sábado, 30 de septiembre de 2006

Juventud y pelo negro

Si antes de hablar de Spinetta hubiera leído lo que dice para hoy el libro del Eclesiastés (11, 9-10), en la memoria del gran san Jerónimo, igual habría escrito lo que escribí.
Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos. Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de que por todo ello te emplazará Dios a juicio.

Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne, pero juventud y pelo negro, vanidad.

¿No es muy parecido, acaso? A mí se me hace que sí.


El áspero Jerónimo, el ilirio sencillo, culto, honesto y duro a fuerza de ascesis terrible en los desiertos, en Antioquía, en Belén.

Le tengo admiración inmensa. Me hace gracia que casi todo el mundo crea que este buen hombre -este enorme doctor de la Iglesia, este paladeador y amante de las Sagradas Escrituras- era obispo.

Apenas si era sacerdote -ordenado por el papa san Dámaso- aunque se dice que nunca celebró misa y no estaba sujeto a diócesis alguna.

Mero monje, ni más ni menos. Bastaba para traducir casi toda la Biblia de sus lenguas originales al latín y comentarla.

Es inevitable que la mayoría de las hagiografías tengan cierto tono. De cualquier modo, valen algunas muestras de aquel que dicen que hizo levantar una hospedería junto a Belén, donde vivía en una cueva, para que ya no les faltara posada a san José y a la Virgen.

ver
En sus dos años de actuación pública (revisando las Sagradas Escrituras por encargo de san Dámaso), había causado profunda impresión en Roma por su santidad personal, su ciencia y su honradez, pero precisamente por eso, se había creado antipatías entre los envidiosos, entre los paganos y gentes de mal vivir, a quienes había condenado vigorosamente y también entre las gentes sencillas y de buena voluntad, que se ofendían por las palabras duras, claras y directas del santo y por sus ingeniosos sarcasmos. Cuando hizo un escrito en defensa de la decisión de Blesila, la viuda joven, rica y hermosa que súbitamente renunció al mundo para consagrarse al servicio de Dios, Jerónimo satirizó y criticó despiadadamente a la sociedad pagana y a la vida mundana y, en contraste con la modestia y recato de que Blesila hacía ostentación, atacó a aquellas damas "que se pintan las mejillas con púrpura y los párpados con antimonio; las que se echan tanta cantidad de polvos en la cara, que el rostro, demasiado blanco, deja de ser humano para convertirse en el de un ídolo y, si en un momento de descuido o de debilidad, derraman una lágrima, fabrican con ella y sus afeites, una piedrecilla que rueda sobre sus mejillas pintadas. Son esas mujeres a las que el paso de los años no da la conveniente gravedad del porte, las que cargan en sus cabezas el pelo de otras gentes, las que esmaltan y barnizan su perdida juventud sobre las arrugas de la edad y fingen timideces de doncella en medio del tropel de sus nietos". No se mostró menos áspero en sus críticas a la sociedad cristiana, como puede verse en la carta sobre la virginidad que escribió a Santa Eustoquio, donde ataca con particular fiereza a ciertos elementos del clero. "Todas sus ansiedades se hallan concentradas en sus ropas ... Se les tomaría por novios y no por clérigos; no piensan en otra cosa más que en los nombres de las damas ricas, en el lujo de sus casas y en lo que hacen dentro de ellas". Después de semejante proemio, describe a cierto clérigo en particular, que detesta ayunar, gusta de oler los manjares que va a engullir y usa su lengua en forma bárbara y despiadada. Jerónimo escribió a Santa Marcela en relación con cierto caballero que se suponía, erróneamente, blanco de sus ataques. "Yo me divierto en grande y me río de la fealdad de los gusanos, las lechuzas y los cocodrilos, pero él lo toma todo para sí mismo ... Es necesario darle un consejo: si por lo menos procurase esconder su nariz y mantener quieta su lengua, podría pasar por un hombre bien parecido y sabio".

(...)

Al tratarse de defender el bien y combatir el mal, no tenía el sentido de la moderación. Era fácil que se dejase arrastrar por la cólera o por la indignación, pero también se arrepentía con extraordinaria rapidez de sus exabruptos. Hay una anécdota referente a cierta ocasión en la que el Papa Sixto V contemplaba una pintura donde aparecía el santo cuando se golpeaba el pecho con una piedra. "Haces bien en utilizar esa piedra", dijo el Pontífice a la imagen, "porque sin ella, la Iglesia nunca te hubiese canonizado".

Muchacha

Dejemos el dictamen para los peritos. Ahora se trata de la mera experiencia del hombre común.

El 'flaco' Spinetta cantaba así Muchacha (ojos de papel) en 1969.

Claro que sí. Así cantaba, y se la cantaba así y así había que cantarla. Y era el modo en que yo la oía entonces. A los 12, a los 13, a los 15 se oía así. Y se cantaba así. Y se la cantaba uno a alguien. Así. Y se enamoraba uno. O enamoraba.

Así cantada, con esa nitidez. Con esa sonoridad de día de la primavera, de guitarreada nocturna, de fogón, de playa a la tardecita, o de guitarra de alguien sentados varios contra una pared, en una vereda, los primeros cigarrillos...

Y estaba bien.

Eso también era los '60, los '70.

Pero.

Ahora (es decir, cualquier ahora, aunque se trate de los últimos 10 ó 15 años...), Spinetta canta de otro modo la misma canción.

Y uno la oye de otro modo, también, claro. Más parecido a como la canta ahora. Sin tanta voz, sin tanta nitidez, ya sin tantas circunstancias de tiempo, de lugar o compañía. Y sabe más desgarrada la historia a fuerza de que la vida desgarra y se le nota a Spinetta en la voz, lo quiera él o no.

Traduce bien. No solamente la diferencia entre aquellos '60 ó '70 y después. Traduce bastante bien lo que pasa con los años.

Sin embargo.

Todo esto, y podrá parecer que con absoluta arbitrariedad -o con una relación secreta que ni yo mismo sé bien-, me hace acordar a aquellos versos que le gusta citar a Lewis: "...that our affections kill us not nor dye..."

viernes, 29 de septiembre de 2006

Ansiedades

Haber mencionado a Kant le ha hecho acordar a alguno que otro que estoy en deuda.

(Que estoy en deuda ya lo sé, de todos modos. En toda suerte de asuntos. Pasa que en algunos casos, tener crédito es muchísimo más caro que tener deudas. Así que -si hay que elegir- mejor se queda uno con las deudas. Y no estoy hablando de plata exactamente...)

De todos modos, es verdad que estoy en deuda a propósito de Kant. No me olvido, no. Más: si antes de viajar por un tiempito uno de estos días, puedo terminar con la traducción de su Das Ende aller Dinge, es probable que cumpla con la deuda. Y listo.

Ahora bien.

¿A quién se creen que le debo el terminar un escrito?

Por eso. No tanto apuro, entonces.

