miércoles, 12 de octubre de 2005

El otro

En El Hacedor, de 1960 (y con numerosas ediciones posteriores), Borges escribió esto
Borges y yo

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cual de los dos escribe esta página.


Tal vez el texto no le hace entera justicia -aun con estar inteligentemente dicho que el espejo no le devuelve nada-; pero en parte muestra por qué no basta la 'política de mierda' para explicar las cosas grandes. En realidad esa política no alcanza para explicar nada y todavía más: empioja cualquier explicación.

Porque no sé si se trata exactamente de política.

Hay una cosa grande que se llama de la misma manera y de la que otro día, con más ganas, hay que hablar.

Pero, por ahora, digo que es también un poco de 'política de mierda' jugar a la existencia virtual.

Me parece que siempre que hay pose, hay 'política de mierda'.

En cualquier cosa.