miércoles, 4 de octubre de 2006

Juan Pérez

La 'gente', el 'hombre de la calle'. El 'hombre común'. Es sencillo describir esto. Uno puede hacerse la idea que mejor quiera sobre esto. Adornarlo, recortar y pegar. Siempre la cuestión será un poco de plastilina.

Lo que creo que pasa es que no se piensa en realidad que el hombre común sea algo formado, más bien se considera que el hombre común es la materia prima, algo que debe recibir alguna forma. Y es ése precisamente el mayor pecado contra el hombre común.

En este caso, este director teatral razona con morosidad y bastante inteligencia acerca de lo mismo: el hombre común. Claro que el artículo creo que podría llamarse en realidad: ¿por qué el hombre común no hace lo que me parece que debería hacer un hombre común para ser como a mí me gustaría que fuera el hombre común?

Hace bien en preguntarse y en preocuparse por cómo es en realidad el hombre común. Pero no es inocente la pregunta, es programática. Postula lo bueno y lo malo. Lo que el hombre común tiene que ser para que merezca la pena ocuparse de él. Menos que eso, es nada.

Al final, una alusión a esa pulseada de tiburoncitos entre obispos y políticos argentinos.
Bergoglio dijo en Luján que tenemos que terminar la discordia entre hermanos argentinos. Y de esta manera se agrava la polémica entre la Iglesia y el Gobierno.

Yo hubiera preferido que se refiriera a la desaparición del hambre y la indigencia. Esa es su misión pastoral. La de Jesús, a la que pertenece.
No tendría mayor valor si no fuera que allí mismo prueba que no está contento porque la realidad no se somete a su diseño.

No es que sea nuevo ese asunto de que el cristianismo es y debe ser una especie de multinacional de la solidaridad social y de la igualdad económica (o de la revolución). Es caracaterístico, nada más. Y es exactamente la correspondencia con esa noción del hombre común que, haciéndose el tonto, este director teatral postula. Es exactemente demagógico. Creo que si no todos, la gran mayoría de los que profesan la iglesia como una internacional social, no pueden ocultar el escándalo que les causa el mal en el mundo. Hablan de su escándalo. No de la naturaleza del cristianismo. Serán honestos en su escándalo y en su vocación social. Pero serían más honestos si lo dijeran.

Pienso si no son los mismos que consideran a san Francisco de Asís como el emblema y el modelo contra el capitalismo (excluyentemente). Pienso si no son los mismos que no se dan cuenta de que es el emblema y el modelo del amor al Reino y en eso mismo, y por derivación, en si mismo es el emblema y el modelo contra el reino de este mundo, en lo que tiene de mundano.

Y vuelvo a pensar en lo que Chesterton describía en su pintura del Sr. Jones (su Juan Pérez), en Lo que está mal en el mundo: el socialismo y el capitalismo se lo tironean, cada cual se llevará una parte de sus miembros en ese tironeo, diciendo que es lo que le conviene al Sr. Jones, lo mejor que le puede pasar, dirán que en esa dirección debe marchar la historia.

Lástima. Cuando terminen ya no tendremos Juan Pérez. Pero eso no importa demasiado. Claro.

No estábamos hablando de nada real, salvo de nuestro propio escándalo y de lo que no podemos resolver en nuestra cabeza y en nuestro corazón.