Quedarse, pero afuera

Noli foras ire, in teipsum redi; in interiore homine habitat veritas; et si tuam naturam mutabilem inveneris, transcende et teipsum. Sed memento cum te transcendis, ratiocinantem animam te transcendere. Illuc ergo tende, unde ipsum lumen rationis accenditur. Quo enim pervenit omnis bonus ratiocinator, nisi ad veritatem? cum ad seipsam veritas non utique ratiocinando perveniat, sed quod ratiocinantes appetunt, ipsa sit. Vide ibi convenientiam qua superior esse non possit, et ipse conveni cum ea. Confitere te non esse quod ipsa est: siquidem se ipsa non quaerit; tu autem ad eam quaerendo venisti, non locorum spatio, sed mentis affectu, ut ipse interior homo cum suo inhabitatore, non infima et carnali, sed summa et spiritali voluptate conveniat. (De vera religione, XXXIX, 72)

No quieras dispersarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende. Pues ¿a dónde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a sí misma mediante el discurso, sino es más bien la meta de toda dialéctica racional. Mírala como la armonía superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que tú no eres la Verdad, pues ella no se busca a sí misma, mientras tú le diste alcance por la investigación, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su huésped, no con la fruición carnal y baja, sino con altísmo deleite espiritual.
Immanuel Kant, por ejemplo, vivió entre 1724 y 1804 en su propio pueblo de Königsberg, salvo unas salidas a dar clases particulares por los alrededores (Judschen, Osteroden), y nada más. Siempre tuvieron algunos por un detalle encomiable su regularidad, digamos, tanto como el hecho de que no tuviera necesidad de 'salir'.

¿Deberíamos entender que el de Kant es un caso que encarna inmejorablemente el imperativo agustiniano? ¿No salir y vivir en, con y por la razón, quiere decir lo mismo? ¿El hecho de que pudieran usarse palabras similares, significaría que se trata de las mismas cosas?

'No salir' puede resultar exactamente lo opuesto en el caso de Agustín y en el de Kant (de hecho, bien podría considerarse su 'estabilidad' como una secuela indeseable de un uso malversado de la 'razón', cosa que parece haber heredado el mundo después de él...)

Como la 'razón' puede resultar igualmente lo opuesto en un caso que en el otro. Y el valor de la 'razón' en un caso y otro. Y aun la 'interioridad'. E incluso la interioridad de la razón y su relación con la verdad y con la Verdad.

Agregaría (y alargaría...) la mención del caso del propio y racionalísimo Chesterton y su postulación de dar la vuelta al mundo para ver mejor algo que la razón bien podría conocer sin moverse de su casa. Lo que, desarrollado -no, no ahora...-, va en la misma dirección.

Mismas palabras, distintas cosas.

Claro, difícil distinguir (cosa que, si vamos a ver, no podría hacerse sin la razón, claro...)

Ocurre entretanto que las palabras son 'mágicas' en un solo sentido.

Más allá de ese sentido en el que son mágicas, sólo pronunciarlas no supone acertar.


(Por otra parte, el Noli foras ire se ha tenido por un sustento 'psicológico' teórico de la interioridad cristiana, como una reformulación del neoplatonismo del siglo IV, que san Agustín adecua a la vida de la fe, e incluso del saber more christiano. Más o menos, diría yo. Jesucristo ya había dicho lo mismo, más allá de las escuelas.)

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Mulier

Hoy, con un poco lluvia de la que se hace rogar en estos tiempos, cantaron a mansalva los primeros pájaros de la primavera, con una felicidad literalmente inaudita. Llovió un poco, sí, no mucho. Pero el día fue feliz.

Buscaba a la tarde una disputa de san Agustín con los donatistas, por una fortísima defensa de la elocuencia que hace allí y que necesitaba para las clases. La encontré pronto y -como tiene que ser- me distraje en otras cosas. Uno de esos diálogos tan zumbones que tiene, lo dedica al Orden, hablando con dos jóvenes discípulos de letras y filosofía, Trigecio y Licencio, cristianos ellos y, por lo que se ve, unos mocosos de lo más despiertos e irreverentes y discutidores.

Santa Mónica anda por ahí, yendo y viniendo, en sus cosas. Los vigila, a su hijo también. Los reta, se mete bastante discretamente en sus cosas, muy señora de la casa.

En el capítulo XI, del primero de los dos libros que tiene el diálogo, santa Mónica que ha estado oyendo sus elucubraciones, interviene al pasar.
En esto entró la madre y nos preguntó qué habíamos adelantado en la cuestión, que también le era conocida. Mandé que se hiciera constar la intervención y la pregunta de ella.

-Pero ¿qué hacéis? -dijo ella-. ¿Acaso me consta de los libros que leéis que las mujeres hayan tomado parte en semejantes discusiones?

-Me importan poco -le dije- los juicios de los soberbios e imperitos, que con igual afán buscan los libros como las congratulaciones y saludos de los hombres. Ellos no miran lo que son, sino cómo visten y el brillo de su pompa y bienestar. Ni indagan en el estudio de las letras de qué cuestión se trata, ni el fin que se pretende con ella, ni las explicaciones que se han dado. Entre ellos no faltan algunos merecedores de aprecio por cierto barniz de humanidad y porque fácilmente entran por las doradas y pintadas puertas al santuario de la filosofía; los estimaron nuestros mayores, cuyos libros, por nuestra lectura, veo que te son conocidos.

Y en estos tiempos, omitiendo otros nombres, es digno de mención, como varón de elocuencia e ingenio, insigne también por los bienes de fortuna y, sobre todo, dotado de un aventajadísimo talento, Teodoro, a quien conoces bien, el cual se esfuerza dignamente para que ni ahora ni después nadie pueda lamentarse con razón del estado de las letras en nuestros días. Pero en el caso de llegar mis libros a las manos de algunos, que al leer mi nombre no digan: pero éste, ¿quién es?, arrojando el códice, sino que o por curiosidad o por amor vehemente al estudio, despreciando la humildad del pórtico, entren adentro, no llevarán a mal verme a mí filosofando contigo ni despreciarán seguramente el nombre de ninguno de éstos, cuyos discursos aquí se interpolan, porqué no sólo son libres-cosa que basta para dedicarse a las artes liberales y aun a la filosofía-, sino de muy elevada posición por su nacimiento. Y por libros de doctísimos autores sabemos que se han dedicado a la filosofía hasta zapateros y otros de profesiones menos estimadas, los cuales brillaron con tanta luz de ingenio y de virtud que,, aun pudiéndolo, no hubieran querido cambiar su posición y suerte por ningún género de nobleza. Y no faltará, créeme, clase de hombres a quienes seguramente agradará más que tú filosofes conmigo que cualquier otro recurso de amenidad o gravedad doctrinal. Porque también las mujeres filosofaron entre los antiguos, y tu filosofía me agrada muchísimo.

