viernes, 16 de junio de 2006

Amor y nostalgia

Un comentario me lleva a san Agustín. Creo que tiene razón Luis cuando apunta que hay algo de lo que venía diciendo, en las Confesiones: el amante humano amando a Dios -en vano, dice Luis- en las creaturas. Y agrega con agudeza:
Esa desproporción tiene el tamaño de la Ausencia - que, como decía Silvia Plath sin aplicarlo a Dios, "crece como una presencia".
Así fuimos a parar, confirmando, al famoso:
Tarde te amé, Belleza siempre antigua siempre nueva. Tarde te amé. Y, he aquí que Tú estabas dentro y yo fuera. Y te buscaba fuera. Desorientado, iba corriendo tras esas formas de belleza que Tú habías creado. Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo cuando esas cosas me retenían lejos de Ti, cosas cuyo único ser era estar en Ti. Me llamaste, me gritaste e irrumpiste a través de mi sordera. Brillaste, resplandeciste y acabaste con mi ceguera. Te hiciste todo fragancia, y yo aspiré y suspiré por Ti. Te saboreé, y ahora tengo hambre y sed de Ti. Me tocaste, y ahora deseo tu abrazo ardientemente. (Confesiones 10, XXVII, 38)
Estas derivaciones nos vuelven, creo, a la cuestión de la nostalgia, aquella que en toda cosa nos lleva hacia adelante (y hacia arriba), aquella que en toda cosa nos 'recuerda' -de un modo misterioso- que nuestro camino es el camino hacia la Patria, por usar una expresión felicísima que tanto le gusta a santo Tomás de Aquino. Y que toda cosa es una como flecha -en su existencia, en su verdad, en su bondad, pero tal vez más que en otra cosa, creo, en su belleza- que apunta al fin. Y al Fin. También aparece allí en relación con la nostalgia, el tema tan agustiniano de la interioridad. De modo que cuando vamos hacia adentro, vamos hacia el Fin.

Sin embargo.

Aunque ambos temas se preñan mutuamente, sin duda, el matiz de lo que estaba diciendo quizá está puesto en otro lado.

Mis comentarios apuntaban a una impresión más fenoménica, como del lado de afuera, si se prefiere: la especie de paradoja que nos ('me', tal vez) hace ver que el amor es mayor, o mejor, que el objeto amado. En nosotros, en los humanos amores por las creaturas.

Está a ese respecto la explicación de que lo que se ve cuando se ve eso es una 'calidad' de amor que en realidad lo que hace es traspasar lo amado -sin saberlo el amante- y busca al Amado, más allá del objeto inmediato. No la niego y creo que es efectivamente así.

Pero creo también que hay algo más. Algo que se refiere al amor que tenemos por las creaturas y que se refiere a la vez a las mismas creaturas y a su amabilidad.

Un matiz, como digo, tal vez apenas una rendija. De tan sutil, tal vez, inexistente.