martes, 13 de febrero de 2007

El Sur del Sur

Volví esta mañana a darle otra mirada a la despareja de Fermín Chávez, aquella antología -Aquí me pongo a cantar-, que ya menté varias veces el año pasado, y que creo que volveré a mentar alguna que otra vez.

Hay allí algunas cosas de José María Fernández Unsain, que es poeta que me gusta.

Me gustaría tener a mano algunas cosas suyas de los últimos años y no tengo. Se fue a México en 1958 , donde creó una Sociedad General de Escritores de México, y se dedicó sobre todo al cine (escribió centenas de guiones y dirigió decenas de películas), al teatro y a la literatura, y llegó a ser allí un personaje hasta su muerte en 1997 (la antología de Chávez es de 1993).

Lo cierto es que dice Chávez que estos versos los escribió en tiempos de la riña Braden o Perón, en 1945 (el autor tenía menos de 30 años...)
Sur y Norte de América

Mírame donde estoy, apenas triste,
solitario desde hace tanto tiempo,
con las venas deshechas, sin su sangre,
temblando con oscuro sentimiento.
Mírame donde estoy, patria temible,
rodando como un río por el suelo,
desesperado, sin posible espera,
sin antes, sin bandera, sin consuelo.
Mírame patria, mírame llorando,
adivinando el rumbo de tu viento,
viendo crecer las fieras invasiones.
Ellos están aquí. Los extranjeros.

Aquí, donde tú eras la certeza
de un campo verde, un cielo azul, un pueblo,
un pueblo con vergüenza, con coraje,
ya sin felicidad, pero creciendo.
Aquí, donde la tierra miserable
era nuestra nomás y era en el cielo
donde moría la mejor frontera,
donde la libertad paraba vuelo.
Esa patria era el Sur, bárbaro y alto,
el apampado Sur, el Sur violento,
sin otra industria que la del coraje,
sin otro dios que Dios, el del silencio.

Arriba de la rosa, por el Norte,
los ángeles malignos van creciendo,
convocando su guerra prodigiosa,
pudriendo el aire con su largo aliento.
Yo estoy aquí en el Sur. Pido con odio
que haya luz en los ojos de los ciegos,
que velen los que duermen y se afilen
los filos de los dientes y el acero.
Ellos están aquí, fuertes y hermosos,
ya están sus fuegos en la patria ardiendo,
ya se pervierte el alba y hay un soplo
de conquista, de sombras y de miedo.
Yo digo: que este Sur nos pertenece,
que todo es nuestro, simplemente nuestro,
y que hay que defenderlo con las uñas,
con la voz, con el alma, con el pecho,
o quedar una tarde azul y blanca
definitivamente libres. Muertos.


Lo cual prueba, por ejemplo, la famosa universalidad mayor de la poesía frente a la historia.

Tenemos el privilegio de ser, prácticamente, el Sur absoluto, el Sur del Sur del mundo.

De modo que estos mismos versos valdrían hoy para George Bush lo mismo que para Hugo Chávez.

Y para casi casi todo el mundo.

Hasta para las tropas de neoturistas.