Pues para que sepas, madre, este nombre griego de filosofía, en latín vale lo mismo que amor a la sabiduría. Por eso nuestras divinas Letras, que estimas tanto, mandan se evite no a todos los filósofos, sino a los filósofos de este mundo (Col 2, 8). Y que hay otro mundo remotísimo de los sentidos, alcanzado por un número muy reducido de hombres sanos, lo enseña igualmente Cristo, el cual no dice: Mi reino no es del mundo, sino Mi reino no es de este mundo (Jn 18, 36). Quien reprueba indistintamente toda filosofía condena el mismo amor a la sabiduría. Te excluiría, pues, a ti de este escrito si no amases la sabiduría; te admitiría en él aun cuando sólo tibiamente la amases; mucho más al ver que la amas tanto como yo. Ahora bien: como la amas mucho más que a mí mismo, y yo sé cuánto me amas, y has progresado tanto en su amor que ya ni te conmueve ninguna desgracia ni el terror de la muerte, cosa dificilísima aun para los hombres más doctos, y que por confesión de todos constituye la más alta cima de la filosofía; por esta causa yo mismo tengo motivos para ser discípulo de tu escuela.

Aquí ella, acariciante y piadosa, dijo que nunca había yo mentido tanto; y notando yo la extensión de nuestras discusiones que habían de copiarse, y que, por otra parte, había materia para un libro ni quedaban más tabletas de escribir, puse fin a la discusión; así miraba también por el bienestar de mi pecho, porque me había acalorado más de lo justo en la reprensión dirigida a los jóvenes.

Verdad y pan

El libro de los Proverbios es uno de los llamados sapienciales en la Biblia. Recogen una gran cantidad de sentencias, experiencias, consejos, tradiciones. Están en la misma línea de una forma de enseñanza y contemplación propia de todo el mundo oriental (el próximo, más que el lejano, aunque también.)

Los Proverbios se le atribuyen a Salomón, lo que si no es exacto parece bastante cierto pues, además de coincidir con el tiempo de su composición, de él se dice que compuso o dijo más de tres mil proverbios y parábolas, muchos de los cuales bien pueden estar allí. También se sabe que, de este libro concretamente, en el Nuevo Testamento se hacen unas catorce citas y una veintena de alusiones, lo que habla del respeto que se le tiene a estas obras.

Entre las lecturas de la fiesta de san Vicente de Paul que se celebra hoy, está la del capítulo 30 de los Proverbios (5-9):
Probadas son todas las palabras de Dios; él es un escudo para cuantos a él se acogen.

No añadas nada a sus palabras, no sea que te reprenda y pases por mentiroso.

Dos cosas te pido, no me las rehúses antes de mi muerte:

Aleja de mí la mentira y la palabra engañosa; no me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan,

no sea que llegue a hartarme y reniegue, y diga: "¿Quién es Yahvéh?"; o no sea que, siendo pobre, me dé al robo, e injurie el nombre de mi Dios.

Los últimos tres versículos son sorprendentes, creo.

Esas dos cosas que pide, me parece, son un programa ético impresionante, todo el cristianismo prácticamente reseñado, todo lo que un cristiano puede decir -y pedir, claro- acerca de los bienes creados, espirituales o materiales.

Pero no sólo un programa ético, porque en todo el libro los proverbios se fundan en lo que se postula en el capítulo 1, 7:
El temor de Yahvéh es el principio de la ciencia;
los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.
"Temor de Yahvéh" que -al decir de los comentaristas de la versión de Jerusalén- se refiere, en la Biblia, "poco más o menos a lo que nosotros llamamos religión o piedad para con Dios. La sabiduría que de él procede es fundamentalmente religiosa."

El texto del capítulo 30, por otra parte, se atribuye a un presunto sabio árabe: Agur (en los Proverbios concurren fuentes que eran tenidas por prestigiosas desde antes del año 1.000 a.C.)

martes, 26 de septiembre de 2006

Felice morte












"Lo que mata no es la humedad. Es el mandato de tener que ser feliz..."
, dice hoy el dibujante de Página 12.

Son simpáticas las ideas que se hace de la felicidad, tanto como comprensible que el mandato de ser feliz de ese modo sea deprimente.

¿Qué será peor? ¿Identificar la felicidad con una vida muellemente capitalista? ¿O eso que llama 'mandato', pero que no sé si en el mismo sentido en que ser feliz es un mandato, pero que en tanto que suene a mandato es mortal? ¿Qué será eso de 'ese' mandato de ser feliz que tanto mata? ¿Mandato quiere decir mandato? ¿Feliz quiere decir feliz? ¿Muerte quiere decir muerte?

Como siempre, parece que hay que darle la razón precisamente en aquello en lo que se equivoca por completo.

domingo, 24 de septiembre de 2006

Vi soledá nel camín, queda namái soledá

Podría ser un ejercicio. Pero no hay que hacerlo sin antes ver y oír.

Copio la letra de una canción de la movida celta, en este caso del menos frecuentado depósito de Asturias. Se llama La casa gris y es de Llan de Cubel, músicos asturianos que en asturiano cantan aquí.
ver

Per debaxo la ponte
yá nun pasaba l'aire,
que l'agua fexo'l camín
abandonando'l valle.
Y sentí al fríu nordés,
sí, como llora l'aire,
como los nenos nel mar
ente suaños de sable.

Siempre veré
tres de la mar
la casa gris
na señaldá.
Siempre taré
cao del mio llar
na casa gris
del mio cantar.

Al mirar morrer el sol
na cumbrera del puertu,
vi soledá nel camín
mientres durmía'l vientu.

Al final nun hai camín
que lleve'l sol a casa.
Queda namái soledá
naquella ingrata patria.

Hay imágenes y sonidos imprescindibles.

sábado, 23 de septiembre de 2006

...Y del hijo, a la izquierda

Ya que vamos por esta zona de las ideas, de los parentescos y del planeta, otro setentista -también hace años que no lo oía- canta los versos que el catalán Juan Agustín Goytisolo compuso para su hija Julia, cuando ésta nació.

Así grabó Paco Ibañez las Palabras para Julia, aunque con no pocos y significativos arreglos en los versos.

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Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


Como se ve, creo, el poema original tiene una fuerza completamente distinta, y me resulta difícil entender la elección de Ibañez. Pienso si no transformó en una canción de amor, lo que bien podría ser en su original un manifiesto, un testamento y hasta una donación con cargo, como ésas que hacen los padres a veces cuando le pasan a los hijos una cosmovisión, una creencia, un modo de tener éxito en esta vida. O de triunfar en la otra.

A veces el resultado es completamente el inverso al que los padres pretendieron o querían. Como a veces los padres no saben lo que quieren. O lo que piden. Como a veces, lo que es peor en muchos casos, no. Y entonces, finalmente, los hijos terminan haciendo y siendo lo que los padres querían. Y lo que los hijos no querían. Pero todo esto parece una digresión salida de otra entrada.

O no.

A la izquierda del padre

Tiene lo suyo el asunto.

Me doy unos paseos de tanto en vez por la rive gauche. Y ahora me encuentro con dos que cantan hablando del padre, del papá, sus padres. Papás 'revolucionarios y progresistas', españoles ambos, digamos así. Y con unos 20 años de distancia entre ellos.

