jueves, 29 de junio de 2006

Vindobona

Es la Panonia superior, en los alrededores de la fortaleza romana de Vindobona.

De pie, frente a las todavía imponentes legiones romanas, el cacique germánico enarbola su piel de oso, su furia, su autoestima, su hambre de destino, su hacha y su macana, mientras por detrás, sin orden, ulula su séquito enardecido (en sentido literal y figurado...)

¿Qué habrá pensado el gigantón marcomano?

Enfrente, muriendo el siglo II, tenía a Marcus Annius Aurelius Verus y la ya iniciada decadencia. Las típicas y mediterráneas corrupciones del Imperio. Los celos y los homicidios, la degradación y el resquebrajamiento de esa parte del paganismo, con más brillo y riqueza por entonces que gloria, pese a las buenas intenciones de Marco Aurelio, el filósofo. También tenía ante los ojos a la poderosa Legio X Gemina.

¿Qué habrá dicho aquel capitán de origen suevo en su guturalidad consonántica? ¿Sabría de los hérulos que habrían de venir, de Teodorico y sus ostrogodos, de Odoacro? ¿Habrá barruntado el fuego raleando las Siete Colinas? ¿Sabría que una parte de ese fuego barbecharía Europa y la volvería fértil para que allí crecieran los hijos de Roma? ¿Cómo habrá arengado a su hueste?

Probablemente habrá vociferado que no temía a los romanos. Es en cierto sentido famoso que estos pueblos hacían un culto particular del coraje, de la valentía, de la falta de temor frente al enemigo. Es probable que fuera un grito de batalla para toda suerte de ocasiones, se tratara de batallas o no.

Y algo así habrá dicho, creo. Porque, al parecer, se trata de una típica frase germánica.

Digo, y estoy hablando estrictamente de fúbol, entiéndase bien... Y lo digo antes de la batalla de Berlín de mañana, perfectamente impuesto de los riesgos que se corren en estos casos con el resultado incompleto.

Pero lo digo igual (antagonistas del balompié, y otros antagonistas: morigeren la chunga y el pitorreo. Si tienen muchas ganas, tal vez tendrán ocasión de desfogarse luego, si quedamos afuera...)

Porque lo que digo lo estoy diciendo porque sí. Porque me hace gracia esa muestra pedestre de atavismo germánico. Y me hace gracia ahora, sin que importe el resultado del partido, porque me seguirá pareciendo una curiosidad digna de atención después, sin que importe el resultado del partido.

Y porque estoy hablando de fútbol.

Pero, no.

Pero, sí. Y no.