sábado, 31 de mayo de 2008

Lianas (IV)

¿Son las personas? ¿Es lo que hacen? ¿Lo que deshacen? ¿Lo que no hacen? ¿Lo que dejan?

¿Se acuerda de Carlos Menem, o Duhalde, de Jorge Yoma, de Eduardo Menem, de Manzano y Bauzá, de Vico y Hernández, de Zulema, de Erman González, de Vicente Saadi, de Dromi, Aráoz, Gostanián, Granillo Ocampo, Corach, María Julia, Balza, Di Tella, Elías Jassan, Alberto Kohan, Jorge Rodríguez, Domínguez, Claudia Bello, Grosso, Ruckauf, Toma, Vaca Narvaja, Ubaldini? ¿O de Raúl Alfonsín, de Tróccoli, de Coti y Caty Nosiglia, Caputo, Alchourrón, Sourrouille, Lorenzo Miguel, Machinea, Miguel Kiguel, Pugliese, Víctor Martínez, Guglialminetti, Terragno, Conrado y Federico Storani, Ideler Tonelli, Raúl Borrás, Marcelo Stubrin, Alconada Aramburú, Caridi, Bernardo Grinspun, Aldo Neri, Jorge y Mario Sábato, Roque Carranza, Germán López, los Cafiero, Graciela Fernández Meijide, Alvarez Guerrero, Berhongaray, Pedro Trucco, los Delich, Caro Figueroa, Héctor Lombardo, Carlos Becerra, Leopoldo Moreau, Lopérfido, Nicolás Gallo, Jesús Rodríguez, Santín, Flamarique, Rodríguez Giavarini, Llach, Vázquez, Moliné, Belluscio, Boggiano...?

Se acordarán tal vez los más aplicados en historia o los que tengan suficientes almanaques.

Pues bien: todos y cada uno de ellos, y más nombres que no copio por abreviar, fueron en su momento lo que hoy son -y también abrevio- Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Alberto Fernández, Aníbal Fernández, Carlos Fernández, Moreno y Montoya, y Máximo Kirchner y Capitanich y Kunkel, Ginés González García, Pampuro, Bielsa, Garré, Alicia Kirchner, D'Elía, Moyano, Filmus, Massa, Ocaña, Taiana, Picchetto, Tomada, De Vido, Miguens, Buzzi, De Angeli, Felipe Solá, Zannini, Miguens y Llambías o Gioino, Zaffaroni, Argibay...

Y la Cámpora es la Coordinadora y la Coordinadora son los Celestes y los Rojo Punzó. Como Chascomús es La Rioja y Santa Cruz es Chascomús y La Rioja es Santa Cruz.

¿Quién quiere escribirle una biografía a cada uno de ellos o ellas? Yo no.

Tal vez sería mejor empiecen ya los que quieran escribir la de todos los de la lista, porque los que están ahora en los diarios, serán en algún tiempo los que ya no estén tanto o no estén nada. Y eso pasará en 20 minutos más, por decirlo en tiempos históricos. Antes de que sus hijos de usted crezcan, mi estimado amigo, todos ellos y más y más 'serán historia', un recuerdo, o un mal recuerdo, o un olvido del que incluso habrá que hacerles acordar a muchos, porque ya se habrán olvidado. Serán un nombre apenas reconocible, en muy buena medida.

Y eso que en su hora se comían los chicos crudos. Como los nombres de aquí y ahora se comen los chicos crudos aquí y ahora, y son el terror nocturno de varios, y el objeto del odio eterno de otros o del amor inarrugable o de la sinuosa y lábil lealtad, incluso.

No hay que volverse loco.

Por mucho que lo pretendan y lo ansíen -como muchos ansían el bronce o la riqueza- la mayoría de todos ellos, los de ayer y antier y los de hoy, pasarán o no a la historia por razones extrañas.

Hay como si le dijera dos historias, si me permite: la de cada quien y la de todos juntos.

Si se encuentran ambas, se topan a veces de modo ruidoso y notable, como si le dijera la historia de Sócrates y la de Atenas en el siglo V a. C.. Otras veces se nota menos o nada la topada de la historia propia con la de todos; porque como ya dije alguna vez: ¿quién se acuerda de Sofronisco, el padre de Sócrates, que sin embargo también tenía historia propia? Con todo y eso, la historia propia del padre de Sócrates -tan valiosa para él como la de su hijo- algo habrá dejado a la historia de todos, además de habernos dejado a su hijo Sócrates. Lo que pasa es que no lo sabemos.

Sam Gamyi y Frodo frente a Gollum: ambos quisieron matar al hobbit desfigurado, asesino, ladrón. Y Gandalf no lo deja a Frodo y Frodo no lo deja a Sam: sea lo que fuere o lo que haya sido, a Gollum le queda un papel que cumplir. Lo que Gollum hace, o no hace o deshace, tendrá relación con quién es y cómo es. Pero estamos mirando lo que hizo y el papel que juega. Cómo le fue al Gollum personal al final de toda la historia, es algo que no sabemos a ciencia cierta, fíjese.

Y ya veo que se me asoman acá uno por la izquierda y otro por derecha, me pispean la pantalla y me dicen que más arriba, en la lista, faltan nombres, que arranqué apenas en 1983 y que faltan.

Ta' bueno.

Métale. Después vemos.

Nombres podemos ponerlos todos. Más todavía: dígame desde cuándo quiere arrancar. Y hasta desde dónde, desde qué lugar de la tierra quiere arrancar: que Atila era asiático, Fidel es del Caribe y Mussolini era tano.

Y que comparezcan todos.

Pero la cuestión no es la lista, caballero.

Por mucho que los hiera, Kirchner hoy es Menem ayer. Por mucho que los hiera, Kunkel o Capitanich hoy son Jorge Yoma o Mera Figueroa ayer. Por mucho que las hiera la Hna. Pelloni ayer es Elisa Carrió hoy. Y así.

Interesan las personas, no tengo dudas. Quiénes son, qué piensan, cómo actúan, sus motivos, sus personalidades. Tales cuales y quienes son. Como es importante también ver cuáles son o han llegado a ser arquetipos y de qué son o han llegado a ser arquetipos y en qué circunstancias. O cuáles son una referencia y de qué lo son, cuáles son los héroes, los antihéroes. Cómo llegaron allí, por qué. Y cuál es su suerte personal. Eso está muy bien. No se niega.

No hay tanto sujeto colectivo que no haya personas. Personas reales, una a una, cuya impronta histórica es intransferible y no son un relleno, y no es indiferente su existencia o no, considerados en sí mismos y aún en medio de un conjunto de personas, en la historia propia y en la de todos.

Pero, principalmente, estamos -estoy- hablando ahora de la dirección y del sentido de la historia y de la Argentina.

Adónde va, de dónde viene, de dónde la traen y la traemos y adónde la llevan y la llevamos, adónde dejamos que la lleven, por qué, de qué manera. Quién la lleva y por qué, eso tiene importancia, claro.

Pero, en lo que estoy diciendo y pensando, quién es menos importante que cómo, por qué y hacia dónde.

