sábado, 17 de marzo de 2007

What's Wrong With the World (V)

Una observación-pregunta me hacen, absolutamente pertinente, y que hay que ver de solventar.

Es obvio que las diferencias entre una persona y otra son diferencias que también afectan la percepción. Así las cosas, ¿no hay posibilidad ninguna de semejanza siquiera entre dos percepciones de dos personas distintas?

La respuesta es a la vez fácil y difícil, diría Castellani, porque el objeto de la percepción es el mismo.

La cuestión primera es admitir primero eso. La misma cosa vista. Y soy de los que piensan que la cosa es algo y es una cosa y no cualquier cosa sino una determinada, aunque el conocimiento de ella tenga grados y perspectivas en personas distintas.

Lo segundo es la posibilidad del que percibe de percibir lo que la cosa es. Y en este caso pienso que el hombre es capaz de percibir y conocer lo que las cosas son. No completamente, sí certeramente.

Lo tercero es si la percepción de algo es como mecánica y automática: algo recibido que encaja sin más en el receptor. Ahí cambia el asunto: no creo que haya tal mecanismo que permita la idéntica percepción, más allá de lo general. Se puede conocer lo mismo pero no se conoce necesariamente de la misma manera.

Cuarto lugar para la cuestión correlativa con la anterior de si al conocer uno conoce con todo lo que es y tiene y le pasa al momento de conocer. En este caso, también admito que yo soy yo y mi circunstancia, de modo que conozco y percibo también con mi circunstancia. Y mis circunstancias, en plural, porque al momento de conocer, de percibir y de juzgar acerca de algo, lo hago hasta con mi estado de ánimo y mi estado de salud. Hasta significa que otras muchas cosas inciden.

Esto, con todo, no impide sostener lo primero y lo segundo: la cosa es la misma y puedo conocerla en lo que es. Puedo, es decir, no necesariamente me es idéntica a lo que ella es en la percepción de otro. Incluso puede llegarse a que la misma cosa aparezca deformada ónticamente -en la percepción y el juicio- y que resulte otra cosa y hasta su opuesta.

De modo que, al tiempo que las coincidencias son posibles, son posibles las diferencias. Y así como esas coincidencias pueden tener grados, las diferencias también. Alguna vez esa coincidencia o diferencia se da en niveles en los que ya no se trata de grados sino de naturaleza de la percepción.

Y es el caso de la fe, la virtud teologal de la fe, la gracia de la fe: no es la misma percepción de algo con la fe que sin la fe. El propio Castellani en la Carta pone este mismo caso y lo aplica a sí mismo, pero de eso habrá que hablar después.

El asunto es que si me pidieran ejemplos de esto que he dicho más arriba, se me ocurren muchos. Pero, por poner uno al día, pondría los dos últimos documentos de Benedicto XVI y tal vez en especial el último, sobre la Eucaristía.

Basta salir apenas a recorrer el mundo para oír toda suerte de cosas respecto de lo mismo.

Elijan: el latín, la liturgia, el Concilio, la eucaristía y los divorcios, el eros en Dios.

Y cada quien juzga según percibe, y según su pathos. En las diferencias tanto como en las coincidencias.

Y no parece que fuera necesariamnete el mismo pathos en la coincidencias tanto como en las diferencias, aunque se trata de las mismas cosas.