lunes, 28 de abril de 2008

El pan nuestro de cada día (I)

Tal vez una forma de hablar sobre la 'polis', y sus coyundas actuales, sea una especie de diccionario de palabras y cosas, o una de esas exégesis de lugares comunes, o cualquier formato de ese estilo. Nada nuevo, ya lo sé. Pero creo que sirve.

¿Por orden alfabético? Podría ser, aunque siempre le tuve un poco de antipatía, malgrado el oficio. Reconozco que el orden alfabético es un orden. Sé también que las letras no son cosa baladí. Pero es verdad que hemos transformado en un orden inarrugable y dizque hasta jerárquico, a algo cuyo criterio de orden no conocemos del todo bien y de ese modo hemos establecido jerarquías que o no sabemos o no existen. Y dejemos de lado ahora que el método se consagró con la Ilustración y la Enciclopedia del siglo XVIII. Con los números, por caso, siempre se puede hablar de cantidades mayores o menores. Pero, por ejemplo, ¿por qué la letra f tendría prelación sobre la m? Contra eso, alguien podría decirme que Jesús dijo ser el alfa y la omega. Pero lo que dijo con eso es simplemente principio y fin, no dijo más o menos importante, o viceversa, sino todo lo contrario más bien: porque ¿cuándo deberíamos considerarlo menos, en el alfa, en la omega, al principio o al final? Nada de eso. Podría haber usado números en este caso y no lo hizo. Usó las de las puntas del alfabeto y dijo ser ambas, que es como decir: por Mí todo fue hecho y hacia Mí va todo. Lo cual es verdad.

Así las cosas, entonces, mejor empiezo por donde empiezo, con la sola advertencia de que cada entrada rozará una proposición del Padre Nuestro, cosa que hará bien el amable lector en descubrir por cuenta propia.

Plaza

Se entiende que "La Plaza" es la Plaza de Mayo. Es importante para los argentinos porque tiene la fuerza de un emblema. Y como es un emblema potente se la usa como tal. Por qué devino tan importante es materia de otra entrada. Lo cierto es que hay plazademayo en muchas partes del país, claro que sólo circunstancialmente y por participación de La Plaza. A La Plaza vamos los argentinos cada vez que hay que oír o decir algo, mostrar o ver algo. Desde el marketing político para acá, su efecto visual por televisión hace que valga a veces lo que no vale. El argentino -más específicamente el porteño, nativo o por adopción: hay de todo en Buenos Aires y hay porteños nacidos en todas las provincias- va a La Plaza o lo llevan, que no es lo mismo, claro, salvo porque el lugar emblemático es siempre el mismo, y una vez que está allí más bien está allí con todo lo que eso significa y no sirve de mucho especular si está por voluntad libre o adobada. Para llevar gente a La Plaza a veces se usan bondis o tachos alquilados, unos mangos, choris. A veces, no. Se puede ir espontáneamente (las menos de las veces) o pueden algunos ser llevados allí por un motor distinto al de un bondi o por un alimento distinto del chori: la gloria o la venganza. Por supuesto que La Plaza no es original de los actos peronistas. Casas más o casas menos, la Plaza Mayor de los tiempos de 1810 ya era un escenario, por no mencionar otras "plazas" como el ágora o el foro, más antiguos todavía y en los que también pasaban algunas cosas importantes -con pueblo y todo...- que incidían en la suerte de pueblos e imperios. También están otras plazas: españolas, cubanas, italianas, francesas, rusas, chinas, alemanas, venezolanas, en fin, la mar de plazademayo en todas partes. Lo que sí hizo el peronismo es asociar de un modo fuerte La Plaza a El Peronismo: "Todos a La Plaza...", de modo que todo el que hoy por hoy toma posesión de La Plaza, le pese o lo halague, se hace un poco peronista por el tiempo de su inquilinato. Hay quienes piensan o sienten que La Plaza tiene que ser de todos, que suele querer decir que ellos (cualquier ellos...) son los que dirán quién puede o no puede estar allí, quién lo merece y quién no. Hay quienes creen también que La Plaza tiene que ser suya, lo que quiere decir que no tiene que ser de otro u otros. Las madres de la plaza ocupan un lugar allí porque La Plaza es un emblema y no al revés. Las 'carpas' (sindicatos, piqueteros, veteranos de guerra, cualquier cosa...) si quieren asentarse en algún sitio que amplifique van a asentarse allí, por lo mismo. Los neoturistas no tienen modo de evitar -y en general no quieren evitar- ese renglón de su tour... En La Plaza pueden superponerse los emblemas y pueden apilarse significados, contrarios y hasta mortalmente antagónicos entre sí, pero al final siempre funciona el significado más potente, que no quiere decir el más forzudo. Claro que lo que no sabemos del todo exactamente todavía es cuándo es el final. Puede haber cierta relación entre La Plaza, la imago patris y la imago mundi. Por ejemplo: cuando a alguien que se siente peronista lo echan de La Plaza, me parece que le queda como un síndrome, diría. Aunque lo hubieran echado sin que estuviera físicamente allí. Y si uno se siente peronista y es Perón el que lo echa de La Plaza, diría que al echado le queda algún trauma para toda la vida. No sé cómo se llama el síndrome o trauma, lo inventé recién. Pero, si hubiera que describirlo, diría que es un síndrome como de orfandad: orfandad hacia arriba por falta de padre político y orfandad hacia abajo por falta de pueblo político: dos cosas necesarias para poder hacer política pero necesarias también para que La Plaza destile toda la virtualidad que se espera de ella. A veces una consecuencia de ese síndrome de orfandad por expulsión de La Plaza suele ser una cierta necesidad de hacerse valer, especialmente frente a la gente que está en La Plaza. El horror al vacío es poderoso en la natura y puede pasar que, enfrentados a una cierta neurosis de nueva expulsión de La Plaza, imaginada o real, haya quienes desesperen por presunción, tratando de empujar el tiempo y la historia y las cosas, sintiendo que, si son echados, fatalmente pasará que lo que para ellos La Plaza tiene -y tuvo- de proyecto, será -nuevamente- frustrado. Y ellos lo serán con La Plaza.