domingo, 6 de agosto de 2006

El Tabor, el Templo y las tiendas

No es mucho lo que puedo decir del episodio del Monte Tabor.

Y eso porque hay demasido de un lado y demasiado poco o nada del otro. Muchas cosas hay allí que son difíciles de entender y poco o casi nada puedo yo entender. Cosas que, apenas vislumbradas, entrevistas algunas, no terminan de entenderse cuando aparecen nuevas y más cosas y más cosas, o las mismas ya vistas, pero en sentidos y dimensiones cada vez más difíciles de retener.

Pero algo me atrevo a decir. Durante muchos años -y todavía ahora- no he podido dejar de detenerme en uno o dos asuntos, que tal vez sean menores en medio de semejante acontecimiento, aunque no sé si tanto.

Por cierto que lo mayor es la misma Transfiguración y las palabras del Padre: es Jesucristo el centro de la escena.

Pero algunos detalles -y el modo como uno entiende: se recibe al modo del recipiente- me llaman la atención. Se trata específicamente de la cuestión de las tiendas o tabernáculos. Para entenderlo mejor estuve viendo algunas cosas.

No conozco el hebreo y apenas entiendo las diferencias en las palabras, ayudado por ediciones de las Escrituras en idiomas originales pero con los comentarios, gramáticas y diccionarios que puedan orientarme.

Por ejemplo, los judíos usan la palabra sukkot (plural de sukkah) para las tiendas que el pueblo hizo en el desierto cuando la salida de Egipto, mientras iba de camino a la tierra prometida. Sin embargo, la sukkah de Dios se llama mishkan y es el arca, por una parte, y, a la vez el tabernáculo o templo cuyas instrucciones Dios le confió a Moisés, en el Sinaí, tras haber hecho penitencia ante Dios por el pecado del becerro de oro.

Todo esto dice, por ejemplo, el libro del Éxodo, y también está en los Números y en el Levítico.

El texto griego de san Marcos usa la palabra 'skeenée', como tienda, cobertizo, refugio, de donde viene nuestra palabra escena, aunque con un sentido distinto y derivado del original. Esa misma palabra 'skeenée' usan los LXX en el pasaje del Éxodo que referí recién cuando traducen mishkan.

Se trata -en el caso de estos refugios temporarios- de pequeñas construcciones, como de paso, que, en lo que se refiere a las sukkot (enramadas, traducen algunos), anteceden a la construcción del mishkan de Dios, con el consiguiente y rico significado, más allá de la materialidad de los hechos, que permite unir la morada terrena de los hombres con la morada terrena de Dios y la Morada final, que es un 'tiempo' a la vez que un 'lugar' y ninguna de ambas cosas tal como las entendemos ahora.

Estas de las que se habla aquí son construcciones materiales y místicas que, además, también resultan suficientes para arraigar en este tiempo y en este mundo, aunque este tiempo y mundo tenga en el tránsito por el Desierto de camino a la Tierra, a la Patria, un significado claro.

En el caso del arca y del templo, ellas también arraigan de algún modo a Dios en este tiempo. Algo que el propio Dios quiere que Moisés haga y le diga a los israelitas, como dice el libro del Éxodo: Hazme un santuario y habitaré en medio de ellos (25,8). Lo que nos obliga a recordar que el propio Jesús llamó a su cuerpo 'templo'. Y que Él mismo es el Pacto entre Dios y su Pueblo, pacto cuya habitación ha sido aquella a quien se llama precisamente Foederis Arca, el arca de la Alianza, pues contiene el Pacto.

Pero, así y todo, esta habitación divina, ¿se agota en el tiempo y en el espacio de este mundo? ¿Es esta habitación una realidad última o es un signo de misterios mayores que debemos ver de a poco y en parte, ahora y aquí?

En este punto correspondería traer a cuento el asunto del Templo y su significación espiritual mayor. Tanto su construcción como su reconstrucción, y ambas cosas relacionadas con el pasaje de la Transfiguración. Pero, no creo que pueda en modo alguno desarrollar este punto ahora, aunque vale la pena apuntarlo porque todo esto está en íntima relación no solamente mesiánica sino escatológica. Y en cuanto que la liturgia representa la encarnación de una glorificación y que la gloria de -y a- Dios es la octava de la Creación, así como la Parusía, más todavía. Todo esto además así lo conciben y expresan las llamadas fiestas mesiánicas entre los judíos, todavía hoy incluso.

