domingo, 6 de agosto de 2006

Andrei Rublev (I)

El viernes pasado nos juntamos con unos amigos a ver una película de Andrei Tarkovsky: Andrei Rublev.

Trata, como es obvio, de la vida del monje e iconógrafo ruso dividida en ocho partes en un período de 23 años (desde 1400 a 1423), con el fondo de la invasión tártara y la vida social, política y religiosa rusa de aquellos años, aunque muy de otra manera como se haría esto mismo en occidente. La vida de Rublev, digo, y no digo la vida histórica sino espiritual, porque ese itinerario sigue Tarkovsky para retratar a su persoanje, que es santo entre los ortodoxos.

La película es de 1966 y leo por allí que las autoridades soviéticas la consideraron demasiado oscura para que formara parte de los festejos por el 50º aniversario de la revolución de octubre en 1967; veo también que en 1969 ganó el premio internacional de la crítica en Cannes. Un pequeño discurso ideológico podría hacerse al respecto, pero creo que no vale la pena. Porque el rechazo del Soviet y el aplauso de Cannes, en fin..., no sé si dicen algo de la película, y más bien no: tal vez -y sin tal vez- unos rechacen y otros aprueben y ambos por malas razones, con lo cual no estamos hablando de la obra en sí, sino de cualquier otra cosa.

Hubo que dividir la cuestión en dos partes. Y el viernes que viene será la segunda, tal vez. Así que, primero miramos y después vemos.

Sin embargo, recordé sí que, según los rusos, el primer ícono era el de la Transfiguración que, según dicen, el iconógrafo comenzaba a pintar de rodillas y al alba, después de un período de ayuno y oración. Busqué algo al respecto porque lo tenía olvidado y encontré una frase de P. Florenskji:
En la base del ícono hay una experiencia de luz y el fin del ícono es reflejar la luz del Tabor.
De hecho, la sesión no estaba programada para un día en particular. Y que viéramos aquello en vísperas de la Fiesta de Transfiguración, sin proponérnoslo, me parece tan feliz como misterioso, de modo que me deja lleno de perplejidad.