lunes, 15 de agosto de 2005

De Maria numquam satis

Así se llamaba una sección permanente que había en aquella revista entusiasta.

Aquel amigo que aportó tiempo atrás la mayoría de los materiales para la Temporada Otoñal de Sonetos, tenía a su cargo -por gusto y propia devoción- esa sección, De Maria numquam satis (*), en la que incluyó versos marianos de Rafael Alberti, Del Valle Inclán y Edgar Poe.

Eran homenajes a Nuestra Señora.

Éste que traigo en primer lugar tiene importancia. Precisamente, y además de lo que vale, pertenece al último número que se escribió y que permanece inédito. Fue hace unos siete años, y la prueba de galera que conservo está fechada para estos días de 1998.
Dios te salve, preciosa reina de gran valía,
esfuerzo e conorte de quien en Ti se fía;
a Ti viene tu siervo ofrecer este día
una pequeña prosa do dice "Ave María".

María muy graciosa, tu nombre es loado,
así te llamó el ángel que a Ti fue enviado
cuando te saludara e te traxo recado
que Fijo de Dios e omne en Ti serié encarnado.

Gracia de Dios contigo fue aquella sazón;
maguer hobiste espanto en el tu corazón,
con mucha humildanza e firme devoción
dexiste: "Dios lo compla según el tu sermón".

Llena de Espirtu Santo fueste, Señora mía,
e fincaste preñada del Salvador Mexía,
Virgen siempre e doncella, que atal parto cumplía
al nacimiento santo de quien esto facía.

Señor Dios que crió el cielo e la mar,
te quiso de tal don e de tal gracia doctar
que Tú fueses la madre del que venía salvar
el humanal linaje, que fizo Adán pecar.

Contigo Trinidat allí fue ayuntada:
la corte celestial en Ti fizo morada;
Madre de Dios, Esposa, Fija, fueste llamada,
así eras de los santos antes profetizada.

¡Bendita Tú, la madre, que a Dios concebiste!
¡Bendita la mujer, que tal fijo pariste!
¡Bendita la doncella, que nunca corrompiste!
¡Bendita e loada, que tal fijo nos diste!

En las mujeres todas, Tu fueste escogida
sola, Señora mía, por quien hobieron vida
los que yacían en pena e en cuita dolorida,
en los baxos abismos, por la culpa debida.

Bendito es el que ayudas e en Ti tiene esperanza;
los que a Ti se acomiendan, acorres sin dubdanza;
por Ti llegan al puerto de toda buenandanza:
¡Señora, Tu me vale en esta tribulanza!


Pero López de Ayala, Rimado de Palacio (Siglo XIV)

Dos había de Rafael Alberti, por otra parte, y merecen un lugar.
Día de tribulación

¡Oh Virgen remadora, ya clarea
la alba azul sobre el llanto de los mares!
Contra mis casi hundidos tajamares,
arremete el mastín de la marea.
Mi barca sin timón, caracolea
sobre el tumulto gris de los azares.
Deje tu pie, descalzo, sus altares,
y la mar negra verde pronto sea.
Toquen mis manos el cuadrado anzuelo
-tu escapulario-, Virgen del Carmelo,
y hazme delfín, Señora, tú que puedes...
Sobre mis hombros te llevaré a nado
a las más hondas grutas del pescado,
donde nunca jamás llegan las redes.


Días de amor y bonanza


Que eres loba de mar y remadora
Virgen del Carmen, y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.
Que eres mi timonel y eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en el frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.
Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen!, cuando la escollera
parta la frente en dos de mi navío,
loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío.

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(*) La expresión significa "Acerca de María jamás se dirá lo suficiente".
Se le atribuye a
San Bernardo, aunque, según se dice, la expresión literal no es suya sino que figura -atribuida por el autor a 'los santos', lo que incluye a San Bernardo- en el Tratado de la Verdadera Devoción a María, de San Luis María Grignion de Monfort.