miércoles, 13 de diciembre de 2006

La era está pariendo un corazón

Dice el poemita
En el cuerno salvaje de un arco iris
clamaremos su gesta
bayonetas
que portan en las puntas las mañanas.
Es asunto más o menos lateral. Y no tanto, tal vez.

El futuro. Lo que hay adelante. Parece cuestión ineludible. Parece que no se puede pensar la vida y la historia sin esa referencia temporal al tiempo que viene y a lo que traerá. Y a lo que debería ser y se quiere siendo.

Parece que eso define cualquier creencia, corriente, ideología. Aunque no se tratare de un punto central, demasiado desarrollado o explícito, es definitorio, al fin.

Suena a broma, pero el fin define.

Sabemos que el fin mueve, que nada es tan inadvertido que no tenga finalidad, que nada es tan casual que no sea por alguna atracción de algo que está más bien después. En la vida, en la historia, las cosas se mueven de este modo. Y se piensan y se sienten así. Así se las postula. Parece ser así

De modo que tal vez no sería mala cosa palpar de futuro a toda creencia, ideología, corriente.

No importaría tanto que lo que augura o desea efectivamente ocurriere tal y como lo augura o desea. Nada más saber qué augura o desea, cómo es el futuro que querría ver parido, si no pronto, alguna vez.

Y lo que eso mueve.

Y que se pudiera decir del modo más detallado y crudo posible, sin eufemismos cursileros de poster, ni ingeniosidades de pintada callejera o grandilocuencias frívolas de sermón vacilante y hueco o de (horresco referens...) propaganda política, por dandy y sofisticada que se pretendiere.

Nada de justicia para todos, la libertad libre, un mundo mejor, el bien de la humanidad, peace & love, y huevadas tales.

No.

Futuro: puro y duro.