La oía cantar anoche tarde una canción italiana del siglo XVIII. Raro, una melodía anónima.
O leggiadri occhi belliDespués de dos o tres veces, me di cuenta de que me sonaba el modo de decir. Y por esas cosas que tiene la memoria, me acordé de Gutierre de Cetina y de su famoso Madrigal.
O leggiadri occhi belli,
occhi miei cari,
vivi raggi del ciel
sereni e chiari,
poiché tanto bramate
di vedermi languire,
di vedermi morire,
occhi belli che adoro,
mirate ch'io moro.
O serene miei luci,
o luci amate,
tanto crudel al mio amor,
quanto spietate,
poiché tanto godete
della fiamma ch'io sento,
del mio grave tormento,
deh miratemi un poco
e gioite al mio foco.
Ojos claros, serenos,En eso estaba cuando volví el oído a una cuarteta de Antonio Caldara, bastante típica en su elegancia cortesana y que Cecilia hace con suavidad.
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
Selve amichePero, a esta altura, ya me había acordado de la fiesta de santa Cecilia. Y me hizo gracia la coincidencia.
Selve amiche, ombrose piante,
fido albergo del mio core,
chiede a voi quest'alma amante
qualche pace al suo dolore.
No tanta gracia, sin embargo, como una insólita joya de Vivaldi, trágica y doliente y, pese a todo, dulcísima. Además de la rareza de que sea una esposa amante la que llora su infortunio por el desprecio de su marido, a quien final y curiosamente llama además de "mi corazón, mi esposo, mi amado": "mi esperanza..."
Sposa son disprezzata
Sposa son disprezzata,
fida, son oltraggiata,
cieli, che feci mai?
E pur egl'è il mio cor,
il mio sposo, il mio amor,
la mia speranza.