miércoles, 11 de octubre de 2006

Apuntes sobre el Confiteor

Es apenas un apunte. Hay poco tiempo ahora para desarrollos. Me lo trajo a la memoria el ver unos escritos viejos y algo que un sacerdote dijo hace unos cuantos años ya.

Se sabe que hay pecados de pensamiento, palabra, obra. Y omisión. Así lo dice el Confiteor o Yo pecador, por ejemplo.
Confiteor Deo omnipotenti, et vobis, fratres: quia peccavi nimis cogitatione, verbo et opere et omissione. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Ideo precor beatam Mariam semper Virginem, omnes Angelos et Sanctos, et vos, fratres, orare pro me ad Dominum Deum nostrum. Amen.
Aunque ésta es la versión que se reza desde el Vaticano II. Antes, según se ve, había al menos dos diferencias notables. No se refería explícitamente a los pecados de omisión y se ponía un acento mayor en los ruegos a la Iglesia de la Patria, como diría santo Tomás de Aquino, la Iglesia triunfante.
Confiteor Deo omnipotenti, beatae Mariae semper Virgini, beato Michaeli Archangelo, beato Ioanni Baptistae, sanctis Apostolis Petro et Paulo, omnibus Sanctis, et vobis, fratres: quia peccavi nimis cogitatione, verbo et opere: mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Ideo precor beatam Mariam semper Virginem, beatum Michaelem Archangelum, beatum Ioannem Baptistam, sanctos Apostolos Petrum et Paulum, omnes Sanctos, et vos, fratres, orare pro me ad Dominum Deum nostrum. Amen.

Muy bien.

No es lo que ahora me ocupa.

Quiero simplemente apuntar que creo verdaderamente que habrá tantos martirios (*) como formas de pecar. Que hay cierta correspondencia -que me resulta clara- entre los modos de pecar y los de dar -y sufrir- el testimonio de fidelidad y amor, tal vez más claro teniendo presente la versión original del Confiteor, aunque si lo pienso bien la 'omisión' quizá también podría cuadrar...

El testimonio del amor y de la fidelidad a través de la sangre podría eventualmente ocurrir y por cierto que es una gracia especial. Recuerdo que Castellani pedía algo así, traduciendo me parece unos versos de otro, todo lo cual cito ahora a las apuradas y de (mala) memoria:
...Dame la gracia de morir en campo
y de morir si puede ser por Ti...
El caso es que me parece que tanto los del pensamiento como los de la palabra pueden ser testimonios más frecuentes que el martirio de 'obra', entendiendo por tal el de la sangre, y no simplemente lo que podría llamarse en otro lenguaje y contexto 'dar testimonio'.

Y en tanto resultaren más frecuentes los de pensamiento y palabra, más fatigantes y erosionantes para el alma, más difíciles de sobrellevar, hoy por hoy.

Tratar de mantenerse fiel en lo que se piensa (y en cómo se piensa) y en lo que se dice (y en cómo se dice), creo que son ocasiones de martirio más habituales (y cada vez más habituales) que la ocasión de tener que ofrecer la vida con derramamiento de sangre. Distingo las obras de caridad del martirio de sangre, como distinguiría 'hacer el bien' de 'dar la vida'.

Todo martirio es obra de la caridad. Y la caridad es amor divino. Esto se sabe. De modo que a todo martirio le caben las mismas notas y las mismas exigencias de la caridad.

No me refiero, sin embargo, al hecho de 'confesar' la fe y la verdad. Como no me refiero ahora a las 'obras de bien' o al martirio de la sangre.

Tal vez a un aspecto distinto y menos frecuentado, aunque como digo tal vez creciente ahora. Me refiero al hecho de que más y más puede requerirse una fortaleza especial para pensar y decir, un amor y una fidelidad especiales para cuando pensar y decir signifiquen un acto extraordinario, un acto de testimonio extraordinario, un acto de martirio, equiparable al de la sangre en cierto sentido. Y tal vez tanto más equiparable, en cuanto la ocasión del martirio de obra -el de la sangre, con el doble sentido 'terminal' que conlleva- no aparezca.

Habrá que ver esto más detalladamente. Y más despacio.


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(*) Creo que aunque sería indistinto el uso de 'martirio' o 'testimonio', ambas palabras no connotan del mismo modo. Tal vez, el pudor propio del mártir, le exija esquivar la palabra aplicada a su acto por el altísimo significado que connota. Tal vez, en otros casos, sea exactamente al revés y no se trate de pudor alguno, sino simplemente de esquivar el acto mismo por el altísimo significado que connota.