domingo, 7 de octubre de 2007

Corona

Cuenta Osvaldo Horacio Dondo (1902-1962) que Luis José de Tejeda y Guzmán (Córdoba del Tucumán, 1604-1680), ya fraile dominicano –desde 1663-, y siguiendo los Misterios del Santo Rosario de su padre santo Domingo de Guzmán, se propuso escribir tres Coronas Líricas: de Rosas (Gozosos), Espinas (Dolorosos) y Estrellas (Gloriosos), plan que dejó incompleto y con lagunas de partes inhallables. Además de los versos están sus meditaciones, que siguen a Santo Domingo tanto como a Teresa la Grande, por ejemplo, entre otros.

Dice Osvaldo Dondo, refiriéndose a la Corona Lírica de Espinas:
Desde la introducción a los cinco misterios –“La Cena”- hasta lo único que realizó del 4º Misterio, que es su brevísima prosa que dejó trunca, esas páginas –“De la oración en el huerto”, “De los cinco mil azotes”, “De la corona de espinas”- son señaladas por las “Soledades de María Santísima” (Soledad primera, Soledad segunda hasta la Soledad quinta) intercalándose como recuerdos a su vida de pecador y como muestras sensibles de su arrepentimiento, las cuatro partes que sigue llamando con fiel constancia “El Peregrino en Babilonia”. Es que en la afirmación de San Pablo –“Mientras estamos en el cuerpo peregrinamos lejos del Señor” (II Cor. V, 6)- este peregrino ya es atraído como nunca por el hechizo de la patria donde el descanso es verdadero.
Todos es caudaloso y todo cubre con una entonación de corazón lastimado.
Veamos este ejemplo del final de la “Soledad Tercera”, este soneto del encuentro de la Madre de Dios y su Divino Hijo en el Camino del Calvario, soneto que me parece grande y merecedor de apretadas admiraciones y sin embargo tan callado o tan ignorado:

Jesús- Madre, esta pura sangre que me diste
quando me concebiste y me criaste
que oy por el hombre, se derrame y gaste
es justo, pues para eso me pariste:
Ma. - Hijo, aunque passo yo tu passion triste

dentro del alma mia qe criaste
por qe también dese sangriento engaste
a mi cuerpo, partícipe no hiciste?
J.H.S.- Porqe si cuando yo tanto me humillo,
al dolor, a la afrenta y al tormento
tu cuerpo en mi passion me acompañara
no hiriera tu alma tan cruel cuchillo
que es el mayor dolor que agora siento
y ese dolor a mi pasión faltara.
(Todo esto -Osvaldo Horacio Dondo: Sobre la poesía de Luis José de Tejeda (Siglo XVII y en Córdoba)- está en una sección Escolios de Ortodoxia, Revista de los Cursos de Cultura Católica, Nº 7, julio de 1944, páginas 273-282.)

A Fray Luis se lo considera el poeta argentino más antiguo, y tal vez el primero. Y aunque se le nota que fue imitador de Góngora, se le reconoce inspiración y talento en sus versos místicos; poco y nada se sabe de escritos anteriores a su entrada en religión. De familia con linaje y descendiente de conquistadores y fundadores –Tristán de Tejeda, por ejemplo, uno de los fundadores de su ciudad cordobesa-, fue educado por los jesuitas entre 1612 y 1620. Vivió una vida agitada y rumbosa, con varios amoríos; finalmente, al morir su esposa, ingresó penitencialmente al convento dominicano. Todo lo cual lo narró en ese poema de 1.332 versos, “El peregrino en Babilonia”. Los manuscritos los encontró Ricardo Rojas y publicó el poema por vez primera en 1916. Tejeda compara allí a la Córdoba natal con Babilonia. Como segunda parte del poema, figura una serie de cantos místicos dedicados a “A las soledades de María Santísima”, a los que hace referencia Dondo.

El soneto que cita y rescata, gongorino y barroco como es en forma y modo de razonar lírico, es una pequeña joya de poesía, de piedad y teología, si acaso. Es verdad también que tiene ese algo barroco de tensar los argumentos hasta lo casi insoportable. Como, en este caso, ese dolor de María que Jesús 'necesita' para hacer completa su Pasión, por lo que tiene para Él de mayor dolor el dolor de su madre.

Pero, con todo y eso -siendo como es materia de contemplación de un Misterio en la Corona de Rosas-, en este mismo día no desmerece para nada la celebración por Lepanto y el homenaje a Don Juan, el glorioso bastardo, rey sin corona.