Precisamente, cuando se pretende hacer idéntica a la persona con el emblema que representa es cuando puede patinar uno. Para bien y para mal.

Un par de ejemplos, nada más.

¿Quién 'inventó' -no quién usó- la tríada Libertad, Igualdad, Fraternidad?

Quiero la biografía. No, claro. Será interesante, tal vez decepcionante, si uno supiera exactamente quién fue. Ni vale la pena, difícil saberlo. No tiene que tener relación con la Revolución Francesa, incluso. Y tal vez ni siquiera la haya tenido. Hasta puede ser obra de uno que se puso a traducir una obra de san Agustín al francés en el siglo XVII, sin querer hacer un slogan con la tríada, sin saber que sería un slogan. Y más que un slogan.

¿Tiene usted a mano los nombres de los monjes que hicieron de Europa la Europa que fue?

La lista, digo. La lista completa, ésa quiero. Con las biografías y las ubicaciones geográfícas y los itinerarios y lo que cada uno aportó, todo eso. Incluso el carácter de los tipos, hasta quiero saber cuáles era más o menos elegantes y cuáles eran medio gronchos. Esa lista. Pero, si no es ésa, también me conformo con la de los 100 principales entre los siglos IV y XIV. No es tanto, a 10 nombres por siglo. Una bicoca.

Lianas (III)

- ¿Y entonces?

- Y entonces sigo pensando...

- ¿Todavía? ¿Por qué? ¿Qué tanto pensar? Si le digo que todo está clarito como el agua...

- No entiendo eso de '¿todavía?'. ¿Por qué no 'todavía'? ¿Cuándo hay que dejar de pensar? Además de que no creo que esté tan clarito. Para algunos, al menos. Veo mucha roña, mucho argumento que no sirve para nada, mucho 'ese tipo no me gusta', mucho 'estos son siempre los mismos'. En algunos es visceral. En otros es taimado: esconden la leche. No tan inocentes. Los taimados pasan por 'políticos' tanto como por 'filántropos', y no son ni una cosa ni la otra. Pero hasta con los viscerales hay problema. Se me hace que no sirven para lo político, ni para la política. Creo que son veleidosos, anormales, y quiero decir que no tienen mucha norma, ni mirada sobre lo que hay: son fácticos y a veces algunos militan en el partido propio de ellos mismos.

- Entonces, ¿qué? ¿Hay un solo modo de hablar o de hacer en la política?

- Sí y no. Aparte de que, ya se lo tengo dicho, hablar es una cosa (y habría que verla) y hacer es otra (y también habría que verla...) Pero seguro que hay modos de hacer y de hablar y no todos valen igual.

Como también es verdad que si algo se puede en las cosas contingentes de la política es hablar y hacer de distintos modos, aproximándose desde distintos lados a lo que conviene hacer -y conviene quiere decir lo que corresponde, claro...- y lo que es prudente hacer o decir. Y eso en las cosas que lo admiten, claro, porque no se puede hacer política con cualquier cosa y no se puede hablar políticamente de cualquier cosa. Después de todo, en el arte -y la política es un arte- el hombre puede desarrollar esa parte de creatividad que tiene por herencia, que para eso está hecho a imagen y semejanza...

- Todo muy lindo, vea... Pero acá las cosas urgen, se quema el rancho. Y no es cuestión de irse por la tangente...

- Ahora que me lo dice me acuerdo de una conversa de estos días sobre las cosas del día. No hace mucho un amigo me decía buenamente: "Usted parece que mezclara un estado general del mundo y de la cultura de estos días de nuestro tiempo, con una cosa que es coyunda de aquí y ahora. Y por ahí no se puede hacer las dos cosas a la vez. Y lo de aquí cerca hay que mirarlo de un modo y lo de allá lejos, de otro. Porque me parece que lo del mundo nuestro éste no tiene arreglo y ya es medio irrecuperable, tal y como viene la historia. Y por ahí lo de acá cerca se puede ir piloteando de otro modo..."

Lamentablemente, tuve que decirle que no a las dos cosas. Que en primer lugar yo no quiero nada de este mundo nuestro, en el sentido en que él lo dice. Tal vez haya quien quiera algo así de este mundo en ese sentido: hacer que el mundo se quede quieto y bueno, y quieto en lo bueno. Pero para mí que eso es el Cielo, mi amigo. Y no es acá. No que no querría que las cosas anduvieran mejor, y establemente mejor todo lo que pudieran, en asuntos que para mí son fundamentales. No que no haya que aplicarse a ello según los pies nos dejan caminar, y seguro que lo hago menos que lo que debería. Pero, además de que sé que las cosas en el tiempo se sostienen con dificultad, no tengo el problema de cierto disgusto existencial que es moneda corriente en ámbitos incluso antagónicos. Ese disgusto malhumorado del tipo que parece que hubiera nacido aquí y ahora por error o por castigo de una vida anterior en la que se portó mal. Porque así como están los del Cielo en la tierra, están los del Infierno en la tierra. Y son los de ese disgusto que les hace preferir a algunos los tiempos evangélicos o los de la edad media o a otros el siglo de oro y a otros el de las luces y a otros el de antes del '45 y a otros el de antes de la caída del muro. Y así. Y los prefieren como cosa congelada en el tiempo, más que como un tiempo en el que había cosas mejores, si acaso.

Nunca se me ocurrió rezar una oración que dijera: "Señor, líbrame de este tiempo mío contemporáneo a mis días y trae de nuevo a nuestros días los días de nuestros mayores y antepasados..."

Lo que haya de bueno y lo que haya de bueno por hacer tiene su dinamismo, visto de desde nuestra orilla histórica, mientras las cosas se mueven y van marchando. Y hasta que no lleguen a su fin. Además de lo que el bien significa y es y vale en sí y por sí mismo, tiene su temporalidad, y por ello mismo su riesgo. Incluso lo bueno de antes puede que haya sido además un signo de cosas buenas por venir. Y lo de bueno que haya para hacer ahora también puede ser además signo de otras cosas por venir.

Puedo admitir sin esfuerzo que hay cosas que se deterioran por acción del tiempo. Y otras que se deterioran por acción del hombre mismo que, envilecido, envilece. Y que eso tiene cierto progreso. Y entonces puede admitir que hasta cierto punto con lo que es o está mal, pasa algo similar a lo que pasa con lo bueno. Pero eso a condición de admitir que el final de lo bueno que se pueda hacer en este mundo es distinto del final de lo que se hace mal. Tan distinto como es distinta la plenitud a la frustración.

Tal vez se me ocurra, ya que estamos pidiendo, decir esta otra oración: "Señor, dános bienes y verdades y belleza, siempre. Y todos los que quieras... Y cuando quieras, según nos convenga y valga. Y dame sabiduría para ver dónde los das y para qué... Y buena leche para ver qué hacer de ellos y con ellos... Y fuerza y tino para hacer por buenas razones lo que hay que hacer de bueno, cuando haya que hacerlo, del modo que haya que hacerlo..., esperando lo que es bueno esperar..."

