viernes, 6 de julio de 2007

Quién

Quién ha puesto la luz en esta tarde;
quién deshojó ese roble y adornando la grava
puso tinto el camino;
quién amasó este pan, misericordia,
este pan que alimenta y que desangra
y hace crecer las manos que acarician
y la boca que ríe y que agradece;
quién respira;
quién sopla el viento azul, cerca la noche,
reparte aromas por el aire frío,
rociando la madera y la ceniza;
quién, de guardia,
apaga cada casa,
quiebra el día,
infunde el sueño y calla los rumores.

Y quién la noche dio;
quién las estrellas brilla para doler los ojos
con distancias y agobio,
quién refleja los rostros, las memorias
que vuelven sobre sí,
orantes, mudos;
quién puso ese vinagre en las heridas
que gimen y se curan con el fuego
de ese cauterio dulce y penetrante;
quién consuela;
quién duerme los afanes;
quién desborda de luna las ventanas
y crepita maderos
y mueve los rescoldos
de recuerdos salados como lágrimas;
quién gime
por todos los que gimen y se arrastran
y sueñan sueños tibios,
pero inquietos,
o malgastan la voz hablando a nadie,
o los ojos malgastan en lo obscuro.

Quién estalla la luz cada mañana;
quién abre el cielo en gris, lo vuelve cobre;
quién sube el sol;
quién niebla el horizonte;
quién crujió los arroyos
con escarchas y espejos ateridos bajo el pie que camina;
quién murmura
al paso arrebujado del alba de este mundo;
quién lanza el día nuevo;
quién lo viste;
quién brota la alegría
en hordas de calor, vivo, surgente,
crepitante de fuerza y en silencio
germina la esperanza y el coraje;
quién despeña el torrente;
quién el canto;
quién anima la voz;
quién silba el universo
y obliga en la raíz a las palabras;
quién florece el amor y las abejas;
y quién aquieta el mar y lo retira
y deja sólo el cielo en alimento.