Mientras preparo una correría por la provincia de Buenos Aires -para estos días, hasta el sábado, por allá por la zona de Benito Juárez-, pienso cómo hago para decirles a los locales que los nombres tiñen. Pienso si le rendirán homenaje al patrono laico de su pueblo. Y qué dicen de él. Ay.
Entretanto, me llegan unos correos con saludos y regalos de lo más atentos y de lo más simpáticos.
Como un libro que espero me manden de El Salvador. Y unas músicas que llegan con fina generosidad: primero, Bebo Valdez & Diego El Cigala haciendo Vete de mí (bolerazo de Homero y Virgilio Expósito...), muy bien hecho. Entonces me engolosino y pido al remitente la versión de Bola de Nieve. Y viene la versión, nomás.
La letra es un clásico (y hasta una rareza entre compositores más bien tangueros), creo:
Tú,Y pasa la tarde de este día, entre suaves preparativos de viaje corto, mate, fútbol..., boleros y, por suerte, un poco de buen frío.
que llenas todo de alegría y juventud
y ves fantasmas en las noches de trasluz,
y oyes el canto perfumado del azul:
vete de mí.
No te detengas a mirar
las ramas muertas del rosal
que se marchitan sin dar flor,
mira el paisaje del amor
que es la razón para soñar y amar.
Yo,
que ya he luchado contra toda la maldad,
tengo las manos tan deshechas de apretar
que ni te puedo sujetar:
vete de mí.
Seré en tu vida lo mejor
de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar,
como es mejor el verso aquel
que no podemos recordar.
Así las cosas, le atribuyo esta suerte de bienandanzas -y algunas que pueden pasar en silencio- a la cercanía del solsticio de invierno.
Pero eso ya es preferencia mía, nada más.