Pero, por otra parte, está lo de acá cerca. Y de eso tampoco 'quiero' nada de eso que él dice. Más bien me ocupo tratando de mirar y ver qué pasa y qué significa lo que pasa. Será porque creo que es algo que no puede no hacerse. Siempre. O será que me tocó eso, en todo caso. O lo elegí. O lo prefiero, porque en lo otro soy más inepto. Y si otros tienen que más bien operar, tal vez hasta les haga un buen servicio tratando yo mismo de ver, tratando de acertar a ver lo que pasa, lo que son las cosas en realidad. Y ahí, ¿ve?, también podría rezar esa oración que digo.


Todo lo cual me hace acordar de otra cosa y de otra conversa.

Pero, será para otro día.

viernes, 30 de mayo de 2008

Lianas (II)

Se lo digo ahora porque voy a volver a decírselo: lo de la soja y el campo va a pasar, lo de las retenciones y la pulseada y todo eso..., aunque usted no lo crea y aunque vea y crea que ahora se juegan la vida: eso va a pasar. Y entonces podrán venir otras cosas y otras pulseadas y será lo del petróleo, la minería o el agua, o el impuesto a la margarita, o al pisco sour o el reclamo por el cromado de los palos de golf...

Pero eso es filfa.

Lo que queda, amigazo, lo que queda: usted mire fijo lo que queda. Y recién después saque cuentas.

Y le digo más (a las apuradas, ahora...)

Usted cree que lo peor es una mala persona. Y yo le digo que lo peor es una 'buena' persona. Usted cree que lo peor es un ladrón. Y yo le digo que lo peor es el que da. Usted cree que lo peor es un chanta y un negligente. Y yo le digo que lo peor es un tipo aplicado y perseverante. Usted cree que lo peor es el violento y el gritón. Y yo le digo que lo peor es el reposado y pacífico. Usted cree que lo peor es la anarquía y el caos. Y yo le digo que lo peor es el 'orden' y la 'ley'.

Lo 'mejor': eso es lo peor.

Cuando usted vea paz y prosperidad, orden y ley, generosidad y solidaridad, seriedad y trabajo infatigable. Cuando usted vea todo eso y vea que todo eso es por un fin inicuo: entonces, compaño, mírelo bien, distinga, no se alegre de más por eso, no lo celebre de más, no lo festeje de más.

Una cosa más (y a las apuradas también) en relación con lo que le digo: la noticia dice que el ministro dice que, lo que se va a enseñar acerca de la sexualidad desde el jardín hasta la secundaria, se aprobó por unanimidad de todas las provincias y de la nación en el Consejo Federal de Educación. Ya que está, de paso, lea bien quiénes estuvieron representados en el comité que dio las recomendaciones que sirvieron de base a lo que ahora son los contenidos mínimos y obligatorios sobre educación sexual, aprobados por consenso.

Eso está bien porque fue por consenso, dice usted. Pero no se haga malasangre porque igual eso es para la gilada, dice usted. Zonceras, dice usted. Es como toda la milonga ésa del 'género' en los discursos de CFK, dice usted. Es para calmar a los progres y hacer rabiar a los conservas, dice usted.

The economy, stupid..., dice usted.

Y no, mozo, me parece que se equivoca: el estúpido es el que cree que es la economía, incluso cuando se habla de economía.

Porque la economía, salvo que uno sea estúpido, no es lo que queda.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Lianas

- ¿Y? ¿Qué se cuenta? ¿Cómo amaneció hoy?

- Bien, fíjese. De lo más bien. El día fresco-frío, ventoso. El mundo es el mismo de ayer noche, por ejemplo. Nihil novum sub sole... No está mal. Tuve que cambiar de yerba, eso sí, ando medio perdido, porque en la casa compramos al mayoreo y vienen de dos marcas. Y parecido no es lo mismo, sabe...

- Oiga ¿Me va a decir que con todo el batuque de ayer tarde y noche no pasa nada para usted?

- Y, mire... No es por hacerme el estrecho, pero creo que ya le dije vez pasada que para andar detrás de la política-política y mucho más atrás de la política de mierda hay que tener una paciencia de oriental...

- Pero, ¿qué me está diciendo? Si usted mismo anduvo hablando de las cosas del día esta semana y más...

- Sí y no. Lo que quise es ver cuánto hay o cuánto se puede ver a través de lo que se ve. Porque, para ser francos, ¿quién sabe qué es lo que están discutiendo estas gentes? Lo que están discutiendo en realidad, digo. A usted mismo, si le hago cinco preguntas sobre cualquier cosa de lo que pasa o va a inventar o me va a contestar con lo que sale en los diarios o con las declaraciones de un lado y otro dichas para que se publiquen. Así se hace medio difícil. Mejor hablar de lo que uno puede hablar.

- Claro, diga la verdad, ya se cansó...

- No, no es eso. Pero, un poco sí, le digo la verdad, no mucho: un poco. Además, en cualquier momento que uno retome el tema es más o menos lo mismo. Algo hay para decir, no crea, pero es una especie de subtotal. Igual es un subtotal de lo que me interesa y de lo que creo que hay que mirar. De lo otro, ¿yo qué sé? Si las oficinas de NK en Puerto Madero son de Elsztain que tiene 400 mil hectáreas de soja y más en la Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, o si Buzzi es un agente provocador del gobierno para terminar sometiendo al campo, o si los pules de siembra, o si Cargill, si el Club de París y Alstom, si Alberto F. sube o baja, si Chávez aprieta o afloja, o si a la Rural le conviene el lío y se alió con Brasil que azuza el griterío porque también le conviene, o si... ¿Ve? ¿Qué me dice de todo eso? ¿Lo sabe? ¿No lo sabe? ¿Importa o no importa?

- ....

- ¿Se da cuenta? Por eso. ¿Sabé qué? Lo que sí encontré es un temita por ahí. Medio disparate es, pero alguna crema sale de esa leche, me parece. Fíjese...

Y así fue que la vuelta de diarios con la red me dejó dos pescados.

ver


Wainfeld, Mario hacía por allí un comentario curioso y zumbón que tenía gracia. Todo a propósito de lo que parece que a esta altura es una vereda rentable para la prensa: decir a los cuatro vientos las ganas que tenemos todos de que la terminen de una vez con el griterío y la pelea de locas. Será que sale así en el oráculo de Gallup. El caso es que para disparar sus reflexiones mezzogandhianas, el escribiente motiva al lector con un relato:
Según la fábula, un importante país necesita (vaya a saberse por qué oscura razón de Estado) que un campesino ruso se case con una hija de Rockefeller. El mediador designado viaja a Rusia, entrevista al campesino. “¿Usted se casaría con una americana?” “Jamás –responde el campesino–, no me gustan las gringas, flacas y huesudas. Yo quiero una mujer sana, con caderas amplias y pechos generosos, que tenga una buena dote.” “¿Y si la yanqui tuviera esas características físicas y fuera hija de Rockefeller?”, insiste el diplomático. “Entonces, podría pensarlo”, concede el campesino, incrédulo.

El mediador viaja a Europa, se reúne con el presidente de la Unión de bancos suizos. “Necesitamos que le den un puesto en el directorio a un campesino ruso”, espeta. “¿Usted me toma el pelo?”, le responden en suizo-alemán. “Le aclaro que el hombre será yerno de Rockefeller.” “En ese caso, podríamos concederle”, se aviene el banquero.

