lunes, 1 de octubre de 2007

Lunario Novo

Uno de los mayores cráteres de la Luna se llama Clavius. De hecho, con sus casi 230 kilómetros de diámetro, es el mayor de la cara visible.

Es un homenaje a Cristóbal Clavius, un jesuita del siglo XVI, profesor de matemática y astrónomo bávaro, responsable de que el 15 de octubre se dedique en el santoral católico a recordar a santa Teresa de Jesús, que había muerto, en realidad, un día antes, es decir el miércoles 4 de octubre.

No. No dije el 14 de octubre, dije bien: en 1582, el día anterior al 15 fue 4 de octubre.

Ocurre que, como se sabe, durante algunos siglos se observó que los cálculos de Sosígenes de Alejandría -asesor de Cayo Julio para la reforma del tiempo romano- dejaban algunos cabos sueltos en la cuenta de los días y los años. Después del Concilio de Nicea, en 325, la Iglesia adoptó el calendario juliano para fijar las festividades religiosas. Como la preocupación principal para la determinación de los días en el año litúrgico es la de la celebración de la Pascua, y esto está en relación con el equinoccio de primavera y las fases lunares, se notó que con esas 'movilidades' temporales (cada 128 años, se cumplía un día) la Pascua iba camino al verano, por ejemplo. Después de Trento, le tocó al papa Gregorio XIII disponer la reforma del calendario juliano, porque para 1582 ya llevaba una distorsión de 10 días. De allí entonces que el calendario que usamos se llame gregoriano. De modo tal que, hoy por hoy, con esos cambios andamos desde entonces más a la par con el sol. Y con una celebración pascual más acorde, por así decir.

El caso es que Teresa murió un 4 de octubre de 1582, es decir hace 425 años, el preciso año y mes y día en que se ponía en práctica la reforma. La propuesta de contar los días sin que transcurrieran y pasar en octubre del miércoles 4 al jueves 15 fue de Clavius quien, junto con un calabrés, Antonio Lilio, tuvieron en sus manos los cálculos. Clavius, además, determinó más precisamente la frecuencia de los años bisiestos, corrigiendo también en esto a Julio César, de modo que la distorsión del tiempo -en ese sentido- es ahora prácticamente despreciable.

Cuando santa Teresa fue canonizada, por otro Gregorio (XV) en 1622, se fijó el 15 de octubre (gregoriano) como el día de su fiesta. Al fin y al cabo, tampoco el 14, y menos todavía el 4 de octubre.

Muy bien.

Lo que son las cosas, sin embargo.

Al atardecer del sábado 3 de octubre de 1226, tiempo juliano, moría san Francisco de Asís en la Porciúncula. Apenas dos años después, en julio de 1228, otro Gregorio (IX), amigo de Francisco, lo canonizó durante su estancia en el mismo Asís, pues estaba de paso por culpa de una sedición en Roma. Gregorio -no sé por qué- dispuso que la fiesta fuera el 4 de octubre, esto es -como en el caso de santa Teresa- un día después de su muerte. Para 1582, la de san Francisco era ya una fiesta consagrada, como se ve en la ilustración si uno mira con detenimiento la columna del centro a la izquierda. De modo que santa Teresa murió el día de la fiesta de san Francisco de Asís, lo cual me hace explicable que su fiesta fuera dedicada al día siguiente, es decir el 15 de octubre, del tiempo gregoriano.

Ahora bien.

¿Sabría Clavius que mientras él hacía sus números de días y años, exactamente a la vez, la inquieta señora de Ávila iba mucho más rápido todavía y pasando no ya de un día a diez días después, pasaba de un tiempo a otro y hasta de una vida a otra -ya sin morir porque no moría-, todo con entera felicidad?

Quién sabe y creo que no y creo que no tendría por qué.

Por otra parte, y según parece pese a las versiones, Clavius era bastante amigo de Galileo Galilei. Al menos, no se llevaban tan mal como algunos quieren suponer. Según se dice, cuando Galileo miró la Luna con un telescopio por primera vez, Clavius -que ya era hombre mayor y de quien se dice que era más bien geocentrista- se entusiasmó con los resultados de las observaciones. Se dice también que, pese a todo, no creía, como sostenía Galileo, que lo que se viera allí fueran cráteres, montañas y 'mares y océanos'. Con todo y eso, el mayor cráter visible lleva su nombre.

Para muchos, supongo, Cristóbal Clavius es cosa de todos los días. Para mí era un perfecto desconocido hasta recién. Y no dejan de asombrarme las secuelas de sus actos y la estela de su paso por este mundo. Incluso, las huellas que ni sabría él que estaba dejando y cómo se tramaba el hilo de sus días con los hilos de otras vidas en el tiempo, antes, durante y después.