jueves, 4 de mayo de 2006

Vedovella

Me quedó la música de estos versos romanescos:
Piagne la vedovella la vedovanza,
Piagne er marito morto e ar vivo penza.
Sobre todo, la música. Es muy rara y difícil esa música en español. Son doce sílabas. Es un ritmo sumamente tentador, pero desalienta, porque pocas veces sale bien.

Y para todo eso tuve que hacerme un poco de violencia, porque al compás de la música imborrable me sonaba el sabor agridulce y algo cínico -tan italiano- del sentido.
Llora la viudita la viudez, llora al marido muerto y en el vivo piensa.
No voy a negar que, además de lo agridulce, late una tragedia detrás de la sentencia. Tragedia mediterránea también, si uno se fija. No es que la viudita piensa en el próximo.

Dice que la viudita llora. Y no llora solamente su viudez. Llora al marido muerto. Pero. Es verdad: en el vivo piensa.

Discuto un poco con el asunto, sobre todo por el valor universal -y fatal, entonces, diría- que tiene bajo su forma de refrán. Aunque entiendo que no es viuda, sino viudita. Y en algo los pocos años pueden explicar el giro que toma su tristeza. No dice -y hay que prestar atención también a esto- que el marido muerto haya sido viejo, lo que sería muy conveniente para un folletín romántico.

En fin.

Meneamos así cuestiones de los amores humanos. No digo que esté mal resuelto. Tampoco me inclino por la posible condena. Creo que el refrán no lo hace. Está en el filo entre lo descriptivo y lo imputable. Muy en el filo.

Y aunque fuera para desarrollar el punto, si bien no creo que sea cuestión de vida o muerte, no me parece tampoco un asunto despreciable, si uno quisiera hacer una tragedia de este asunto.

O unos versos, cosa siempre posible y tentadora (especialmente, si uno se tienta -y no le importa mucho fracasar- con las 12 sílabas...).

Fresca y en años joven la niña quiere
un mantel y una alcoba, huerto y marido,
un vestido de novia blanco y un nido
donde cocine y ría, sufra y espere.

Tiene la niña en todo su recompensa:
tiene casa y marido, mantel y alcoba...
(Pasa una tarde un mozo y ella se arroba
y la casa del huerto ya no es inmensa...)

(Y en su prisión de dicha la niña aguarda
días que se hacen años, mientras suspira.
Cada tarde la niña mira que mira.
Cuánto espera su paso y el mozo tarda...)

Hasta que un día el luto pinta su puerta
por el marido muerto mientras labora.
Llora la niña el luto; pero no llora
la puerta negra, ahora, que queda abierta.

Y mientras por el muerto quiere estar muerta,
al mozo que vio esa tarde piensa y añora.