Rockefeller casi le arroja un teléfono cuando le pregunta si le pintaría que su hija contrajera nupcias con un campesino ruso. Pero cuando nuestro gestor le agrega “el prometido será un miembro del directorio de la Unión de bancos suizos” una sonrisa le llena el rostro.

El mediador aborda a la mujer, le ofrece como prometido a un directivo de la banca internacional. “Jamás me casaría con un hombre del mundo de mis padres. Quiero salir de la jaula dorada, quiero alguien distinto, que conozca otra vida.” “El hombre que la pretende –-agrega en triunfo el diplomático– es un campesino ruso.” “Ah, eso es otra cosa.” Objetivo logrado por obra y arte de la construcción paso a paso.

La leyenda enaltece la diplomacia en varios pasos, la necesidad de ser creativo para lograr un objetivo que afecta intereses variados. Las tratativas necesitan rodeos, seducciones, exploraciones. Y se concretan en estadios sucesivos si existe alguna afinidad de intereses y muñeca en los que buscan el objetivo.

Que diga que se le atribuye a Henry Kissinger el ingenio, que diga que la parábola fue dicha por Jorge Taiana en la Cumbre de Mar del Plata y que la aplique al único asunto que tenemos entre la tierra y el cielo aquí y ahora, ya es interesante. Pero más lo es el contenido del cuentito, el concepto de política (y de diplomacia), los modos de negociación. La ética del negociador. Los intereses que movieron el periplo diplomático.

Una belleza, me pareció. Para un tratado, si hay tiempo y ganas.

Anoté el punto, pero seguí de largo.

Y así fue que me encontré con más amor y desamor en el matrimonio, ya que de casorios estábamos hablando.

Porque resulta que una sala de una Cámara Civil de la ciudad corrigió un fallo de un tribunal y su dictamen se volvió noticia. En realidad, el asunto que destacaron es lo que escribió uno de los jueces y que fue lo que votaron sus colegas.

Y esto se me hizo tan significativo y subtancioso, como interesante me había resultado el cuentito del mujik ruso que se casa con la hija del magnate yanqui.

Más todavía cuando me puse a curiosear en el asunto. (Y aquí un ruego para lectores avenegras o aledaños: no encuentro el fallo en cuestión por ninguna parte, ¿alguna sugerencia u orientación...? Merci.)

Tuve suerte, dentro de todo. Porque fui a dar con un trabajo chileno, de cuando se discutía la ley de divorcio en Chile, que ya no se discute porque la pusieron en 2004. Allí, entre otros autores, aparecen unas citas del doctor Mizrahi, Mauricio Luis de un libro suyo de 1998 (Familia, Matrimonio y Divorcio. Buenos Aires: Ed. Atenea, 1998), donde dice exactamente lo mismo que lo que ahora dice el fallo que levanta polvareda, como novedad.

Quizás lo que no se repara suficientemente es que el matrimonio requiere consentimiento de dos personas, durante toda su vida. Si uno de los cónyuges se niega a perseverar en esa unión, nada puede hacer el Derecho para obligarlo a permanecer unido a su cónyuge. Una visión así, al revés de lo que sostienen sus detractores, dignifica el matrimonio, lo hace más exigente. Mauricio Mizrahi expone lúcidamente este punto de vista: “Discrepamos de quienes consideran que el matrimonio, desde el punto de vista de su regulación legal, ha descendido a la categoría de cualquier estipulación contractual. No cabe duda de que ya no escla institución inmutable y de naturaleza sagrada de antaño; pero de ahí no puede deducirse que se produjo su degradación. En todo caso, el requisito del afecto subsistente que, en mayor o menor grado, se ha filtrado como una exigencia en las legislaciones posmodernas y que formalmente se traduce en la necesidad de un consentimiento permanente para evitar la ruptura, constituye para nosotros un verdadero acto de dignificación y de sublimación de la institución matrimonial, y ello en la medida en que importa otorgar una preeminencia al contenido de la relación por sobre los meros aspectos formales”.

Continúa Mizrahi con una exposición que comparto: “Creemos que repugna a la sensibilidad del hombre que la ley imponga una perpetua o cuasi perpetua vinculación personal, contraria a su voluntad. Se traduciría en una degradación moral del cónyuge, en cuanto se lo constriñe a un compromiso de amor para el futuro; a una deshumanizada convención, tras una suerte de entrega espiritual del sujeto. Hay dignificación, en suma, en los intentos de las leyes contemporáneas de no inmiscuirse en lo más profundo de la intimidad de los individuos; en respetar sus decisiones personales —sin la contrapartida de absurdas y obsoletas sanciones— en este ámbito tan delicado en el que está involucrada nada menos que la integridad ética de la persona humana” (pág. 172).

(...)

También es necesario considerar que dado que el divorcio es una institución muy antigua, las concepciones respecto de él han ido cambiando, y consiguientemente se han ido modificando las legislaciones mediante transformaciones que a veces han dejado subsistente, en parte, lo antiguo. De manera que en ellas concurre lo nuevo y lo antiguo, a la vez. En suma, en materia de divorcio se observa un cierto proceso inacabado y una fuerte discusión doctrinal (desconocemos en Chile esta discusión porque lamentablemente aquí hemos estado en el debate de una cuestión anterior: si se legisla o no sobre el divorcio vincular). Y en estas trasformaciones que se observan en el derecho comparado, se han ido dejando de lado el divorcio por culpa y las facultades del juez para rechazar el divorcio, pero en un proceso relativamente lento y complejo. Por ello las legislaciones son raramente puras.

Mizrahi ofrece un acabado relato de las razones por las cuales la doctrina mayoritaria ha rechazado el divorcio por culpa, que son distintas a las consideradas por Hernán Corral. Las razones que menciona Corral a favor del denominado divorcio remedio no constituyen propiamente, en verdad, las razones más profundas que llevaron a la doctrina a acoger el divorcio remedio y rechazar el divorcio por culpa.

En efecto, Mizrahi argumenta contra el divorcio sanción o por culpa, con base, en síntesis, al desarrollo de las siguientes ideas: 1) Durante el proceso de divorcio es muy improbable la determinación, con un grado razonable de certeza, del real responsable —si es que existe— del fracaso conyugal. 2) Pero no sólo se trata de una cuestión de prueba, sino que se cuestiona la existencia misma de la culpabilidad exclusiva de un cónyuge (o, si se quiere, la inocencia del otro). 3) El desarrollo del proceso contradictorio inculpatorio desencadena perniciosas consecuencias en el núcleo familiar, especialmente en los hijos, por la especie de guerra judicial que se crea entre las partes durante el pleito. 4) En el juicio, un tercero —el juez— se inmiscuye en aspectos de la intimidad y privacidad de la pareja que quizás ellos no quisiesen que quede magistrado en un tribunal (págs. 196 y ss).



El hilo débil -o no tanto, a mis ojos- entre el mujik casadero de Kissinger y el 'no te quiero más...' judiciable de Mizrahi, me dejó pensando, porque hay cosas en ambas cosas que bien valen un comento, creo.

