jueves, 6 de septiembre de 2007

Los secundarios

Conocí a algunas personas que habían pasado los 100 años.

Cuando estaba chico, por ejemplo, trabajaba en un banco, y me tocó en un tiempo darle los recibos a los jubilados para que cobraran. Venían a por ello un padre y su hijo, me acuerdo. El padre se llama Elías y tenía unos bigotazos blancos y unos ojos negros de fotografía de revista de 1910. Fotografía de un árabe en blanco y negro, con su traje oscuro y su camisa blanca, abrochado hasta el último botón del cuello y sin corbata. Era libanés. Tenía 106 años. El hijo, de unos 70 y tantos, arrastraba los pies hasta el mostrador. El padre, derecho como una tabla de cedro (del Líbano, claro), se quedaba sentado y esperaba que le llevaran los papeles a firmar.

También conocí a otra señora que murió a los 103. Cuando tenía unos 99, la ayudé a poner en caja un libro de poemas suyos recopilados, que revisó íntegro y publicó. Unos pocos años antes, le había dado una mano con otro libro sobre su familia. Una mano, es literal. La cabeza la había puesto ella.

Y así me topé por todas partes con otros de alrededor o por debajo pero cerca de los 100 años. Vitales casi todos, enérgicos, lúcidos. Los menos, arruinados por los años. Se ve que me tocó ver eso. Vaya a saberse por qué.

Lo cierto es que, a varios de ellos -recuerdo habérselo oído o leído a Borges, por ejemplo, un par de veces-, les oí decir que no sabían qué hacían todavía por este mundo. Algunos dijeron que Dios se había olvidado de ellos, que no entendían por qué no se los llevaba de una buena vez...

La pregunta tiene algo de específico. No es la misma pregunta, genérica o programática, que cualquiera podría hacerse respecto de la razón de ser uno en esta vida. ¿Por qué nací? no es lo mismo que ¿por qué no muero? Y creo que se entiende qué quieren decir los provectos cuando piden la muerte con esa pregunta casi retórica o suplicante. No es exactamente una blasfemia. No exactamente. Pero tal vez no sea tampoco la misma pregunta ¿por qué no muero? que ¿para qué vivo todavía? Pues mientras la primera podría ser súplica o afirmación encubierta (me quiero ir muriendo, si fuera posible, ahora mismo...), la segunda inaugura reflexiones más difíciles, me parece, pero no menos fascinantes. Y aun cuando éstas son preguntas que no hace falta envejecer para hacerse, el tiempo las va tiñiendo de una hondura que no necesariamente tienen en la juventud o en la plenitud de los años.

En eso estaba pensando, temprano a la mañana, mientras se me consumía el cigarro de furgón, obligado escalón de viaje en tren, no bien se sale de Palermo y va uno para el Retiro.

La cuestión me llevó entonces a Sméagol-Gollum. Y a su 'estiramiento' temporal, como dijera otro 'estirado', Bilbo Bolsón, pero ya consciente plenamente de su durabilidad y no como Gollum.

Y de allí fui a dar por caminos no menos inefables a mi doctrina de entrecasa: la doctrina del extra o del personaje secundario, relacionada creo con este asunto.

Así las cosas, me parece que con estos elementos bien puedo ensayar algunos párrafos en algunas entregas módicas, que no se estiren demasiado.