Está, para empezar, Padre, de Patxi Andion (casi me había olvidado de él...), de los primeros años de los '70. Se ve que canta con tono reverente, piadoso, celebrando lo arquetípico, lo heroico, casi. Claro, son los '70...
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Eres como la mar, bueno de frente,
peligroso en día gris, duro y valiente.
Llevas en la cabeza brisas ligeras,
temporal que aún contiene tu compañera.

Eres como el cantar de un campesino
que al cantar va labrando nuestro camino.
Eres como un dolor mal repartido
que se volvió canción y no quejido.

Eres como la voz que expende el aire.
Eres como un poema de Miguel Hernández.
Y presumes de ser puro paisano,
de haber sido y de ser republicano.

Compañero del sol, fiel compañero,
nunca te preocupó en nada ser el primero.
Eres como el sudor callado y quieto
y nunca abriste el cajón de tu propio respecto.

No quisiste jamás salvarte solo
porque "no hay salvación -decías- si no es con todos..."
No sabes de venganzas, ni de desquites.
Gorrión que cantó siempre aun sin alpiste

Eres como la sangre, eres el aire,
la mar, la barca, el remo
y el navegante.

Timonel de mi alma, más que nadie
Y aun...
aun eres muchas cosas más
que me callo y me callan,
padre.

Después, está Papá, cuéntame otra vez, de Ismael Serrano, ya pasados los mediados de los '90, con otro talante, a los treinta años casi del mayo francés, con la quejumbre canónica de la mirada retrospectiva que ya no se les va, y ese desconsuelo quién sabe por haber perdido no saben bien qué. Además de esa mirada postmoderna, no solamente para lo revolucionario, sino para la misma institución paterna. Claro, son los '90...

ver


Papá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá, cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá, cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá, cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos, ya no hay parias,
pero tiene que llover, aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París;
sin embargo, a veces pienso que al final todo dio igual:
las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam
.

Con todo, no deja de ser una rareza, y en buena parte por eso lo copio aquí, el hecho de que para esta manera de mirar la historia inmanente -e inmanentemente-, la referencia sea -velis nolis y precisamente- el padre.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Chopos del Arlanzón

Diego Navarro le escribió este soneto a un árbol a la vera de un río. Y lo bien que hizo...
A un Chopo,
sobre las barandas del Arlanzón

Novio del agua virgen y soltera
apunta al alto cielo de Rodrigo;
verde Cid, centinela monta al trigo,
Narciso delgadísimo que fuera.
No en estanque, sí en viento, si en ribera,
cuello es de miel, de garza y sol testigo:
ciprés sin luto, magistral y amigo,
engarza al sueño luna verdadera.
Ni la cigarra catedral le hace,
ni el viento ruiseñor. Suda su muerte
sobre el polvo apretado del camino.
Y azul y nube, río y viento pace
alimentando la pasión inerte
de dar su aguja al querubín más fino.
Es de una tensión poco común.

Creo que la palabra es tensión, sí. Y me parece que, ya que un árbol junto a un río no es tenso, la sintaxis es la causa de ese estado de alerta, de ese nervio.

Salvo el último terceto, que, por otra parte, es el que menos me gusta (y el último verso, casi nada...)

Tiene que ser una irreverencia que los dioses castigan duro la petulancia de ponerse a cambiarle a un poeta los versos.

Qué remedio. Tengo que ponerme en guardia para ver por dónde me llegará el castigo, entonces.

jueves, 21 de septiembre de 2006

Nada

Cuando estaba chico (diría un mexicano), supongamos a los ocho años, el tango para mí tenía dos nombres: Nada y Julio Sosa. Había otras cosas, que no eran 'mías', como hubo otras 'mías' que vinieron después. Pero aquella sí que era una elección curiosa y vaya a saberse por cuáles vericuetos del alma -y del oído- me aficioné a este tema. De hecho, en casa no era 'favorito', pero por alguna razón había un disco simple de 33 rpm, que tenía de un lado Nada y del otro El Firulete, cantados por Sosa. Estoy seguro de que la 'poesía' de ese tango es buena y me gusta la música.

El autor de la letra es Horacio Sanguinetti -Basterra, en realidad- de quien buscando cosas encontré una rareza temática: Tristeza marina (es de 1943, mientras que Nada es del año siguiente); y no es que el tango cómo género no hable de mar, y mucho más habla de tristeza. Parece un fado, qué puedo decir. Claro que si uno deja de lado el sedimento inmigrante en letras y tonalidades, que es fundamental en el tango, resulta extraña esta letra. Seguro, por lo pronto, que no hay mucho Buenos Aires en estas líneas.
Tú quieres más el mar,
me dijo con dolor
y el cristal de su voz se quebró.
Recuerdo su mirar
con luz de anochecer
y esta frase como una obsesión:
"Tienes que elegir entre tu mar y mi amor".

Yo le dije "no"
y ella dijo "adiós"...
Su nombre era Margó,
llevaba boina azul
y en su pecho colgaba una cruz...

Mar...
Mar, hermano mío.
Mar...
En tu inmensidad
hundo con mi barco carbonero
mi destino prisionero
y mi triste soledad.
Mar...
Yo no tengo a nadie.
Mar, ya ni tengo amor.
Sé que cuando al puerto llegue un día
esperando no estará Margó.

Mi pena es tempestad
que azota el corazón
con el viento feroz del dolor.
Jamás la olvidaré
y siempre escucharé
sus palabras como una obsesión:
"Tienes que elegir entre tu mar y mi amor".
Triste, dije "no"
y escuché su adiós...
Su nombre era Margó,
llevaba boina azul
y en su pecho colgaba una cruz.
Qué se puede hacer. No es gran cosa. Y fue grabada por grandes cantores y buenas orquestas. Ojalá que sea una historia real, algo que le haya pasado al autor, ni siquiera algo que le hayan contado.

En fin.

Es verdad: no siempre hay mucho Buenos Aires en el clima tanguero.

Con sus nieves inexistentes y sus primaveras en abril, el tango nos dice, por lo menos, que embarcamos en algún lugar pero no necesariamente desembarcamos del todo aquí.

miércoles, 20 de septiembre de 2006

La cólera como una de las Magnalia Dei

Se me hace difícil leer con paciencia y método (como se debería) el libro de Jean Daniélou.

Me impaciento y se me ocurre toda suerte de cosas.

Por ejemplo.

En el capítulo I de la segunda parte, habla sobre las Magnalia Dei, las grandes obras de Dios. Y considera toda la historia sagrada como la historia de tales Magnalia Dei. Y la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, como el documento de ellas.

Trata en ese capítulo, por ejemplo, la inefable cólera divina, tan misteriosa e irritante para el oído. Comenta en parte el cántico del profeta Habacuc.

De la lectura del cántico, que ocupa el capítulo 3 del libro del profeta, me detengo (en parte lo hace Daniélou también), en el versículo que dice
En la ira, no te olvides de la misericordia.
Así dice allí el texto tomado de la edición Nacar-Colunga de la BAC. Me gusta más la versión de la Biblia de Jerusalén:
¡...aun en la ira acuérdate de tener compasión!
Y allí me distraje, y en parte por sugerencias del comentarista, aunque no tiene que ser responsable de esto.

