viernes, 14 de octubre de 2005

Omnium Britanniarum Rex

Miren lo que son las cosas (y esto viene a cuento porque estuve hablando de que un nombre es un destino, y de Tomás y Enrique.)

El caso es que si uno es inglés y se llama Tomás y es católico, es muy probable que llegue a ser mártir, si acaso le tocare un rey que se llama Enrique y eso contando con que le ofrezcan el cargo de canciller, claro.

Así fueron las cosas en el caso de Enrique II -que nombré ayer- y su canciller, santo Tomás Becket, muerto a cuchilladas en 1170 por cuatro 'caballeros' en Canterbury, la catedral sede de su arzobispado. Por esta razón el rey fue excomulgado por Alejandro III y perdonado después de larga penitencia. A Tomás Becket lo canoniza el mismo papa en 1173 y su fiesta se celebra el 29 de diciembre.

En 1535, Enrique VIII mandó al cadalso a sir Tomás Moro, su canciller, que murió decapitado. Cuatrocientos años después, en 1935, Pío XI canonizó como mártir al último canciller Tomás del último rey Enrique en Inglaterra. Su fiesta se celebra el 22 de junio.

Parece curioso además que este Enrique se ensañara con el anterior Tomás, pues mandó a destruir el cofre que contenía las reliquias del arzobispo mártir e hizo desaparecer su nombre -muy reverenciado en Inglaterra- de las ceremonias litúrgicas.

Como digo, el Octavo fue el último Enrique, king of England.


Ahora bien, en nuestros días hay en la isla un coronable: Henry Charles Albert David Mountbatten Windsor. El príncipe Harry, para los amigos.