viernes, 11 de abril de 2008

Uomo di dolori

Pasé una buena parte de la tarde de ayer haciendo unos trabajos para un amigo. Bien por él, al fin y al cabo, porque sin quererlo me obligó a andar por caminos llenos de cosas extrañas y sorpresas diría que sabrosas.

Y bien.

Allí está el Vir dolorum de Bramantino, por ejemplo, fruto impensado de estas andanzas.

Gentes menos ignorantes que un servidor saben detalles innúmeros acerca de Bartolomeo Suardi. Me enteré, por mi parte, que esta obra espléndida fue hecha hacia 1490 y que está en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid; que es un óleo sobre panel y que sus medidas son 109 por 75 centímetros.

Me quedé rato largo mirándolo -si se puede ver algo realmente valioso en artes plásticas a través de una pantalla-; pero no solamente porque la factura es impresionante sino porque creo que no podía hacer otra cosa.

Me parece que lo que podría llamar la retórica del cuadro poco menos que obliga al que lo mira a una actitud que si no es tensamente contemplativa diría que es casi hipnótica, mitad ascesis en esa luminosidad increíble del resucitado y mitad encantamiento en el detalle severamente puntilloso del cuerpo glorioso, en contraste con la densidad del fondo, densidad algo tenebrosa, al menos inquietante. Que este cuadro se llame Varón de dolores y muestre una figura tan nítidamente triunfante y resucitante, no me es menos misterioso.

Entre los datos curiosos en la obra, está esa luna blanca en el fondo, sobre el cielo, en medio de un paisaje neblinoso. Parece, en principio y según dicen algunos críticos sin que haya unanimidad, una representación del Viejo Testamento, o lo que es lo mismo, de la sinagoga o Israel. Aparece en otras obras también, como en su famosa Crucifixión, que está en el palazzo milanés de Brera, por ejemplo; pero allí la luna está a la izquierda de Cristo (derecha del que mira) y no como aquí, mientras que allí a la derecha del Señor está el sol (el Nuevo Testamento, la Iglesia) que aquí no figura.

Dicen que es sumamente difícil reconstruir la vida de este lombardo enigmático, y recién a partir de mediados del siglo pasado se lo conoció mejor. Lo cierto es que no sigue del todo los cánones de su tiempo y todos acuerdan en que su originalidad iba pareja con su personalidad extraña.

Por la huella de sus pasos, y cuando vi que había vivido entre 1460 y algo y 1530, y vi otra pintura suya en torno al tema de la Resurrección de Cristo, no sé por qué se me ocurrió cotejar su versión (der.) del Noli me tangere (1507) con la de un contemporáneo suyo (izq.), Antonio Allegri da Corregio (1489-1534), un parmesano más o menos vecino y que anduvo más o menos por los mismos lugares y que en 1518 pintó lo mismo pero distinto respecto de aquel encuentro de Jesús con María Magdalena.

El resultado se me hizo notable.

Más allá del catálogo de técnicas y facturas, más allá de símbolos incluso, me parecen los emblemas de dos espiritualidades, como una bifurcación de un camino no solamente artístico o estético, que podría ser cuestión de escuelas, después de todo, y que creo que trasluce o es aplicable a cuestiones de otro orden.

Sigo mirándolos a ambos. Y no puedo dejar de pensar, de tratar de entender qué puede hacer que resulten tan distintos, de dónde les viene semejante diferencia a 10 años de distancia, 10 años de aquellos años en los que 10 años no eran nada...

Y trato de entender, además, lo opuesto: más allá de las evidentes diferencias, ¿en qué se parecen? El tema era un lugar más o menos común, la resolución no, también por temperamento, escuela, influencias, talento. Pero siendo como son contemporáneos, ¿qué cosa del tiempo, de su tiempo, qué tópico parecido o qué parecido modo de entender las cosas se deja ver a través de las diferencias notorias?

Sí, hay cuestiones espirituales contenidas allí. Difíciles. Delicadas. Fácil equivocarse en cuestiones espirituales, hasta cuando uno quiere ser o dice que quiere ser delicado y prudente.

¿Inútiles estas cosas? Claro. Tal vez.

Pero difícil es. Y delicado habrá de ser uno en los discernimientos y juicios y acciones acerca de las cosas de los hombres. Todas las cosas hombres y más en la que son más.

Porque, puesto a ver, me digo que si es así de difícil y delicado con los cuadros de los hombres, lo difícil que será, por ejemplo, con las instituciones de los hombres.

Y con las almas de los hombres.