martes, 23 de agosto de 2005

Ver para creer

Pío XI fue el primer papa en hablar por radio y Pío XII fue el primero en dirigir un mensaje a través de la televisión.

Fue el 17 de abril de 1949.
Grande fue la emoción el 12 de febrero de 1931 cuando, por vez primera, la voz de nuestro predecesor Pío XI, de inmortal memoria, llevada por las ondas de la radio, hizo escuchar desde las extremidades de la tierra el Evangelio de la paz y del amor para la reconciliación de los corazones divididos. Ya no era leer la palabra sólo en los fríos resúmenes de las páginas de los diarios; desde aquel momento la voz del Padre común llegaba directamente a cada uno de sus hijos(...) ¿Cuánto camino recorrido desde entonces! El contacto con la voz no apagaba todo nuestro deseo. En el fondo de nuestro corazón sentíamos siempre la misma impresión que había expresado San Pablo de modo tan conmovedor: Testigo me es Dios, decía, que nunca dejo de hacer memoria de vosotros en mis oraciones... Ansío veros (Rom. 1, 9) Nos conocemos la reciprocidad de ese deseo. Etapa por etapa, los progresos de la ciencia y de la técnica, radio y cine, han conducido a la consecución de la televisión de la que hoy gozamos (...) De la televisión esperamos efectos de la mayor importancia, para la revelación cada día más luminosa de la verdad a los entendimientos sinceros.

Apenas cinco años después, el mismo papa formulaba preguntas programáticas sobre el destino de la televisión y su incidencia en la sociedad, preguntas que ya encierran advertencias y temores.

Lo hizo al dirigir un mensaje en ocasión de la inauguración de los programas de Eurovisión, el 6 de junio de 1954:
La televisión puede lanzar una mirada curiosa hacia todas las cosas y meterse en el corazón de los acontecimientos. Así se convierte en un instrumento privilegiado de la exploración humana, un medio eficaz para poner a los hombres en contacto unos con otros y para revelarles de modo más rápido y seguro, y con una fuerza inesperada de penetración, las innumerables formas de la vida contemporánea. Apenas se percibió la gran envergadura de este medio de difusión de hechos e ideas, apareció un delicado problema: ¿cuáles son los valores morales del mundo, en parte todavía nuevo, que se abren a la televisión de un modo más completo y más atrayente que la radio y el cine? ¿No es posible, tal vez, que con estos bienes se entremezcle algo que podría ofender el sentido moral del espectador? Por lo tanto, ¿no sería el primer y natural deber de las entidades de la televisión y de los telespectadores el de proceder a una cuidadosa selección? La sociedad de hoy tiene ya demasiadas llagas abiertas, inferidas por el influjo corrosivo de cierta prensa y de análogos productos del cine y de la radio. Este nuevo y eficaz medio de telecomunicación, ¿agrandará el mal o tal vez sus promotores sabrán dar a la empresa, ya desde sus comienzos una orientación realmente constructiva y genuinamente sana?

Así, 40 años después de aquella intervención de Pío XII, Juan Pablo II, en su Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, "Televisione e famiglia: criteri per sane avitudini nei vedere" (L'Osservatore Romano, 24-25/01/94), dice esto:

La televisión puede tener efectos negativos en la familia, aun cuando los programas televisuales en sí mismos no sean moralmente criticables. Ella puede llevar a los miembros de la familia a aislarse en mundos privados, apartándolos de auténticas relaciones interpersonales, también puede dividir la familia alejando a los padres de los hijos, y a los hijos de los padres. (...) Formar los hábitos de los niños significará a veces, simplemente apagar el televisor porque hay cosas mejores para hacer, o porque la consideración por otros miembros de la familia lo exige, o porque la visión indiscriminada de la televisión puede ser dañina. Los padres que hacen uso regular y prolongado de la televisión como una especie de 'niñera electrónica' abdican de su papel de educadores primeros de sus hijos. Tal dependencia de la televisión puede privar a los miembros de la familia de oportunidades de interactuar uno con el otro por medio de la conversación, de actividades y de la oración en común?.



Las conclusiones, cuando tenga más tiempo.