viernes, 10 de noviembre de 2006

Dice Miguel Hernández...

A María Santísima

(En el misterio de la Encarnación)

Hecho de palma, soledad de huerta
afirmada por tapia y cerradura,
amaneció la Flor de la criatura
¡qué mucho virginal!, ¡qué nada tuerta!
Ventana para el Sol ¡qué sol! abierta:
sin alterar a la vidriera pura,
la Luz pasó el umbral de la clausura
y no forzó ni el sello ni la puerta.
Justo anillo su vientre de Lo Justo,
quedó, como antes, virgen retraimiento,
abultándole Dios seno y ombligo.
No se abrió para abrirse: dio en un susto
(nueve meses sustento del Sustento)
honor al barro y a la paja trigo.

(En el día de la Asunción)

¡Tú!, que eras ya subida soberana,
de subir acabaste. Ave sin pío
nacida para el vuelo y luz, ya río,
ya nube, ya palmera, ya campana.
La pureza del lilio sintió frío;
y aquel preliminar de la mañana
aire ¡tan encelado! en tu ventana,
sin tu aliento y olor quedó vacío.
¡Todo te echa de menos! ¿Qué azucena
no ve su soledad sin tu compaña,
ve su comparación sin Ti en el huerto?...
Quedó la nieve, sin candor, con pena,
mustiándole el perfil a la montaña;
subiste más, y viste el cielo abierto.

(En toda su hermosura)

¡Oh Elegida por Dios antes que nada;
Reina del Ala; Propia del zafiro,
Nieta de Adán, creada en el retiro
de la Virginidad siempre increada!
Tienes el ojo tierno de preñada;
y ante el sabroso origen del suspiro
donde la leche mana miera, miro
tu cintura, de no parir, delgada.
Trillo es tu pie de la serpiente lista,
tu parva el mundo, el ángel tu siguiente,
Gloria del Greco y del Cristal Orgullo.
Privilegió Judea con tu vista
Dios, y elegió la brisa y el ambiente
en que debía abrirse tu capullo.



Y yo no tengo nada que agregar. Ni me atrevo. Salvo decir que ni me atrevo...