- Claro... Y todo eso para no decir lo que piensa en realidad del gobierno y del campo...

- Pero, no sea ganso, cumpa. ¿No se da cuenta?

- No, no me doy...

- Por lo pronto, fíjese bien: hay una cosa que en 1998 no era ni fue noticia y tal vez debería haberlo sido. ¿Ve cómo se cocina la historia? No es en los diarios o en la tele... En aquel entonces lo de Mizrahi hasta sirvió para poner divorcio en el único lugar que faltaba por esta zona. Ahora, diez años después, lo mismo dicho por el mismo tipo se transformó en una novedad y en todo un tema para que por lo menos los parlanchines radieros o los plumíferos hagan de eso un avance de la civilización y el derecho, y así machacar sobre lo que ya está machacado y remachado. ¿Ve? Hay que mirar las cosas con atención..., porque si no usted va a estar mirando mal y...

- Pero, déjese de joder, hombre...: el problema ahora es NK, y CFK, y AF x 2, y CF y los demás guanacos estos, y las oportunidades que se está perdiendo la Argentina, y el mundo que quiere alimentos, y el campo, y el federalismo, y estos tipos que están ahora, y...

- ¿Seguro?

- Pero, por supuesto, viejo...

- ¿Y usted cuánto sabe de todo eso?

- Y, bueno, hombre, hay que informarse, hay que ver qué está pasando...

- Y si es lo que estoy haciendo...




(1). En el trabajo hay una nota a ese párrafo que dice: Se denomina “divorcio remedio”, en términos generales, al que procede por una causal objetiva, referida al quiebre irreparable del vínculo conyugal, sin indagar en las razo nes o culpas personales de los cónyuges. Tradicionalmente la separación de hecho por un número determinado de años hace presumir este quiebre o ruptura definitiva de los cónyuges. El “divorcio sanción” es aquel en que éste es admitido como sanción al cónyuge que ha incurrido en conductas reprochables, muchas veces establecidas taxativamente por el legislador. Se sigue aquí la lógica de que todo divorcio comporta la existencia de una falta, de un actuar culpable. Ambos tipos de divorcio, en sus versiones más puras, suponen concepciones muy distintas sobre el matrimonio y el divorcio.

martes, 27 de mayo de 2008

Un bel di di maggio

El día amaneció temprano, oscuro, algo húmedo, lloviznoso. Fantástico.

Ideal para un paseo al aire libre y frío de mayo, tonificante. Y para pararse a conversar con los vecinos del alba o con cualquier desconocido viandante y allí nomás espetarle a boca de jarro algunos intríngulis y algunas que otras preguntas misceláneas.

Después, ya en la cueva, otra vuelta de mate, tostar un poco de pan (de ayer, sobrante, migajas crujientes), saborear un Caporal y volver al rudo trajín de consuetudo, sembrado de grandezas (ajenas) y miserabilidades (propias) que hacen pensar sensatamente en que Dios ha hecho bien las cosas y más que bien.

Entonces, por ejemplo.

¿Por qué Hans Küng habla de la verdad? Y nada menos que de la verdad como aire y sustento social y político, aire y alimento que si se enrarecen, matan. Y matan algo que no se ve ni se toca pero que tiene su propio modo de enfermedad y hasta de muerte.

¿Por qué Martín Becerra está enojado con Ernesto Tenenbaum? Y por asuntos de capillas de capillas, bien miradas las cosas. Y de capillas de capillas locales (a los extranjis de paso: atención, sin guía turístico-periodístico no sé si entenderán del todo todo...), aunque tocando asuntos que no son exclusivos de estos debates que tanto gustan a las escribanías y locuacidades locales.

¿Por qué Nicolás Casullo busca la faz de su oponente a la derecha, con tantas ganas y con tanto lloriqueo y con tantas vueltas y jerga, y un poco como a los palazos de ciego? Aunque habría que preguntar antes a quién le habla, quién quiere que se entere de lo que tan sesudamente está develando como un oráculo cimarrón. Porque, hasta donde sé, no está escribiendo en una bitácora que puede darse el lujo de no ser leída ni siquiera por quien la escribe, sino que dice lo que dice en un matutino masivo (fino certo punto...)

Pregunto yo, además, ¿qué tienen en común estas tres piezas? Porque les prevengo que son primas carnales. No digan después que no avisé.

¿Cómo dice, vecino? ¿Que a usted no le importa un comino de todo eso?

Y claro, tiene toda la razón. Es lo que dije: grandezas (ajenas) y miserabilidades (propias).

lunes, 26 de mayo de 2008

Relaciones carnales (III)

Como nadie o muy pocos las van leer, se me hace muy útil y oportuno copiar aquí algunas cosas, precisamente ahora que vengo hablando en ciertos términos –y por no mucho más, espero...- acerca de la Argentina, las Argentinas y las globalidades.

Por ejemplo, no sé cuántos conocen –o recuerdan- a un personaje que mencioné hace un tiempo y que se llama Heinz Dieterich Steffan, dizque uno de los gurúes que fuera -tal vez siga siendo...- de Hugo Chávez y su revolución bolivariana.

Ahora que ha pasado un año y pico desde aquel reportaje que cité –y habiendo Chávez perdido en diciembre pasado una compulsa electoral crítica-, viera usted qué distinta es la tinta con la que escribe el sociólogo mexicoalemán acerca del coronel venezolano y del futuro de la Revolución Bolivariana.

En ese sitio en el que escribe, y que él mismo inspira, hay además un capítulo dedicado a la Argentina, desde donde se están emitiendo señales parecidas a la frustración malhumorada de Dieterich porque barrunta él que las cosas no están saliendo del todo bien en Venezuela, y más bien dice que están saliendo mal.

Como se ve, el artículo en el que se despacha con tambores agoreros y vinagre a granel, es de febrero de este año. Allí Dieterich firmó un análisis-prognosis de lo que está haciendo (mal) Chávez y de lo que tiene que hacer (bien), si no quiere perder este año las elecciones que se le vienen, como perdió el referendum en diciembre de 2007. Lamenta de paso cómo con ello se está poniendo en riesgo la suerte de América, además.

Tal vez pocos o ninguno quiera tomarse el trabajo de leer estas cosas (y lo bien que hacen...), y es por eso mismo que me atrevo a copiar el final del artículo:
Año electoral 2008: ¿Cómo evitar la crisis económica-política?

La inyección masiva de dinero en la economía en tiempos electorales es normal para cualquier gobierno y, en algunos casos, inclusive el control de precios de los bienes y servicios básicos. Esta receta fue posible para el año electoral 2006 y el año electoral 2007; pero, en esa forma, es disfuncional e insostenible para el año electoral 2008.

