jueves, 24 de agosto de 2006

Pero

Ayer, la Comisión Permanente del Epicospado argentino emitió una declaración que tituló Una cuestión de vida o muerte.

Me pareció floja, un poco ñoña (o haciéndose la boba...) y hasta improvisada, signo de lo cual creo es la mención de El grito silencioso, como argumento efectista.

Allá ellos. O yo estoy muy equivocado.

De todos modos, un párrafo me llamó la atención. Y algo en él que remarco:
Muchas veces se nos quiere hacer aparecer como retrógrados o fundamentalistas ante el tema del aborto. Se acepta y valora el trabajo de la Iglesia en favor de los pobres, pero se nos descalifica cuando defendemos el derecho a la vida. ¿Qué nos pasa como sociedad? Toda la tradición judeocristiana basada en los mandamientos de la Ley de Dios por miles de años consideró que el aborto es un crimen. ¿Qué luces ha recibido esta nueva cultura, qué revelaciones se nos han manifestado para descubrir que lo que siempre fue un mal tan grande hoy ya no lo es? También en otros tiempos hubo abortos, pero siempre se consideró que era un mal a desterrar. Las culturas cambian, pero los fundamentos esenciales de las personas permanecen. La Ley de Dios y el sentido común nos han enseñado que la vida es un gran bien que debemos preservar desde el momento que comienza.

Muy bien.

Ahora, por otra parte, veo una columna de opinión -que a mí gusto es una chupada de medias ideológica a un sector del episcopado- en la que el columnista elogia lo que considera lenguaje directo del documento de los obispos.
Otro talante, un lenguaje pastoral directo, un tono diferente. Eso es lo que respira la declaración episcopal sobre el aborto. Los obispos se alejaron de la arenga principista sin renegar, claro, de la defensa de la vida. Es eso lo que bautiza de novedad el texto de la Comisión Permanente.
Se ampara, incluso, para su razonamiento, en una frase suelta de una reciente entrevista a Benedicto XVI, y la culpa tal vez no sea suya del todo -aunque da la impresión de que no leyó todo o no le importó lo que leyó- porque es una típica culpa periodística: la pasión por el tituleo.
El documento es el de una jerarquía católica abierta al diálogo que busca distanciarse de otros tiempos y modos de concebir el servicio episcopal. Hace pocos días, dijo el Papa a periodistas alemanes: "El cristianismo, el catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones sino una opción positiva... Es importante que nuestro mundo laicista se dé cuenta de que la fe cristiana no es un impedimento, sino un puente para el diálogo".

Entonces.

ver


Voy por partes.

1. Seguramente es impresión mía, pero se me hizo que estos señores obispos parecen decir que esperaban hacerse perdonar lo que tienen que sostener sobre el 'derecho a la vida', por el hecho de que muestran suficientes pruebas de sensibilidad social. Parece que esperaban que con un acto en San Cayetano o un homenaje a Angelelli, se ganaban el premio de no ser considerados (¿por quiénes?, me pregunto; ¿a quién le tienen tanto miedo?) fundamentalistas o retrógrados. Estoy seguro -es decir, lo sé positivamente-: hay quienes se relamen cuando los llaman 'trogloditas', hay quienes quieren ser antiguos -ya lo he dicho muchas veces- porque ser antiguos les hace parecer que es una inmejorable causa de martirio per se o razón suficiente para saber que están diciendo la verdad o, lo que es peor, para asegurarse de tener razón. Muy bien. Es decir, muy mal. Pero. Nada de eso impide que este lloriqueo de "...no, no..., 'retrógrados' no..., por favor, no..., y eso de 'fundamentalistas'...no, menos...", sea una mariconada ideológica. Me parece que solamente a quien tiene un afecto desordenado por el tiempo le puede hacer tanto daño el tiempo.

2. La pregunta que se formulan los obispos en su declaración es clave. Y creo que la respuesta -y no estoy jugando a la retórica- es: Señores, en el mismo lugar y tiempo donde empezó el proceso que hizo posible que tan luego los obispos hagan semejante pregunta estúpida, es muy probablemente el lugar y el momento donde y cuando comenzaron a recibirse esas luces que ha estado recibiendo esta nueva cultura, esas revelaciones que se nos han manifestado para descubrir que lo que siempre fue un mal tan grande hoy ya no lo es. Porque parece que en vez de preguntarlo ustedes deberían contestarlo ustedes, señores. Y si no lo saben, o se hacen los preguntadores retóricos ante una parte de la sociedad perpleja y angustiada, son ustedes parte del problema, tanto como yo o como cualquiera. Y entonces no episcopean nada haciendo preguntas estúpidas sino que simplemente acomodan su cuerpo al sol, y esa falta de luz y de coraje es una razón por la cual han aparecido en la historia nuevas luces en nuevas culturas y esas revelaciones que ahora los desazonan malamente.