Pensaba que estamos demasiado acostumbrados a mirar la Pasión y la Muerte de Jesús como un acto de amor divino. Y está bien que lo entendamos así, pues lo es.

Pero se me ocurre que en el mismo sentido del cántico de Habacuc, la pasión redentora de Dios puede atribuirse juntamente a su cólera, aneja a su misericordia, claro. Pero también a su cólera. Y a un tipo especial de cólera, a la mismísima ira divina, definida incluso como lo hacen los moralistas al tratar de esa pasión iracunda: esa reacción ante el bien en peligro.

Vale la pena leer ese cántico, como todo el breve libro de Habacuc, incluso por la mirada 'moderna' ante el mal que exhibe allí el profeta, por el escándalo y la rabia ante el misterio y el escándalo ante la cólera de Dios.

También por la definición de la cólera misma de Dios.

Y por las respuestas de Dios, cuando responde...

martes, 19 de septiembre de 2006

Ángeles

Leo en el capítulo III de El misterio de la historia, de Jean Daniélou, una exposición sobre La división de lenguas, y es el título del capítulo.

Sigue básicamente a Orígenes y sus doctrinas, así como la disputa de éste contra Celso acerca de los ángeles de las naciones, la importancia que tienen precisamente los ángeles en la administración de las cosas humanas, incluso en la institución de lenguas diversas y naciones diversas.

Todo el capítulo es bastante denso e impresionante en muchos aspectos, desde el histórico hasta el escatológico, desde el sentido de los tiempos hasta el ecumenismo, y todo a partir de los ángeles y las lenguas.

Apenas cito ahora este texto que está entre las conclusiones:
Así, pues, de la misma manera que la división de lenguas había sido en Babel señal de la ruptura de la unidad humana por el pecado, así también la restitución de la unidad humana hecha por Cristo, se manifiesta visiblemente por el hecho de que los hombres comienzan de nuevo a entenderse. Pero esto no constituye más que un signo. Esta unidad es una unidad "oculta". "Somos hijos de Dios, dice San Juan, pero no se ha manifestado aún lo que hemos de ser un día". La Iglesia es el sacramento, el signo visible de esta unidad, y las lenguas litúrgicas internacionales, el latín, el griego, el eslavo antiguo, son su expresión lingüística. Pero sigue en pie el hecho de que la división de lenguas constituye la condición humana. Si es verdad que ha sido vencido el pecado, sin embargo, sus consecuencias, la muerte, la enfermedad, la división de lenguas, no lo serán más que en la resurrección de la carne.

¿Cuál será por consiguiente la actitud del cristiano ante este hecho de la división de la lenguas? Por el hecho de que cree que la unidad lingüística es una realidad escatológica, porque piensa que toda tentativa imperialista o sincretista es sacrílega, ¿va a resignarse a ver a los pueblos encerrados cada uno en su universo propio, sin comunicación alguna entre sí? (...) No es ésa la concepción cristiana. El cristianismo cree en una unidad de la sociedad humana, pero esta unidad no es en manera alguna la de una uniformidad que pueda destruir las diferencias provisorias.

La clave de todo el capítulo creo que bien podría estar precisamente en esta expresión de lo más sugerente: diferencias provisorias.

lunes, 18 de septiembre de 2006

¿Tres o uno?

Hace algún tiempo decía que no es para nada fácil que un lector advierta cuándo un poeta escribe por amor o simplemente acerca del amor. Poemas de amor, poemas por amor. Algo así vuelvo a ver en estos tres poemas de Diego Navarro. Aparecen consecutivos y cierran la serie que le publican en Escorial.

Dos son décimas con sus respectivos epígrafes de P. B. Shelley: Others as good, only want a wife, el primero:
Por esposa. ¡Qué tranquilo
este sueño que domina
la dulce flor sin espina
de nuestro amor en sigilo!
Una boda, por el filo
de la noche, dulce viene
como un ruiseñor que tiene
rota de amor la garganta.
Sólo por esposa. Canta,
que la boda se detiene.
Otro lleva un texto más sugerente en el título, pero de efecto menor en el poema: Queen of silver night.
Reina de plata y jazmín,
¿dónde mi amante dormida
espera la amanecida?
Si en pétalo o serafín,
¡qué delicia! Mi clarín
tiene la voz tan doliente
que su grito sólo siente
la novia arcángel o flor.
Reina de plata, ¡qué olor
a nocturno transparente!
El último, en cambio, es un poema de distinto tono y tema. ¿Cómo saber si los tres son de o por amor? Y cuál es cuál. ¿Tres casos distintos de su propia vida? ¿Tres momentos distintos frente a la misma persona? Juntos, impresionan más como contrastantes. Lo que es felicidad, deseo, expectativa, gozo, se vuelve nada al paso siguiente. ¿O es que siempre el poeta habla de su propio amor, aunque refiera el amor de otros; y, aunque él no lo tenga, sabe de qué habla?
Y nada

Ni el azar,
ni Dios mediante
ni nadie quiere soltar
mi sangre de triste amante.
¿Para qué, luz, para qué,
si vengo disimulando
que soy nada y voy llegando
a la nada que dejé?
De nada tú, pero lirio;
de polvo tú, pero ardiendo;
de minuto, pero abriendo
el infinito delirio
de una nada
limpia como buen acero.
Dame nada que me muero,
señor de los altos fríos,
dame nada, que prefiero
los vacíos
a este polvo de sendero
que me cubre y me recubre
de sequedad estirada.
Dame nada
en la dulcísima ubre
de esta mi amiga y amante
que me espera.
Dame Octubre
si no queda Primavera.
Dios mediante
tendré amante:
será nada,
pero estará enamorada.

domingo, 17 de septiembre de 2006

Dando vueltas

Por estos días, me fui a dar unas cuantas vueltas por el sur del país. Algunos pueblos y ciudades del sur del Chubut y del norte de Santa Cruz. Cansador. No importa -como no importa el resultado-, porque de todas maneras uno ama esas tierras. Lo cierto es que confirmo una y otra vez que, a varios efectos, la ausencia de vida intelectual y, más aún, espiritual, es un vacío palpable y dañino. No importa demasiado la cantidad de instituciones o la cantidad de actividades o iniciativas. Es el sentido y la calidad de lo que se hace, porque de eso resulta un hombre determinado y un clima social.

Si repito ahora lo que digo cada vez que voy, tiene que parecer machacón y aburridor. Pero lo repito igual: faltan monasterios. O cualquier cosa que haga lo que alguna vez hicieron los monjes. Sé que no es lo mismo. Que no estamos en la época en la que una tarea así produjo determinados resultados. No estoy hablando de una panacea universal. Digo que la combinación de ciertos trabajos con cierto espíritu, de cierta concepción con cierta finalidad, puede producir determinados resultados, que no son suficientes, admito, pero que son necesarios. Y a eso llamo monasterios. Y si nunca habrá, no habrá. Las consecuencias de ello serán las que fueren. Pero, entonces, siempre será así la Patagonia: esa mezcla de paisajes que por una razón u otra son entrañables; sumadas gentes de un tipo que en sí mismo es admirable; pero sumado también ese vacío que hace de aquello una tierra vacía, y no porque la población sea escasa en enormes extensiones de territorio. Sino que será un vacío de gentes vacías de si mismas, no tanto tierras vacías de gentes.