Para controlar a la inflación y terminar los desabastecimientos, el Presidente solo tiene dos opciones: a) reducir la excesiva liquidez mediante políticas fiscales (aumento de impuestos), monetarias (intereses) o redistributivas; b) asumir como Estado el costo de la inflación. Las opciones de “a” no se aplicarán en un año electoral. Opción “b” exige que se le resuelva la relación costo-precio al pequeño y mediano productor mediante precios realistas de garantía o subsidios. Se trataría de un modelo rentista como el de los pequeños campesinos de la Unión Europea y de Estados Unidos, que no viven de la renta de la tierra, sino de los subsidios del Estado, pero le garantizaría al gobierno la lealtad política de esas clases sociales y le daría tiempo para buscar una salida estructural de la camisa de fuerza económica autoimpuesta por los controles de precios. Combinado con esto se necesita un programa masivo de importaciones en el cual el Estado asume todos los gastos que excedan los precios internos deseables. Aunque el precio promedio mundial del petróleo oscilará este año entre los 65 y 80 dólares (...el destacado del vaticinio es mío, claro...), el Estado venezolano tiene suficiente capacidad financiera para asumir estos gastos, al menos a corto plazo.

Queda por resolverse, entonces, el problema de la logística de distribución que, para ser exitosa, tiene que ser masiva y llegar hasta el último pueblo. Probablemente no hay tiempo para crear de cero esta logística antes de las elecciones de noviembre del 2008, hecho por el cual hay que usar las infraestructuras existentes. Solo la Iglesia, la escuela y los militares tienen presencia hasta en los últimos rincones del país. Con la Iglesia como enemiga, y los militares no aptos para tal tarea, la infraestructura de las escuelas queda como única solución disponible. Pagando una compensación adecuada a los maestros dispuestos a ayudar en esta tarea y contratando a gente desempleada, se tendrá una considerable fuerza de trabajo. Para evitar cuellos de botella en la mano de obra y reducir el problema de la corrupción, debe hacerse una convocatoria a nivel latinoamericano y europeo, para traer cuadros honestos y calificados, dispuestos a colaborar. No remunerar este trabajo o no remunerarlo adecuadamente, como se discute ahora en los PdValitos, es una idea de boy scouts, no de gente seria. ¿O existe algún ministro o burócrata que trabaja gratuitamente para la revolución bolivariana?

Este es el único camino económico que le queda al Presidente, para evitar una crisis en el año 2008. Dado que el Estado venezolano tiene los recursos materiales, los únicos insumos faltantes son cuadros humanos con audacia, visión estratégica, capacidad organizativa y ética. Para encontrar estos insumos el Presidente tendrá que salir de los feudos cortesanos de la Nueva Clase Política, que lo rodean. Si no puede o no quiere dar este paso, repetirá en diciembre del 2008 a escala mayor la experiencia, que le tocó vivir el 2 de diciembre de 2007.

La ética de la verdad y la disyuntiva del Presidente

Uno de los fenómenos políticos más preocupantes del proceso venezolano es un creciente vaciamiento de la ética discursiva del gobierno. En lugar de explicar científicamente la realidad a los ciudadanos, se les trata discursivamente con las mismas técnicas manipulativas que usan los gobiernos burgueses. Con este procedimiento no se crea conciencia revolucionaria, sino clientela. A la atrofia de la veracidad discursiva se agrega el agotamiento progresivo de los dos discursos estratégicos del Presidente: el bolivariano y el del Socialismo del Siglo XXI. El primero, porque no ofrece ya nuevos horizontes al nivel interno del país y el segundo, porque el Presidente no ha creado ni una sola institución económica cualitativamente diferente a la de la economía de mercado, es decir, postcapitalista.

El Presidente se encuentra ante la siguiente disyuntiva: o rompe con el status quo pre-decembrino o el continuismo se convertirá en el termidor de la Revolución Bolivariana.
Dejo de lado, entre otras curiosidades, el sentido ignoto de la palabra ‘verdad’ o de expresiones como ‘explicar científicamente la realidad a los ciudadanos'.

Así y todo, me parece notable que haya algunos cuanto puntos de contacto en lo que dice Dieterich para Venezuela con lo que ocurre actualmente en la Argentina. Pese a ello, o tal vez por eso mismo, el propio Dieterich miró en su momento a la Argentina de NK con bastante desilusión y hasta desprecio. Y parece claro que piensa que esta Argentina, por progresista que luzca, no está a la altura de su Socialismo del Siglo XXI, y de sus esquemas de sociedad y gobierno globales. Porque en términos de globalidad y bloque latinoamericano, el alemán parece pensar que NK, y mucho más su consorte, son apenas de cacarear por izquierda en estas materias y no más. Parece que Dieterich quiere decir que ninguno de ambos, y menos ella que él, son confiables para hacer una revolución como la que este autor postula, autor y revoluta que, bueno será subrayarlo, nadie podrá decir sin asomo de duda que sean más confiables que los poco confiables argentinos.

Sin embargo, es interesante anotar que este mismo ‘científico social’ fue quien ilustró o convenció a Chávez de que la revolución bolivariana en toda América tenía que tener, entre los ejes principales, el gobierno efectivo de los recursos no renovables, las fuentes de energía y los dichosos commodities (que, como sabrán, incluyen a los productos del campo...) También sumó a sus recetas la democracia participativa en ese terreno económico pero también en el político y otras mezclas basculantes de sistemas de producción y manejos de los mercados y más derivas de esa laya, que a los ojos de un experto serán transparentes pero a los míos son un galimatías. Y que tal como aparecen me huelen a mula... O a utopismos oportunos.

Lo que resulta más claro en todo este asunto mexgermanovenezolano es la intención de ‘construir’ un modelo de globalización anticapitalista y antineoliberal, sobre la base teórico-crítica de un marxismo remozado; y eso, supongo yo, porque como todo buen marxista no ve otra panacea histórica que el marxismo ineluctable.

Bien.

Cualquier persona sensata sabe que no seré yo quien vaya a meterse en las marismas de las hermenéuticas à gauche, o a discutir qué es ortodoxo o remozado en estas lides, porque me falta ciencia, tiempo que perder y ganas. Le dejo ese trabajucho al improbable lector interesado en esos andurriales, que, si es verdaderamente interesado, difícilmente precise de mi apenas acopio de citas y lugares.

Ya lo dije: anoto varias de estas cosas aquí casi en la certeza y tranquilidad de que no les servirán de mucho a muchos. Salvo a mí y porque me interesan cosas de la Argentina (y cosas de otras cosas) y no porque me interese con locura llevar cuenta precisa de la suerte de la XLIX Internacional Socialista.

domingo, 25 de mayo de 2008

Relaciones carnales (II)



- ¿Cuántas Argentinas hay?

- Una. Y varias.

- ¿Y eso?


Claro. Por ejemplo, uno mira el reclame de Cervecina y se acuerda de que es de 1945 y piensa en todo lo que sabe sobre los 'argentinismos' y sobre la Argentina. Y sobre las Argentinas.

Sin ir muy lejos, en estos días en que los asuntos de la calle y del foro nos retienen móviles, volvió a aparecer la cuestión de la Unión Democrática, que era una marca política agonal que se usaba en aquellos mismos años.

Lo que ahora se quiere decir al mentar a la UD es que, en esta confrontación de hoy, el gobierno es a Juan Domingo Perón lo que el campo es a Spuille Braden y la UD.

Que el gobierno es lo que quiere decir ser Perón en 1945 y que el campo es lo que quiere decir ser la UD en esos años.

