miércoles, 23 de abril de 2008

¿Quién soy?

No es gran cosa, apenas un apunte. Y tal vez sea algo propio del pueblo; eso no lo sé, aunque si me pongo a pensar no recuerdo haberlo visto en otras partes.

Suena el teléfono en una casa y atiende alguien que, como parece natural, dice "hola..." (los italianos dicen "pronto", los mexicanos dicen "bueno...", otros indagan con un interrogativo "¿sí...?", otros conminan con un "diga...")

A partir de allí las posibilidades para el que llamó son varias, que no vale la pena enumerar.

Salvo una: precisamente la que no es infrecuente por mis lares. Porque no es muy raro por aquí que el que llamó conteste al "hola" con un "¿quién sos?" o un menos confianzudo "¿quién es?", cosa que debería preguntar el llamado y no el llamador, en principio.

Hay varias razones probables para esto. Se me ocurre, por ejemplo, que al llamar alguien conocido o pariente a una casa de conocidos o parientes (cosa bastante simple de imaginar en el pueblo), y frecuentemente atiborrada de niños y adolescentes (también fácil...), la pregunta se formula como un sobrentendido, y al tiempo que se ahorran formas protocolares, se asegura uno de que no sólo llamó a la casa correcta sino que pueda pasar a hablar con un mayor o con el destinatario de la llamada, orientando al párvulo en cuestión con eficacia y seguridad.

Por ejemplo.

Ring, ring... (y a veces una cantidad exasperante de rings, si es que tuvo suerte y no estaba ocupado...)

- Hola..., atiende alguien. (La primera vocal suele venir sonando desde antes de levantarse el tubo y el que llamó oye un como eco, que suele ser acompañado por un tono de cierto fastidio, tedio o cansancio ante el futuro interlocutor. No pocas veces los tonos son humorísticos como un´holáaa', 'huláaa' gutural, 'alóo' y otras ingeniosidades del tipo...)

- ¿Quién sos?, dice el llamador .

- Pedro..., contesta el que atiende.

- Decíme, Pedro (a veces marcando las letras el llamador, entre pedagogo y suficiente..., casi cariñoso), ¿está tu mamá?
Y así sigue.

Los teléfonos suenan bastante en el pueblo, de modo que ejemplos de estos hay a pasto.


Aunque.

Una sola cosa más.

Tal vez pasa algo así en la oración, en la plegraria, en la súplica a Dios.

Bien mirado, me parece que al rezar, más que llamarlo uno a Él, como parecería a simple vista, la oración es una respuesta a su llamado. Él llama antes, Él nos ve antes. Moverme a la oración y a la plegaria y la súplica, comienza seguramente al sentir un ring en el corazón, un ring en la conciencia (un ring que a veces suena interminablemente como en las casas de las gentes del pueblo sin que alguien atienda, o un ring que se queda 'en espera' porque frecuentemente el que es llamado está ocupado y hablando con otros...)

La oración, la plegaria, la súplica como respuesta más que como llamado.

¿No pasa entonces que, antes que ninguna otra cosa, Él, que es quien llamó primero, en su llamado me pregunta "¿quién sos?"?

Y no porque no sepa, claro, sino porque sabe que yo no lo sé bien o no lo sé en absoluto, y porque sabe que es preciso que, para una oración o plegaria o súplica como la gente, es importante que el que va a hablar sepa al menos quién es, siquiera vagamente, algo...

¿Y no pasa que, precisamente por eso, por no prestarle atención a su primera pregunta, la oración, la plegaria, la súplica se hace confusa, muchas veces caprichosa, insubstancial, egoísta, torpe, desordenada, vanidosa?

¿No me dice Dios, cuando llama, que antes que nada conviene que sepa quién soy, como los dioses griegos le decían al suplicante desde el frontispicio del templo "conócete a ti mismo"?

No es tanto que uno no sepa quién es Dios, lo que es bastante comprensible. No sabemos quiénes somos, lo cual hace más difícil la oración. Y hasta tal vez haga que sea menos oración. Y, según el caso, podría ser que por eso mismo, por no saber quiénes somos, nunca llegue a oración.