Pero volver hay que volver, así que vuelvo a la ciudad después de casi una semana medio apartado de lo que es noticia en el gran mundo y me encuentro con el revuelo del viaje de Benedicto XVI a Alemania y los dimes y diretes de sus palabras. Y se me hace muy similar a lo que veo cuando voy a la Patagonia.

Pues bien, ahí -entre otras palabras que dijo- está el famoso discurso de la universidad de Ratisbona y sobre el que se habla en estas horas.

Después de leerlo una vez, creo entender que lo que está diciendo es bastante más denso e irritante que una referencia al Islam. Es al menos una referencia al Islam -nada trivial, porque es en muy buena medida parte del esqueleto de su discurso-, pero no es valiosa por la mera coyuntura en cualquier caso, me parece, sino que es también una reflexión acerca de la relación entre la verdad, la fe y la violencia. Al menos se refiere al Islam. Pero no principalmente, ni notablemente dirigida a calificar al Islam. Pero si en todo caso en ocasión del Islam se dice algo, no se está hablando del Islam tanto como del cristianismo.

Lo mismo me parece que dijo en Munich, según la misma línea de ideas y forma de razonar.

Ahora bien.

Pienso siempre que cuando alguien habla sabiendo que habla urbi et orbi y que no llegará a la ciudad y al mundo sino a través de los medios masivos, y cuando uno cree saber cuáles son las categorías según las cuales se piensa en y a través de los medios masivos y las categorías con las que se piensa en el mundo -con medios o sin ellos-, cuando uno tiene una noción clara de cuál es la tópica al uso para pensar y sentir la fe, la religión, la religiosidad, el origen y el destino del mundo, el hombre, su origen y finalidad, la libertad, la sociedad y la relación entre la fe, la ciencia, lo social, la política, la historia y cientos de etcéteras, creo yo que, repito, cuando uno sabe todo esto, calcula también el efecto de sus palabras, la recepción que pueda tener, el modo en que habrá de ser tratado y entendido.

Pese a todo, cuando hay que decir una cosa, hay que decirla y el mal entendimiento -salvadas todas las intenciones de una parte y otra y la honestidad y eficacia para decirlo de modo que un hombre de buena voluntad lo admita si quiere- correrá por cuenta del que malentiende y es en desmedro del que recibe.

No creo que un hombre como el papa no adviertiera lo que dijo, releyendo al emperador Manuel, y lo que significa lo que dijo o cómo puede entenderse, aquí y ahora.

Sin embargo, como ya he dicho en otras ocasiones, hay una especie de equívoco respecto de qué le molesta al mundo del cristianismo.

Una mirada que a esta altura me parece ya cansadamente ideológica y frívola, diría que lo que más molesta es la distancia entre los postulados y las acciones. Dicen una cosa y hacen otra. No hacen lo que dicen. Hacen peores cosas que las que censuran o sostienen. Proclaman una fe que o no tienen o que, en cualquier caso, no cumplen. Sus obras desmienten su fe. Son hipócritas. Y cosas así.

Una buena parte del Islam, entretanto, así como otros, tiene algo 'personal' con el cristianismo, fuera como hubiera sido la acción del cristiansimo. Podrán ser más o menos corteses las relaciones entre ellos. Pero no parece tratarse simplemente de una convivencia de cosas opuestas y hasta contradictorias, en una relación de indiferencia o aun de comprensión mutua.

Muy bien.

La carta de Santiago -de este domingo- desafiando a la fe con obras (y a la encarnación en obras de la fe) es uno de los primeros debates a propósito de esta relación siempre discutible entre la fe y las obras. Entre ortodoxias y ortopraxis. Ni fue el primero Santiago, ni fue el último. Y el tema ciertamente es importante. Pero así como no creo que toda la substancia del cristianismo -ni siquiera del ser cristiano se agote en este debate tenso y falso entre ortodoxia y ortopraxis-, mucho menos creo que ahora se trate de esta cuestión (aunque habrá quien diga que siempre se trata en parte de esa cuestión de alguna manera..., y tendrá razón...)

Pero, veamos.

Encuentro entre otros un comentario a las palabras del papa. Se trata de un columnista del llamado progresismo. Tiene títulos de filósofo y entonces no sorprende tanto que pase por encima de lo elemental y vaya un poco más allá.

No es el mejor ejemplo, aunque vale también como ejemplo de lo que hace el periodismo: hablar de lo que le interesa en ocasión de algo que o no entiende o no le interesa. Y no solamente el periodismo. Porque es cierto que hay algo en la naturaleza de nuestro modo de ver las cosas -todas las cosas, Dios inclusive- que es eminentemente periodístico. Un modo que no se limita a los periodistas sino a los creyentes o no creyentes, se tratare de teólogos o filósofos, científicos o profesores.

Se podría decir que este columnista apunta a la cuestión central, a una parte de ella, y que no está poniendo en juego principalmente la posible distancia entre la fe y las obras sino que se dirige a impugnar que se sostenga una fe determinada con determinados postulados. Incluso una impugnación directa a un Dios mudo, lo que es una figura.

También este resumen
es en alguna medida periodístico, aunque con alguna diferencia en la metodología de razonamiento, en la intencionalidad y en el marco teórico. En este caso se nota más claramente la línea de argumentación, el esquema y el sentido de lo que se dice respecto de la definición y el papel de la razón en la fe que profesa el cristianismo.

A través de estos dos ejemplos se podría ver la diferencia, acaso. Y se podría de paso entender por qué la opinión general se agita cuando oyen nombrar al Islam y no se ponen tan nerviosos cuando se les dicen cosas que no están en condiciones de entender completamente. Hasta que las entienden. Porque, de hecho, es más duro lo que se dice sobre la naturaleza del cristianismo que lo que se dice sobre la jihad islámica.

Está el pecado del titular, ya se sabe. Tal vez por ese pecado de buscar algo 'picante' para titular, parezca más dura e intolerable -e intolerante- la referencia al emperador bizantino medieval hablando del Islam, que la exégesis acerca de cuáles son las dificultades de la razón moderna -tal como se la entiende y se la utiliza- para aceptar la fe.

Claro que lo dicho por Benedicto XVI bien podría tener enemigos a la derecha, también. Tal vez se le impute su deseo ecuménico. O por ejemplo, por el hecho de que con los mismos argumentos del papa se pueden impugnar las Cruzadas, la conquista en América y otras ocasiones tópicas y típicas de la considerada intolerancia cristiana y del impulso cristiano para difundir la fe y sus prácticas.

Sin embargo.