(Podrá resultar sorprendente la oportunidad que eligió el gobierno para mentar a la UD. Claro que, si fuera ellos –los que lo dicen, que no lo soy...- no lo hubiera dicho. Una de las razones de ser de la UD y del 'garrote' de Braden y de su 'Libro Azul', y de la oposición de los EE. UU. contra Perón, era, por ejemplo, que le atribuían a Perón ser nazi, filonazi, nazófilo, con lo que eso significaba por entonces. En definitiva, lo acusaban como si dijéramos de nacionalsindicalista, de nacionalsocialista, de nacionaljusticialista, a él y a los que lo apoyaban, buena parte del ejército incluso...)

Por su parte, y aunque en la UD de entonces estaban juntos la Sociedad Rural y el Partido Comunista, el campo contesta hoy que no es la UD y que tampoco el gobierno es Perón.

Qué quiere que le diga: secundum quid, como dicen los muchachos del café de acá la vuelta. Son todas verdades oportunas, verdades a medias. De ambas partes. Cosas del momento. Cada cual tira con lo que puede o tiene a mano.

Un lío fenomenal, al fin de cuentas. Bien confuso y cada vez más.

Lo cierto es que hay más de una Argentina. Y hay una sola.

Y ahí está el problema. Y no de ahora.

Porque hace siglos que hay más de una voluntad pujando en estas cuestiones. Y cada voluntad es una voluntad de que la Argentina sea a imagen y semejanza de esa voluntad, sin mezcla de ninguna otra cosa.

Pero las cosas son lo que son. Y la Argentina es una cosa. Y entonces también ella es lo que es. Puede, bien entendido, llegar a ser lo que hagamos de ella, porque es un ser en el tiempo. Y entonces puede consumar lo que es o prostituirse. Pero se consumará o se prostituirá. O quedará a mitad camino. O se consumirá: puede que se termine alguna vez, claro, como se terminó el imperio persa.

Pero en eso estamos todavía. Entre Gauchola y Cervecina, quieras que no.

El asunto sigue. Seguimos discutiendo y forcejeando y tironeando del cuerpo –por ahora, todavía vivo- de la Argentina.

Como en los días de la Primera Junta, como en los días de la Campaña a Chile y Perú o como en los días de Belgrano, o en los de Güemes o como en el congreso de 1816 o como en los días de Rivadavia, o en 1828 o como en los días de Rosas, como en 1853, o en 1862 o en 1868, o en 1880, o en 1905, o en 1912, o en 1916, y en 1922 y en 1930 y en 1943 y en 1945 o en 1951 y en 1955 y en 1958 y en 1962 y en 1966 o en 1973 y en 1976 y en 1983 o en 1989 y en 2000 y en 2001 o en 2003 y en 2007.

Y todavía.

Tal vez, lo realmente nuevo es que esas reyertas, que nos llevan ya unos 200 años, han agregado algún elemento distinto, que aunque está menos expuesto y a la vista, igual suma más confusión.

Creo que lo nuevo es aquello de lo que he venido hablando: una doctrina global para enfrentar una versión de la globalidad que por ahora es la dominante.

De modo que, aquí donde estamos, tenemos dos cosas que ahora caminan juntas: por una parte, una y varias Argentinas, todavía superpuestas y en pugna a muerte; por otra parte, dos concepciones de cómo va a ser el mundo y el papel que la Argentina tiene que tener en el mundo que viene.

Y si al hablar de oposiciones hablo de dos y no más, es porque en esta polaridad las cosas se resumen a dos. No que sean dos en la realidad. Por ejemplo, yo mismo, aquí donde me ven, tengo otra visión de lo que está pasando que no coincide ni con la del campo ni con la del gobierno. Y sé de otros igual.

Pero los conflictos políticos en estado masivo –que es donde se vuelven rentables para cualquiera de los bandos- son de tal naturaleza que no admiten más que dos.

Si impugno al gobierno, estoy -por lo mismo y con ese mismo acto- del lado del campo. Si impugno al campo, quedo automáticamente del lado del gobierno. Parecería no haber lugar para más. Tertium non datur. Le echan la culpa de esa obligada bipolaridad al propio estatuto de la acción y a los mecanismos de la política-política, y lo que se quiere decir con eso es que si uno empieza a abrir ventanas y puertas, a la gente se le hace un lío bárbaro y que las distinciones son difíciles de explicar en política-política y que hay que buscar ideas-fuerza, fáciles de seguir, convocantes, aglutinantes, consensuables. Y que primero vamos al bulto por esta cosa y después hacemos trampolín en aquello otro para saltar más allá. Y así.

Ya entendí. Y hasta cierto punto entiendo que toda acción prudencial -y la política es la reina de las acciones sujetas a la prudencia- requiere de adecuar medios a fines.

Pero eso es una cosa y lo demás es pura mierda. Esa lógica bipolar como método es perversa y pervertidora. Es la que se usa (no solamente en la política), claro, y contra ella es muy difícil y fatigoso argumentar, aunque haya que insistir en desmontarla. Porque, además, no es solamente cuestión de que sea bipolar por conveniencia: está el asunto de catar el contenido honesto de verdad –incluso de verdad práctica- que contenga cada opción de las que plantea y entre las que obliga a optar.

Una sociedad vive y se alimenta del bien, de la virtud, de la verdad y de la justicia que sea capaz de contener y generar. Y la relación es de proporción directa, siempre: menos de todo eso es siempre peor, más de todo eso es siempre mejor.

Por esa razón no me canso de pensar y de decir que sin discernimientos estamos fritos. La dinámica de esa tensión bipolar, interesada y activista desdibuja, malversa la realidad. Y pa’ pior, y como es comprensible además (tan humanos somos los hombres...), a esa polarización cada cual va incluso con sus propia carga, de modo que elige el bando no necesariamente porque crea que ese bando tiene razón en todo o en parte, sino porque es el bando en el que lo que él siente y piensa, o no disuena del todo o suena mejor. O simplemente porque es el bando que está en contra de lo que a uno no le gusta.

Podrá resultar ingrato e incómodo decir lo que uno piensa realmente, y hasta pensar verdaderamente lo que uno verdaderamente piensa.

Puede ser.

Podría ser que saberse huérfano de turbas y masas que lo escuchen y lo sigan, haga que algunos se sientan derrotados cuando querían ganar, abandonados, a la intemperie, temerosos, tristes, aislados, frustrados, resentidos. Pero no será llevando su soledad mascullante a juntarse con otras soledades murmuradoras como ayudará a rectificar lo que cree que anda mal en el mundo.

También pasa que hay quienes se montan en la más mínima verdad, o en una inequívoca reivindicación, aunque más o menos formulada sin matices, para poder traficar otras viandas. Para hacer pasar gato por liebre.

Yo sé -y sé por qué digo que lo sé- que no todo en los muchos que conforman el gobierno es pasión por el bienestar de los más postergados, ni pasión por la equidad, ni amor al bien común. Yo sé -y también sé por qué digo que lo sé- que entre los que le van a la divisa del campo no todo es dar la vida por el trabajo honesto, no todo es amor a la patria y a su tierra y a sus hombres y mujeres.

