martes, 8 de abril de 2008

Todo, y lo demás...

Demasiada cosa.

Vayamos por partes.

1. Entre los libritos que me regaló mi amigo, el librero, (y que voy leyendo y releyendo, según el caso, por estos meses...), venía uno de Fray Mario José Petit de Murat,op. Es uno que se llama Jesús el Cristo. Hijo de Dios e Hijo del hombre, y que son lecciones que daba en la universidad de los dominicos en Tucumán, en este caso sobre el Tratado de la Encarnación. Mucho para ver hay allí, y no tiene poca importancia el lenguaje inusual para exponer al modo escolástico. Pero me detuve en una parte de la lección segunda -de las tres que da-, que trata sobre las causas de la Encarnación. Y, entre otras cosas, me topé con misteriosos asuntos de ángeles...

2. Pasó que, por una de esas cosas y confrontando citas de estas lecciones, fui a dar a algunas cuestiones de la Suma Teológica. Y como siempre, una cosa lleva a la otra. Así fue que aparecí en el Paraíso. Y vi que el artículo primero de la cuestión 102, de la parte primera (I, q. 102, a. 1) dice cosas notables.

3. Pero, nada es para siempre en este mundo sublunar y como todos los caminos conducen a... Porque del Paraíso fui a parar a Roma y más exactamente a la sinagoga de Roma. El texto que copio abajo, que son palabras del rabino jefe Riccardo Di Segni, me obligó a leer el asunto completo, y más ahora que Benedicto XVI estará el 18 de abril, para la Pascua judía, reunido con los judíos en Nueva York:
En el momento en que reconociéramos a Jesucristo ya no seríamos judíos. Esto ustedes lo consideran de modo diferente, porque, para vosotros, haciendo eso, nosotros judíos coronaríamos, completaríamos, idealizaríamos nuestro recorrido judío. Esta es vuestra visión, pero la nuestra es completamente diferente. Con tales argumentos no hay espacio para la discusión, porque inevitablemente se terminaría en la inutilidad sustancial, al menos según nosotros. Y se alzarían barreras en vez de dialogar. Debemos dialogar, sí, pero por cien motivos diferentes. El discurso que subyace en la plegaria del Viernes Santo no es un tema cualquiera, sino un tipo de sombra, de histórica angustia que los judíos llevamos dentro.

Por supuesto, estoy seguro de que todo esto está relacionado. Y aunque hubiera que ver una cosa por vez, en un lugar fundamental las tres cuestiones se juntan.