Si el cristianismo insiste en considerarse la religión verdadera y si insiste en considerar a Cristo el Unigénito de Dios, Dios mismo y Redentor del hombre, no podrá no resultar violento e intolerante.

Creo que hay en nuestras tierras otro ejemplo de cómo resultan estas cuestiones. He visto que se ha vuelto a repetir el argumento de que cuando la Iglesia habla de cuestiones sociales -o trabaja en ese ámbito- es más bien aplaudida, mientras que si habla de la vida es abucheada. Está, en este caso, mejor fundada la relación entre una cosa y otra, que en el propio documento episcopal que la formuló días atrás. Pero, a mi juicio, no tanto mejor que no me parezca que los argumentos esquivan la cuestión fundamental. Porque hay una verdad atenuada o esquivada cuando se atenúa o se esquiva la naturaleza y el sentido de la historia según el cristianismo. No es una cuestión ética, al menos no es principalmente una cuestión ética la que está en juego.

Creo que precisamente en ese punto está la parte más dura de lo que dijo el papa en Alemania, y creo que a eso también se refería, precisamente a la impugnación de una visión dominantemente ética del cristianismo y a la insubordinación de la razón, puesta a entender la revelación.

Si el cristianismo no se traiciona a si mismo deberá decir que Cristo es Dios y que es el Redentor y que hay necesidad de Redención y que ella proviene de los méritos de la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios, Jesús. En sus obras -en sus 'buenas' obras- tendrá lo exigido por su propia fe, como en ellas tendrá un 'argumento' para que a los hombres les parezca creíble esta fe. Pero no necesariamente.

Siempre se le podrá decir -y cada vez más se le dirá- que el cristianismo -específicamente el catolicismo- se arroga el papel de ser la fe, la religión querida por Dios; fe y religión que sostienen una iglesia fundada por Él. Hasta, como en este caso, se le imputará sostener una definición, un sentido y una finalidad para la propia razón humana.

Y entonces se dirá que esto es violento en cuanto tal, no importa cuán amablemente se porte un cristiano, cuán solidariamente.

martes, 12 de septiembre de 2006

Después de muerto

Es el título del séptimo soneto que publican de Diego Navarro.
Después de muerto amarillentas flores
me vendrán a una boca de ceniza
y vivirá en mis labios la maciza
ausencia de tus húmedos favores.
Después de muerto enjambre de livores,
con dulce miel cadáver y pajiza,
será mi cuerpo en el jardín que riza
la sombra del ciprés y sus temblores.
Después de muerto yo, tú ¿dónde vives?
Yo tiemblo amante en el rumor del viento;
tú vives ágil, duradero olvido.
Todo mi pulso es madrigal: no esquives
el último servicio de mi atento
corazón que te silba en el oído.
Me pregunto si hay muchas formas de elegía. Y me parece que no.

Ésta, por ejemplo, sabe un poco a la famosa -y apenas anterior- de Miguel Hernández, es verdad. Pero no menos a una de Garcilaso o de Q. Horacio o Cayo Valerio Catulo. Y más y más, como Bécquer, si me apuran.

Seguramente, es algo que tiene la muerte. Tanto como algo que tiene el hombre cuando habla de la muerte propia o ajena. Y lo mismo habría que decir de la poesía, puesta a decir la muerte.

Me podrán decir que de otros temas podría decirse lo mismo, el amor, por caso. Y me parece que no.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Diego Navarro

No encontré demasiado del poeta. Nada definitivo, al menos. Y está bien. Menos distrae el sabor de la poesía, a veces, no saber exactamente de dónde viene y qué puntos calza el hombre...

(Salvo, claro, que di con una referencia a un homónimo grancanario, interdicto líricamente por juzgarse más tarde que había sido políticamente incorrecto en sus afinidades políticas en la década de 1940, con la que se lo identifica. Vi que hay canarios que reivindican ahora al tal Navarro y a otros de su generación. De donde colijo que ha de ser, poco más o menos, porque la revista en la que lo encuentro -Escorial, diciembre de 1942-, cierra su contratapa con las "flechas de su haz..." Salvada también mi ignorancia y en parte justificada por el tal apartamiento en que dizque se lo ha venido teniendo. A quien quiera saberlo, el número de la revista costaba pesetas siete...)

Entonces.

En homenaje al bueno de Juan Martín, que está cumpliendo años hoy día y que certeramente eligió a Navarro de la ristra de poetas, sin hesitar, vaya para él parte de lo que no publiqué de sus versos y que hay en ese número de la revista.
A los jardines en que jugué de niño

¿Cómo pude vivir sin recordaros,
ríos de sol, jardines, fuentes mías,
en qué telar amor teje mis días
que no soñó con vuestros vientos claros?
Caminos de niñez, parques avaros
de vuestras rosas y canelas frías,
¿qué me decís ahora, en las vacías
horas que vuelvo mi palabra a daros?
Decidme el verso de la arena fina,
el gozo de los aros corredores
o la melancolía de esos bancos.
Una estatua de piedra en cada esquina
me va volviendo viejos los amores:
¿por qué, jardín de ruiseñores blancos?

Epitafio a una belleza y a un amor ya muertos

Tanto cielo murió de poco olvido
que poca tierra basta a su estatura;
de tal modo la muerte se asegura
en lo que, poco o mucho, amor ha sido.
Perdió el carmín la rosa, está perdido
cuanto aspiró a ser flor y fue dulzura;
y así busca refugio en piedra dura
para que dure el rastro consumido.
Nada sobrepasó la grave puerta
del frío del olvido y de la muerte;
del sueño en el que nunca se despierta.
Mas todo ha sido sueño; sueño verte
viva y hermosa, sueño verte muerta,
y sueño de mi sangre conocerte.

Atardecer por dentro y fuera

Ese color de tarde, esa hermosura
que a sombra va y a noche decidida,
norma dan al sosiego de mi vida
que en sombra muere apenas ya madura.
Esta sombra de raso, esta clausura
que encerrará la luz encanecida,
tranquilidad ofrecen a la huída
que el corazón presagia sepultura.
La tarde es sosegar. El día acaba
dando un ejemplo de serena muerte
que con los ojos de mi carne veo.
Ahora tranquilidad, ahora que cava
cada minuto sepultura inerte
a la fuerza del día y del deseo.

Y una décima, bajo un epígrafe del inspirado y extravagante romántico inglés, Percy B. Shelley: Let thy love in kisses rain.
Porque el amor no se atreve
a tenerte por pastora,
rebaño de besos mora
en tu piel, casi en tu nieve.
Pero es, doncella, tan leve
y tan liviana malicia
recrearse en la delicia
de tu sosegado amor
que todo el viento es temblor
de tu boca y tu caricia.

Le van a venir bien esos poemas al amigo, en su fiesta.

Pero, lo mejor, ahora que veo, es que me quedan más versos de Navarro para 'regalar'.

Qué otra cosa se podría hacer con la poesía.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Escorial

No me acuerdo ahora bien por dónde vinieron a dar a mí colecciones de revistas-libros de varias partes del mundo. La mayoría del siglo pasado y de los años que van de 1920 a 1960, más o menos. Son un viaje en el tiempo.