Pero como digo, esto es muy largo. Y demasiado difícil para mí.

Ahora bien.

Siempre entendí la expresión gozosa de Pedro como una mirada hasta comprensiblemente horizontal frente al terrible acontecimiento que estaba presenciando. Y creo que es así. Es algo que los hombres hacemos siempre: invertir la trascendencia, traer lo de más allá al más acá. Y dejarlo o pretender dejarlo aquí y ahora.

Se me plantean, a propósito de esto, dos asuntos. Pedro celebraba como cualquier judío las fiestas mesiánicas. Entre ellas esta fiesta de los tabernáculos o Sukkot (en octubre) que era una fiesta de inmenso gozo, una memoria feliz del acompañamiento de Dios en el desierto, que venía después de la memoria del perdón y del arrepentimiento. Todo ello terminaba con una fiesta más que era una glorificación mayor. La alusión de todo ello no podía no traerle a la memoria lo que él sabía sobre hacer una sukkah o, más aún, un mishkan. Mucho menos en esa circunstancia en la que podía fácilmente asociar el acontecimiento -incluída la presencia y reaparición de Elías, uno de los signos repetidos, para los judíos, que anunciaba la presencia del Mesías y su llegada (tanto la primera como la venidera)- con la historia y la fe de su pueblo. Más aún, porque Pedro sabía -como fuera que lo supiera y cuánto supiera- la relación mesiánica entre la construcción de sukkot en el desierto y la construcción del Templo en Jerusalén.

Por otra parte, en su éxtasis gozoso Pedro reproducía y obedecía con su propuesta -sabiéndolo o no- lo que sus mayores habían hecho en el desierto: construir un tabernáculo para Dios (porque las tiendas, dice, son para Jesús, Moisés y Elías y no dice que sean para los tres apóstoles); con lo cual el sentido del gozo de la fiesta de los Tabernáculos quedaría así casi intacto, diría, y lo que parece puramente inmanente adquiere un sentido simbólico distinto y creciente, aunque la mirada del apóstol parezca quedarse gravemente corta.

En la Catena Aurea, encuentro dos comentarios de san Beda, que se refieren al comentario personal de san Marcos, que afirma que Pedro no sabía lo que decía:
No sabía lo que decía, porque había olvidado que el reino de Dios había sido prometido a los santos no en un lugar de la tierra, sino en los cielos y no recordaba que ni él ni los demás apóstoles podían subir al estado de la vida inmortal envueltos como estaban todavía en carne mortal. Y no pensaba además que en el cielo, mansión del Padre, no es necesaria la mano del hombre para edificar casa. Aun hoy mismo la ignorancia llega al punto de que algunos deseen hacer un tabernáculo para la ley, otro para los profetas y otro para el Evangelio, cuando son cosas que de ningún modo pueden separarse.
Esta última afirmación, que subrayo en el comentario de san Beda, bien puede ser que tenga para nosotros una gravedad especial, en estos tiempos.

Otro aspecto importantísimo es la cuestión de la presencia de la Santísima Trinidad en el episodio del Monte Tabor, que hace sentido también con todo lo anterior, tanto en las alusiones a la Creación, como a la Redención y a definitiva Glorificación tras el Juicio.

Otro comentario de san Beda dice al respecto:
Es de notar que, en la glorificación del Señor en el monte se declara todo el misterio de la Santísima Trinidad, así como se había declarado en el bautismo en el Jordán, porque veremos y alabaremos en la resurrección la misma gloria que confesamos en el bautismo. Y no en vano el Espíritu Santo, que apareció allí bajo la figura de una paloma, aparece aquí en una nube brillante, porque el que ahora guarda con sencillo corazón la fe que recibió, contemplará entonces con toda claridad el objeto de su fe. En el momento, pues, en que sonó esta voz sobre el Hijo, se encontró solo, porque, cuando se manifieste a los elegidos, será Dios en todo para todo (1Cor 15), o más bien brillará Cristo en todo con los suyos, como la cabeza con el cuerpo.

Y por hoy, porque ya me es muy demasiado, dejo aquí.

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En la Concordia de HJG, están incorporados los textos de la Catena Aurea.