sábado, 23 de septiembre de 2006

A la izquierda del padre

Tiene lo suyo el asunto.

Me doy unos paseos de tanto en vez por la rive gauche. Y ahora me encuentro con dos que cantan hablando del padre, del papá, sus padres. Papás 'revolucionarios y progresistas', españoles ambos, digamos así. Y con unos 20 años de distancia entre ellos.

Está, para empezar, Padre, de Patxi Andion (casi me había olvidado de él...), de los primeros años de los '70. Se ve que canta con tono reverente, piadoso, celebrando lo arquetípico, lo heroico, casi. Claro, son los '70...
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Eres como la mar, bueno de frente,
peligroso en día gris, duro y valiente.
Llevas en la cabeza brisas ligeras,
temporal que aún contiene tu compañera.

Eres como el cantar de un campesino
que al cantar va labrando nuestro camino.
Eres como un dolor mal repartido
que se volvió canción y no quejido.

Eres como la voz que expende el aire.
Eres como un poema de Miguel Hernández.
Y presumes de ser puro paisano,
de haber sido y de ser republicano.

Compañero del sol, fiel compañero,
nunca te preocupó en nada ser el primero.
Eres como el sudor callado y quieto
y nunca abriste el cajón de tu propio respecto.

No quisiste jamás salvarte solo
porque "no hay salvación -decías- si no es con todos..."
No sabes de venganzas, ni de desquites.
Gorrión que cantó siempre aun sin alpiste

Eres como la sangre, eres el aire,
la mar, la barca, el remo
y el navegante.

Timonel de mi alma, más que nadie
Y aun...
aun eres muchas cosas más
que me callo y me callan,
padre.

Después, está Papá, cuéntame otra vez, de Ismael Serrano, ya pasados los mediados de los '90, con otro talante, a los treinta años casi del mayo francés, con la quejumbre canónica de la mirada retrospectiva que ya no se les va, y ese desconsuelo quién sabe por haber perdido no saben bien qué. Además de esa mirada postmoderna, no solamente para lo revolucionario, sino para la misma institución paterna. Claro, son los '90...

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Papá, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.

Papá, cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis
estropeando la vejez a oxidados dictadores,
y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona
en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.

Papá, cuéntame otra vez esa historia tan bonita
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,
y como desde aquel día todo parece más feo.

Papá, cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.

Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos, ya no hay parias,
pero tiene que llover, aún sigue sucia la plaza.

Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París;
sin embargo, a veces pienso que al final todo dio igual:
las hostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad.
Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam
.

Con todo, no deja de ser una rareza, y en buena parte por eso lo copio aquí, el hecho de que para esta manera de mirar la historia inmanente -e inmanentemente-, la referencia sea -velis nolis y precisamente- el padre.