La última de estas apariciones fueron unos números de Escorial, una revista de cultura y letras, hecha en Madrid. Son entregas mensuales de unas 150 páginas cada una, y apenas tengo los de entre diciembre de 1942 y agosto de 1943. Se parece un poco a la nuestra Sol y Luna, de la misma época. Hay que andarse con cuidado, porque el papel se amarillea, cristaliza casi y se aja de minuto en minuto. Además, hay que leerla despacio y varias veces. Algunos asuntos interesan más que otros y no está exenta de guiños ideológicos. Pero hay cosas de toda suerte allí. Y algunas me parecen buenas. Por suerte, hay bastante poesía. Y hay bastante poesía buena.

Como algunos artículos sugerentes. Uno, por ejemplo, un 'clásico' de Martin Heidegger -en el número de febrero de 1943 (su publicación original es de 1936, en la revista Das Innere Reich)-, en el que intenta rastrear la esencia de la poesía a través de la obra de Hölderlin, tomando para ello cinco frases o proposiciones del clásico-romántico que murió loco, como temas o capítulos de su ensayo.(*)

Me interesó particularmente la segunda 'idea' que toma del esbozo de un poema de Hölderlin, acerca de quién es el hombre, de alrededor de 1800:
Pero en chozas habita el hombre y se envuelve en púdicas vestiduras, pues cuanto más íntimo es tanto más cuidadoso también, y en preservar el espíritu, como la sacerdotisa la celeste llama, consiste su inteligencia. Y por esto, el libre albedrío y el alto poder de ordenar y cumplir le han sido dados a él, el semejante a los dioses, y por eso también el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, le fue dado al hombre para que, creando, destruyendo y desapareciendo y retornando a la que vive eternamente, a la Maestra y Madre, atestigüe lo que es, al haber aprendido y heredado de ella lo más divino que posee: el amor que conserva el Universo.
Parece claro que es tan arduo y oscuro el texto de uno como el del otro. En otra proposición, comenta Heidegger un verso bastante abismal del poema Andenken (Conmemoración):
Lo que permanece, los poetas lo fundan.
Claro. No son éstos los tiempos que uno querría para detenerse en cosas así. Apenas si hay tiempo para la consigna un poco impaciente.

No le hace: ya que hay tanto que viajar por el espacio por estos días, un poco de viaje en el tiempo, parece que no, pero descansa.

Así que, sigamos.

Y si es en verso, mejor.

Entre los poemas que pude ver, están, por ejemplo, estos fragmentos de un Salmo de la nieve, de Luis Felipe Vivanco, de junio de 1943:
Confirmando la voz de mi pobreza,
como un niño que empieza
a reclinar su llanto en la memoria,
la nieve es el silencio y es el nido
donde Dios ha querido
descansar levemente de su gloria.
......

A la orilla del alma veladora,
lenta nieve cantora
de una canción tristísima de cuna.
Persevera la noche en su reposos,
queda el mar más hermoso
si adormece sus olas, una a una.
......

Ayer, mi corazón era tan puro
sobre su azar seguro
que no pudo soñarse más humano,
y hoy, que una misma ausencia le enriquece
y enturbia, permanece
disciplinando su verdad en vano.

Ayer estaba erguido, y parecía
feliz, y no quería
otra dicha menor que su esperanza,
y hoy, quebrado su esfuerzo por ganarse,
se obstina en alejarse
sin bendecir el límite que alcanza.
También este soneto extraño que Agustín de Foxá compuso en Helsinki, el 20 de septiembre de 1941, y que apareció en el número de marzo de 1943:
Ainó

Ainó la esquiadora desnuda por los mares
que el hielo inmoviliza; pastora de los renos,
mendiga de las nieves que has cubierto tus senos
con la piel plateada de los zorros polares.
Para alegrar con fuegos tus tedios invernales
los lapones quemaron sus trineos mejores.
Vistes los esqueletos de los exploradores
en las noches llameantes de auroras boreales.
Virgen del Polo Norte, donde es cristal el suelo,
que oístes ladrar las focas en sus helados bancos,
el sol de media noche doró tu cabellera.
Hay que amarte de prisa, antes de tu deshielo,
antes que a tu flotilla de icebergs y osos blancos
hunda, con su torpedo de flor, la primavera.
De un poeta que no conocía, Diego Navarro, hay varios sonetos; pero me quedo ahora con uno espléndido, de entre los que publican en diciembre de 1942:
La muchacha morena

Más que en flor, casi en ruego: en nada pura
marcha la voz, callando, a la deriva;
filo de aconteceres, sombra viva,
ancla el aire que muele lo que jura.
Persevera la dalia a calentura
morena, loca, breve y pensativa;
queda, jugando, en ébano cautiva
la voz que en mármol su frialdad apura.
Ya si jazmín moreno, y bien moreno,
acanto borda el gesto por dejarte
limpia de sol, manchada de alegría.
Y rubio de aire se marchita lleno
de esta olorosa plenitud sin arte
que antes de ti ni estaba ni vivía.
Y también con una de otras décimas suyas:
Baile de pañuelos

El color de tu pañuelo,
casi rosa, casi miel,
casi mejor que clavel,
¿dónde quema, casi cielo?
¿Dónde con dulce revuelo
el baile borda el primor
de tu gracia y de tu amor
sobre la luz de tu falda?
Sustenta un sol en la espalda
Castilla de arte mayor.
Más difícil se hace elegir alguno de los sonetos de José García Nieto que aparecen en el número de mayo de 1943, pero me quedo con el primero de los tres:
Emplazado a quietud estaba el vuelo;
a silencio la voz, y el alma a olvido.
Herido estoy de amor y no vencido;
ni habito el aire ni evidencio el suelo.
Ni tu palabra invade mi desvelo
ni en tu ausencia se crece mi descuido,
se alza a mi lado el pálpito del nido
sobre la sangre inédita del celo.
¡Qué mal guerrero fui de tu impaciencia!
¡Qué mal abril del agua renovada
que te encontró hecha junco en la ribera!
Luché sin triunfo en lid de adolescencia
con un dolor antiguo en la mirada
y una ambición novísima en la espera.
En aquel mismo número en el que está el artículo sobre la esencia de la poesía, aparece, entre otros, este soneto de Manuel Machado:
La oración del Huerto

Y ya no pueden más... Mudos, rendidos,
al entrar en el huerto, que destempla
un soplo asolador, Jesús contempla
de pena a sus discípulos dormidos.
Y sólo Él, en la terrible hora
-la deleznable carne estremecida
al borde misterioso de la vida-
sobre la humilde tierra llora y ora.
En un sollozo trágico y sublime
-como candente flor que abre su broche-
el Hijo al Padre el corazón entrega.
Mientras el viento en los olivos gime
callada y negra, al fin, llega la noche.
... Y no es la noche sola lo que llega.


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(*) Hay una traducción del artículo en este sitio.