miércoles, 20 de julio de 2005

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Mezclemos un poco de todo.

1. La cuestión ésta de la encuesta que un programa radial de la BBC hace entre los oyentes. Sorpresa, alarma, asco. Según quién lo mire. El asunto es que los oyentes le dieron el podio de la filosofía (en el chart de los top twenty) a un tal Carlos Marx. Y el segundo lugar lo 'detenta' un señor David Hume. Uno vivió y murió en England; el otro, también era vecino de la isla. No tiene nada que ver. Digo, nada más...

Para mi gusto, es tan significativo el segundo lugar como la lista completa. También importan mucho los comentarios alrededor de la lista y su orden y lo dicho a propósito de la pole position de Marx.


Varias cosas deliciosas hay, como por ejemplo eso de que ni Stalin, ni Mao, ni la URSS (ni Marx) eran marxistas.

Porque todo el mundo sabe que hay un solo marxismo posible y verdadero: el triunfante, el coronado de laureles, el que no muestre flancos. Como, agrego yo, hay un solo capitalismo que vale la pena ser llamado tal: aquel al que no se le puede colgar ninguna falta.

Es el problema de las utopías: hay que esperar que se cumplan perfecta y totalmente para poder decir que son genuinas. Entretanto, ninguna coincide con la intención de su postulador o todas son abusos de confianza o malversaciones.

¡Pedazos de hipócritas chitrulos!

2. ¿Qué habremos hecho para merecer esto?: Más de la mosca de la fruta y otras floraciones genomáticas...

En realidad, y esto ya es abusivo, es lo mismo pero con ingredientes. Ahora la cuestión viene con el agregado 'indianajonesco' de la búsqueda de la infidelidad perdida (lo que ya estaba contenido en entregas anteriores, pero... estas vaquitas no se cansan de dar leche)...

Sigue siendo un disparate, disculpen. Y la frase final del articulejo de divulgación no es sino una confirmación: todo lo que decimos del hombre sería un acierto fenomenal si se pudiera probar en el hombre..., lástima que el hombre no se deja...

En realidad, no les sale a ellos. No hay nada más sencillo que experimentar con el hombre. Hasta uno mismo puede experimentar consigo mismo, sin tomarse la molestia de ponerse un guardapolvo blanco o poner cara de rata de laboratorio.

Tal vez, se me ocurre ahora, el problema de estos tipos es que de veras creen que Marx es la Reina de la Primavera de la Filosofía. Y Hume, la primera Princesa...

Si uno se toma el trabajo de leer un poco, enseguida encuentra cosas que podrían explicarle a uno de dónde viene la infidelidad, por ejemplo.

Porque hasta yo lo sé. Y sin leer ningún libro. Y sin tocarme ningún gen.

En realidad, basta mirar el propio corazón con cierta atención. Y, ¡eureka!: la infidelidad. De todos los pelos y marcas: la infidelidad a toda clase de cosas, personas e ideas.

Porque, por ejemplo, no sería la primera virtud la Fe, si no fuera tan fácil, si no estuviera tan a mano la infidelidad.

Allí está la mujer adúltera del Evangelio, rica en importante información genética para científicos.

Cualquiera sabe que la infidelidad por ejemplo conyugal -que parece ser la infidelidad emblemática- es el signo de otra infidelidad a algo más alto y más sagrado.

Más aún: la infidelidad conyugal siempre es el signo del avasallamiento de lo sagrado. Porque además o así empieza o a eso llega finalmente, tarde o temprano.

Entonces, habrá que seguir buscando en la cadena y en el genoma. Algún gen que genere la reverencia a lo sagrado, algún gen que genere lo sagrado, seguro que se podría encontrar...

3. De postre: frutillas con crema (fresas con natilla...je, je..) O tiramisú, porque viene de la Bella Italia la información. Aunque la revista de la Sociedad Norteamericana de Física es la madre del borrego. Y el borrego es un físico israelí.

El tipo quiere viajar en el tiempo para atrás metiendo mano entre las curvas de un agujero negro...

En fin, ¿saben qué?: una entrada y un plato ya es suficiente por ahora. No voy a comer postre...

Un tecito.

Y listo.