domingo, 15 de julio de 2007

El último número

En diciembre de 1969, salió el último número de Jauja, la revista que dirigía el P. Leonardo Castellani.

En el Directorial de ese número 36 -tal convenga releerlo- escribe sobre casi todo: partidos políticos, libros, educación, Iglesia, prensa, publicidad, los 'buenos', los malos. Incluso esjatología, que siempre hay. Y hasta unos versos al cierre, sobre "el Rey que Viene". Incita a seguir, a no cejar. Da alguna pista sobre qué hacer y cómo. Hacia la mitad de la descripción -desoladora para el tuerto; también actual, y también desoladora para el tuerto actual- recuerda que "Dios no nos pide que venzamos sino que no seamos vencidos".

Castellani dice al principio:
Con este número 36 cesa la revista JAUJA. La razón ya la dimos hace un año justo: falta de fuerzas físicas. La vejez, la enfermedad y la muerte son lote de todos los mortales; y son aún peor estos males que nacer en un país mal gobernado.
En las líneas finales, con las que se despide la revista (y él) dice:
Hay otros montones de cosas qué decir, pero tengo pereza.

Indudable la revista contribuía a mantenerme alegre; pero... quizá ya no es más tiempo de andar alegre, yo por lo menos.
Y eso es todo.

Si no fuera porque él lo dice, nada en el número -y en el resto del Directorial- hace pensar que es el último.

Pero, bien miradas, así son las cosas.

Castellani tenía entonces 70 años y una vida muy trabajada. Le quedaban 11 años de vida.

De vida viva.

Él no lo sabía, claro. ¿Quién sabe qué sabía? ¿Cómo saber qué pasará mañana? ¿Cuántos mañana quedan?

Por lo menos, publicó unos 10 libros en esos años últimos. Más artículos, algunos prólogos, reportajes. Más algunos cursos y conferencias. Hay también unas 7 reediciones de obras anteriores a 1969 en ese tiempo. Creo que el mejor de sus libros de estos años es De Kirkegord a Tomás de Aquino, de 1973.

Pero hay que darle algo de razón. Sus grandes libros son anteriores a 1969. Aunque es verdad que no se murió en 1969 sino en 1981.

Cerró la revista, es verdad. Pero dejó la revista, es verdad también. Y dejó otras cosas.

Como semilla.

En ese Directorial dice también:
Por lo tanto, lo que hay alomás es semilla; y por tanto tendrá que obrar como semilla, lentamente y por almácigos; y el resultado irlo a esperar a la Chacarita.

Puede ser.

No es un mal plan.

Y está el tono, claro. El talante.

Tal vez él mismo era el tono. Y sin tal vez. Tal vez era un talante, al final.

¿Cuánto habrá de verdadero en eso de que la revista contribuía a mantenerlo alegre?

Creo que le creo.

Quizá la revista contribuía con una alegría. La alegría podía ser la revista. O quizá alguna alegría empujaba la mano. Mientras había revista, había cierta alegría. Tal vez mientras había cierta alegría, había revista.

Ya no, dice.

Pero dice que igual hay que seguir. No ser vencido. Seguir.

No con la revista, si acaso. Pero seguir.

Sin esa alegría, quién sabe cuál. Sin la alegría de la revista o la revista de la alegría. Pero seguir.


Es consolador.

Dice -otra vez- que dolor y esperanza pueden convivir y conviven.

Y que por eso se puede seguir.


Lo demás, semilla, irlo a esperar a la Chacarita.