante antes...)

Son esas cosas de las que hay versión oficial universal, ni siquiera convenida siempre, sino espontánea ya. Un tópico. Y punto. Como por ejemplo, y si vamos a otros asuntos, los crímenes en la Unión Soviética, o en el sudeste asiático comunizado, son esa clase de puertas cerradas al final del pasillo de la familia occidental. Allí no se entra y no preguntes qué hay. Como esos secretos de familia, tan celosamente ocultos, tan irritantes cuando uno llega a grande y se entera de que el tío Carlos no está de viaje (permanente) por el extranjero, como siempre le dijeron a uno y uno siempre creyó, sino que se mandó a mudar con una colegiala 30 años menor o que la prima Florinda no se fue a vivir al Chaco, donde uno la imagina -y con todo lo que uno la extraña-, sino que tuvo que salir disparando de los lugares que solía frecuentar por estafadora...

Pero, con todo, y aunque esta nota que copio tiene esa marca también (y en eso no se atreve a sacar los pies del plato demasiado, aunque sí un poco apenas, haciendo malabares para decir y no decir nada ni demasiado bueno ni demasiado duro a favor o en contra del Islam...), hay que reconocer que tiene su rasgo el publicar algo así, mientras humean los hierros por todas partes...

ver

Si los niños fueran británcios


Los autobuses se detuvieron, se detuvieron los autos, los trenes se quedaron quietos en las vías, los aviones esperaron en las pistas de los aeropuertos, y la gente se quedó donde estaba y guardó dos minutos de silencio por los muertos del jueves.

Se me hizo un nudo en la garganta, porque nadie se acordó de los veinticuatro niños que murieron apenas ayer en Irak cuando estalló un vehículo cargado con explosivos. Pensé cuál habría sido la reacción de todos nosotros si hubieran sido niños británicos.

Y entonces se acabó el silencio y volví al trabajo de informar que el gobierno entablará un diálogo con los dirigentes políticos y espirituales de la comunidad musulmana del Reino Unido, y que la policía busca a los cómplices de quienes pusieron las bombas en el metro y en un autobús de Londres.

Es la ira

Lo primero que va a descubrir el gobierno, si se lo propone, es que no hay una comunidad musulmana sino varias, según la ciudad y la parte de la ciudad en que vivan. Lo segundo que va a descubrir es que hay una amplia e irremediable brecha generacional y cultural entre los dirigentes y sus comunidades.

Los analistas, que en estos días se han multiplicado para explicarlo todo, explican que los imanes crecieron con la idea de no cuestionar lo que pasa, y que los jóvenes crecen con la necesidad de preguntar por qué pasa lo que pasa.

Azzam Tamimi, quien dirige el Instituto Islámico de Pensamiento Político, sostiene que la violencia no tiene motivos religiosos. La violencia se debe a la ira que sienten algunos jóvenes al ver lo que les pasa a otros musulmanes en el mundo sin que nadie haga o diga nada, dice el doctor Tamimi.

De ahí, explica el doctor, es fácil entender su ira y su indefensión ante cualquiera que venga a inculcar un mensaje de venganza que nada tiene que ver con el Corán ni con el Islam sino con la impotencia. Y mucho me temo que el gobierno británico no tiene nada qué decir sobre esa impotencia.

El desconocimiento y el miedo

Por lo pronto estamos ante un dilema. El Islam sigue siendo un misterio para la gran mayoría de nosotros, y el desconocimiento es padre de la desconfianza que nos hace ver en los demás una amenaza. Pero no todos los musulmanes son iguales, y así habría que entenderlo.

Imagino que muchos de ellos están tan confundidos como quienes no somos musulmanes ante lo que pasa, ante lo que otros hacen en nombre de la fe de sus mayores, y tampoco saben qué pensar, aunque temen que el mundo los condene por cosas que unos cuantos hicieron.

Tendremos que aceptar que el hombre tiene una raíz del mal, y que se trata de una raíz universal. Después de todo, nadie tiene el monopolio de la virtud como nadie tiene el monopolio de la maldad, pese a que haya quienes aseguren lo contrario.

Sólo así podremos entender que quienes detonaron las bombas en Londres son iguales que quienes hicieron estallar el automóvil en Bagdad, porque los mueve la misma indignación y los hace cometer los mismos crímenes.

En todo caso, la reacción internacional ante lo que pasó en Londres y lo que pasó en Bagdad ilustra la diferencia que parece indignar a los musulmanes.

Cuatro británicos cometen un atentado en su patria, y uno no deja de hablar sobre ellos. Un árabe anónimo hace estallar un vehículo lleno de explosivos y mata a veinticuatro niños iraquíes, y el mundo guarda dos minutos de silencio por los muertos en Londres.

Algo me dice que no es justo.

Miguel Molina
Columnista, BBC Mundo

Qué se yo

¿Por qué me hace acordar a tantos grupos, obras, sectas, fundaciones, congregaciones?

¿Por qué no me llama para nada la atención?

¿Por qué da un poco de tristeza?

Al que madruga...

Esta mañana, me desperté temprano. Por casualidad. Pero eso me permitió ver al 'nuevo' Boca del Coco Basile en Coreasur, a eso de las 7. Quería ver cómo 'estábamos' después de tanta crisis...

Un engendro ese campeonato, no sé qué cosa de la Paz (así tiene que ser, con mayúscula...)

El partido fue contra el Tottenham inglés y terminó 2-2, nada impresionante, pero bastante bien los nuevos: Insúa, Bilos, etc.; y eso más los chicos más 'elegantes' del viejo equipo, que quedaron: Gago, Palacios...

Una imagen del arco de Abbondanzieri, mostraba colgando de un parapeto en la tribuna una sábana con la cara del Che.

Sí, en Coreasur.

Y pensé, no sé por qué en ese registro: "¡Lo que es el capitalismo! ¡Lo que es tener una marca...!"

Para mi sorpresa y perplejidad, ya a mediodía, recorría las tapas de los diarios nacionales e internacionales.

Y allí estaba: Così il Che è diventato il logo del capitalismo...

Leí todo sin mirar la firma: era del hijo de Vargas LLosa y se trataba de una traducción de una columna suya en The New Republic. Es simpática la 'volanta' de los 'tanos': "Il mito del comandante riletto da un saggista latinoamericano".

Y ahora no sé si pedir el diploma de profeta-vidente honoris causa, o dejar de leer los diarios, o mirar fútbol a la tarde/noche, o levantarme más tarde...

Porque eso de andar coincidiendo con Álvaro Vargas...

Con todo, el artículo tiene aquí y allá cosas curiosas. Especialmente en materia religiosa (una línea poco frecuente para atacar al Che...)

Pero, como su padre, Álvaro tiene el arte de la seducción periodística y es difícil creerle los atisbos de buena fe, y de Fe.