3. Está claro que lo que para José López es lenguaje directo, para mí no lo es. Pero se da el caso de que la arenga principista que él llama también pudo haber sido en algún caso un lenguaje demasiado directo. Estoy de acuerdo con que hay arengas que quieren ser más arengas que otra cosa y que son, por ello mismo, infelices, irritantes y torpes. Y que hay un modo de ser principista que no es cristiano y que daña y exacerba hasta a aquellos que están de buena voluntad. Y sé que hay un modo de haber sido obispo que no me gusta por su apañamiento velis nolis con los poderes conservadores de los poderes de este mundo. Bien. ¿Y? Porque una vez que las haya censurado y haya renegado de las arengas, una vez que haya repudiado a los obispos conservadores y menemistas, me quedará todavía la pregunta estúpida de este nuevo lenguaje directo que hablan los que no solamente no quieren ser obispos menemistas sino que quieren ser obispos progresistas, y sobre todo quieren serlo no tanto porque esa sea una forma mejor de ser cristiano sino porque es una forma mejor de no ser conservador. Todavía quedarán doctrinas y principios que son irritantes, y no porque sean arengados. Y quedarán las cosas, que son más irritantes todavía. Pero me quedará también la sensación horrible, pesadillesca, y alguno dizque injusta, de creer que he oído a un laico plumífero hacerle campaña -en ocasión del asunto de vida o muerte- al cardenal Bergoglio que quiere ser papa nuevo (pero, claro, siempre será posible que eso sea un fantasma que se me aparece a mí, nada más...)

4. Y está la entrevista al Papa. Voy a dejar de lado cualquier consideración acerca del lenguaje que tiene que hablar un Pontífice en estos tiempos, y más en una entrevista periodística; o si el lenguaje de la Iglesia después del II Concilio Vaticano esto y aquello; y si la filosofía de Ratzinger o la teología que aprendió... y tal y tal. Simplemente quiero hacer notar dos cosas, porque creo que son pertinentes a este asunto. Dice el Papa en esa entrevista que se difunde (el subrayado es mío):
El cristianismo, el catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Es muy importante que esto se vea nuevamente, ya que hoy esta conciencia desapareció casi completamente. Hemos oído tanto hablar de lo que no está permitido que ahora hay que decir: Pero nosotros tenemos una idea positiva que proponer; que el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro, que la escala -por decir de algún modo-: sexualidad, eros, ágape, indica las dimensiones del amor y sobre este camino crece desde siempre el matrimonio, como encuentro entre un hombre y una mujer, culmen de la felicidad y de la bendición, y después la familia, que garantiza la continuidad entre generaciones, en la que las generaciones se reconcilian entre ellas y en la que también las culturas se pueden encontrar. Por lo tanto, es importante poner de relieve lo que queremos. En segundo lugar, es necesario reflexionar por qué nosotros no queramos algo, porque no se trata de una invención católica el que un hombre y una mujer estén hechos el uno para el otro para que la humanidad continúe viviendo: lo saben todas las culturas.

En relación al aborto, no pertenece al sexto, sino al quinto mandamiento: "No matarás". Y esto tenemos que presuponerlo como obvio y debemos afirmar siempre que la persona humana se inicia en el seno materno y permanece persona humana hasta su último respiro. El hombre tiene que ser respetado siempre como hombre. Pero todo esto queda más claro, si antes hemos explicado lo positivo.

Lamento decirlo, Su Santidad, pero -con todo afecto y respeto- tengo algunos comentarios:

a. Precisamente lo que un cristiano afirma como positivo es lo que se ve como más negativo. Más negativo que la restricción y la prohibición. La definición es lo más restrictivo que existe. Y declarar ya algo acerca de un hombre y de una mujer en relación con el amor, resulta restringir de un modo cruel, inhumano y fulminante. Y eso es apenas el matrimonio, casi sin tocar la cuestión de la procreación.

Es precisamente cuando el cristianismo explica lo positivo que tiene para ofrecer que se quejan de que el cristianismo es monstruoso. Y ya no importa cómo se formule. Salvo que el cristianismo diera una versión distinta de lo que sabe y cree respecto del amor, el matrimonio, la familia, el pecado, la gracia...

Hubo un tiempo en que no fue así. Cierto. Y está referido en la entrevista el proceso que hizo que ya no sea así. En cualquier caso, con cierta velocidad se va notando de más en más que estamos discutiendo sobre el color verde de las hojas verdes de los árboles. Y la aspiración de sentar bases éticas comunes globales no parece estar dando resultados muy alentadores, al punto que podría ser hasta indeseable que hubiera bases éticas globales, si es que son de naturaleza tan amplia que provengan de aquello que tanto aperpleja a los obispos argentinos: "...revelaciones se nos han manifestado para descubrir que lo que siempre fue un mal tan grande hoy ya no lo es..."

b. Hoy por hoy, la cuestión sigue siendo importante en sí misma, pero aplicar el sexto o el quinto mandamiento es lo mismo, en términos dialécticos. No hace diferencia. En la misma línea de lo que vengo diciendo está el hecho de que la noción misma de mandamiento es irritante y negativa. Mucho más en relación con la materia del sexto y sus alrededores. Si se impugna como se impugna un mandamiento acerca de la fornicación (y la palabra misma que designa la acción), no puede no impugnarse -en relación con el sexto- la aplicación del que se refiere a no matar, si precisamente lo que se busca desgravar y despenalizar es el acto sexual mismo -o cualquiera de sus substitutos- y sus eventuales y no deseadas consecuencias, tales que lo aten a un orden, a un 'cosmos', que sin duda es algo positivo.

Positivo es. Aunque despreciado -incluso si se lo desprecia por ser una visión del mundo que le resulta inverosímil al hombre de hoy-, tanto como agresivo -incluso para un hombre que sin motivaciones ideológicas tenga de la autonomía humana un concepto distinto del que tiene el cristianismo.



Creo haberlo dicho ya alguna vez: alrededor del sexo hay cuestiones graves. Como creo que todavía no estamos viendo exactamente cuán graves.