jueves, 17 de noviembre de 2005

Soneto

Hay pocas cosas que en el mundo han sido
-apenas son alguna que otra cosa-
que pudieron habernos conmovido:
algún amanecer, alguna rosa,
la primera palabra, o el sonido
del agua entre las piedras, la dichosa
delicia de la amada, un cielo herido
de nubes, la mirada silenciosa.
Pero, ¿cómo saber si lo que vimos
no era a la vez espejo o hendidura,
reflejo de otros brillos que no vemos?
La nostalgia de lo que no supimos
es un lagar en el que ya madura
un vino sin dolor, que no sabemos.