jueves, 13 de octubre de 2005

El guardián del tesoro

Apenas antes de la famosa batalla de Hastings (la invasión de Guillermo el normando a Inglaterra), en 1066, murió el rey Eduardo, llamado el Confesor.

Fue canonizado en 1161 y dicen que tenía el poder de curar con la imposición de manos, algo que otros reyes han tenido. En 1163 se trasladaron sus restos a la Abadía de Westminster -que él había mandado a construir y no vio terminada- en medio de una ceremonia que presidió el arzobispo Tomás Becket, después mártir a manos de Enrique II (episodio que da lugar a Asesinato en la Catedral, de T. S. Eliot.)

Por entonces, la iglesia lo nombró a Eduardo el confesor patrono de los reyes, pero también de los matrimonios en problemas y de las mujeres separadas. Parece que no tuvo hijos en razón de un voto de castidad anterior a su matrimonio.

Hasta 1348 fue también el santo patrono Inglaterra, en que fue sustituido por San Jorge.

Bien.

Por lo pronto, había reyes santos como había obispos mártires. Es decir, evidentemente santos y mártires. Porque incluso en 'esta' Inglaterra hoy mismo, seguramente hay santos también, sin duda.

Aunque no parezca, que lo que uno no ve Dios lo sabe.

* * *

El nombre Edward, según parece, procede de un germánico hrodward, cuya traducción puede ser guardián glorioso, protector de su feudo, guardián del tesoro, ejército glorioso, y asuntos así.

Cada nombre es un destino, decían los antiguos.