lunes, 21 de enero de 2008

Signos de la Venida (II): No lo conocía

Vuelvo a san Juan, el bautista.

Hay que mirarlo con atención, insisto, pues creo que en él se cifran asuntos cruciales -valga el adjetivo- del tiempo de la promesa prometida que es el de Antigua Alianza con Abraham e Israel, del tiempo de la promesa cumplida que es el de la Encarnación del Verbo de la que Juan fue contemporáneo en un sentido y del tiempo de lo que ha de venir, porque, entre otras cosas, su figura es asimilada por Jesús mismo a la del profeta Elías, emblema mesiánico a la vez que escatológico.

Ayer, domingo, san Juan, el Amado (Jn. 1, 29-34), trae unas palabras del Bautista que parecen aumentar la tensión y el misterio acerca de la relación entre los primos, Juan y Jesús.
Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: "He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije:
Detrás de mí viene un hombre,
que se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo.
Y yo no lo conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel." Y Juan dio testimonio diciendo: "He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.' Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios."
El texto de san Juan continúa así (35-39):
Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: "He ahí el Cordero de Dios." Los dos discípulos lo oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que lo seguían les dice: "¿Qué buscáis?." Ellos le respondieron: "Rabí -que quiere decir 'Maestro'- ¿Dónde vives?" Les respondió: "Venid y lo veréis." Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Como se ve, dos veces dice aquí 'yo no lo conocía'. Pero también, al decir de Juan evangelista, dos veces en dos días sucesivos dice que Jesús es el Cordero de Dios. Y la primera vez que lo ve pasar, en vez de 'el Elegido', según una variante del versículo 34 que comentan los Padres, dice más: éste es el Hijo de Dios.

San Juan, en este capítulo primero, incluyendo el Prólogo en el que aparece en dos oportunidades, nombra varias veces a su homónimo y con él comienza su relato evangélico. Se dice que fue su discípulo hasta que siguió a Jesús, por indicación de Juan, como aquí se ve. Probablemente, en la segunda proclamación de que Jesús es el Cordero de Dios, uno de los dos discípulos de Juan es el propio Juan evangelista; el otro, con certeza (v. 40), es el hermano de Simón Pedro, Andrés. En el Prólogo, de hecho, sólo se nombra por su nombre a tres 'hombres': Juan, Moisés y Jesucristo.

Así las cosas, la voz que clama en el desierto tiene en los Evangelios una presencia que a mí, al menos, me resulta por demás sugestiva. Según lo que suele verse y decirse de él, su aparición resulta para muchos más espectacular que significativa, rodeado como está de circunstancias extremas, o por su propia figura, vestimenta, voz, su vida 'extravagante' y su muerte trágica. Sin duda que está asociado de principio a fin con la persona de Jesús, como ningún otro lo está, salvo la Virgen. Sin embargo, parecería que su figura pasa inadvertida en algunos aspectos simbólicos muy importantes, que, al mismo tiempo, los Evangelios no dejan de hacer notar, siquiera por supuestas contradicciones y claras obscuridades.

Llegados a este punto, y antes de avanzar, tal vez convenga hacer una enumeración y breve relación de los episodios en los que aparece.