Y por eso mismo sé que, visto de otro modo no menos real, hasta podría decir que las razones últimas y de fondo, de un lado y del otro, llegan a ser mucho menos gloriosas y generosas que lo que dicen ser cuando se las oye en esas voces de ambas partes tan enamoradas del bien común. Que esas razones son en realidad más frías, más cínicas, más feas.

Pero por lo mismo creo que una y otra vez es necesario insistir, hacer el esfuerzo para tener las mejores razones para decir y hacer las cosas que hay que decir y hacer.

Es a propósito de esta tensión puramente dialéctica y bipolar que me acuerdo otra vez ahora de aquello que he citado ya. Aquello que decía Chesterton, consciente de que su forma de ver las cuestiones políticas y económicas representaba, más allá de los conservadores y liberales de su país y su tiempo, y por fuerza de su convicción y de toda la honestidad intelectual de la que era capaz, una minoría entre dos mayorías, más bien artificiales:
Es en el desierto donde se tiene la visión; siendo una minoría, debemos ser todos filósofos, debemos pensar por ambos partidos del Estado. No sirve de nada que nos dediquemos a las flores de la oratoria para las turbas, sin ninguna turba a la que dirigirlas. Debemos, como los librecambistas, por ejemplo, tener descubrimientos, verdades concretas e infinita paciencia para explicarlas.

Debemos ser más que un partido político o dejaremos de serlo.

Más de una vez en la historia la victoria ha sido obtenida por un pequeño partido con grandes ideas. Pero, ¿puede alguien concebir algo que lleve más marcado en la frente el signo de la muerte, que un pequeño partido con pequeñas ideas?

sábado, 24 de mayo de 2008

Gloria

Estaba aquella Chaconne de G. P. Telemann.

Tal vez alguno recuerde que la mencioné hace unos días. Tal vez recuerde entonces que había dicho que tenía pensado escribir algo que durara esos 4 minutos y 'feria' (dicen en México), aunque no sabía qué sería y sobré qué y si podría hacerlo.

Lo que quería poder hacer era componer un texto acorde para decirlo al compás de la música.

Y no sé si pude, pero lo hice.

Resultaron 25 tercetos endecasílabos monorrimos (disculpe usted la obligada precisión técnica...) que, leídos a un ritmo ecuánime, tienen la duración de la partitura de Telemann y creo que hacen pendant con su tono.

Et si non, non.

ver


Gloria

Esta arena de tiempo, esta angostura
de tiempo como arena, esta mensura
que tasa llantos y una albricia dura.

Este tiempo arenoso y esta arena
que roza y bruñe lágrimas, la pena
y su grillete de horas, su cadena.

Estos días, sus horas arenosas
que esparcen las cenizas de las cosas.
Estos ayes de arenas rumorosas.

Estos mares de arena, estos extraños
mares sin puerto, escalas sin peldaños,
Minutos, horas, días vueltos años.

Estas arenas secas, lentas, frías,
y baldías de oleajes. Las bravías
arenas que deshacen estos días.

Estos silencios de años, los minutos
en arena morosos. Los enjutos
granos de tiempo lento, diminutos.

Todas estas arenas, todas estas
playas sin mar y todas estas cuestas
de infinitas demoras y molestas.

Todo el tiempo sin asa, el tiempo que huye,
el que pasa en arenas, el que fluye,
el tiempo que en más tiempo se diluye.

Todas las horas lentas y pasadas,
surcos de arena, arenas demoradas
en estepas a viento desoladas.

Todo este quieto mar, siempre movible.
Su rítmica quietud: este impasible
ser de este mar del tiempo inasequible.

Toda esta danza, este vaivén paciente
que lacera los cabos, la rompiente
de este tiempo que arrastra su corriente.

Todo el tiempo libado. Las querellas
de la arena, del agua, las estrellas,
el sol, la luna en cuartos, sólo huellas.

Nada es el tiempo: nada; y mientras pasa
a latidos de sangre se acompasa
y en la vida de un hombre hace su casa.

Nada es el tiempo: nada. Es remolino
de ese viento de frente, peregrino
que trama ayeres hoy en su camino.

Nada es el tiempo: nada. Lo llevamos
en los días de tiempo que cargamos
y que al partir nos sueltan y olvidamos.

¿Qué nos hacen el tiempo y su solera?
¿Dónde han hecho los años madriguera?
¿Quién tiene para siempre una hora entera?

¿Cuál aguja de tiempo teje el mundo?
¿Cómo anclar y arraigar cada segundo?
¿Por qué llega y se va el día errabundo?

A todo alcanza el tiempo. A los amores;
las agridulces dichas y amargores;
delicias, ilusiones y dolores.

A todo gasta el tiempo, lo deshace.
A todo lo que crece y lo que nace,
a todo lo que inquieto en tiempo yace.

El corazón que late y esta mano
que a tientas palpa fibras de este arcano,
lo intuyen. Porque el tiempo no es en vano.

La mirada no ceja. Sólo aguarda.
Y aunque el tiempo demore lo que tarda,
se avivará el rescoldo hasta que arda.

Señor, Tú eres la Luz: sabes el modo
como este tiempo amasa con mi lodo
una vida eternal. Tú sabes todo.

Tú conoces el tiempo que me alcanza.
Por eso hiciste fuerte al pie que avanza
por el tiempo y le diste la Esperanza.

Tú harás al fin que al fin de este desierto
que mide el tiempo hasta llegar a puerto,
florezca en tu quietud y en gozo cierto.

Señor, Tú vives siempre. No hay historia
en Tí, Señor, futuro ni memoria.
En Tí, Señor, no hay tiempo. Sólo Gloria.


Relaciones carnales (I)

Entonces: ¿cómo termina el asunto de Gauchola y Cervecina?

En primer lugar, no termina. Sigue. Y no: no necesariamente en una sucesión infinita de entradas de esta bitácora. Pero sigue lo mismo.

Y todavía no termina porque el asunto en juego solamente termina cuando termine.

Veamos.

Por ejemplo y yendo por partes, ¿qué significa el Gauchola del cuadrito, al fin de cuentas?

Un modelo, ni más ni menos, como se dice. Y un modelo de país, como también se usa decir.

Dejemos el metatexto y el metamensaje del metatexto. ¿Quiere significar algo propio abierto al mundo, donde el gaucho es lo propio y Coca Cola es el mundo?

No, mire, no exactamente.

Quiere decir, más bien, nada propio. O tal vez y por mejor decirlo: no importa qué sea mientras no sea propio en un sentido raigal, y hondo y verdadero.

Hay un sentido en el que ese gaucho no puede ser propio. Y si llega a mostrar algo propio, no tiene que tener raíz. Que le quede lo de afuera, que le quede el traje gaucho, el caballo con su centauro medio cowboy y sus destrezas antonomásicas, su vistosidad, su peculiaridad hasta cierto punto, no más. Y que tome Coca Cola, eso sí.

El aviso es brutal, ya se ve con sólo mirarlo.

Si pudiera traducirse a las odiosas expresiones de la globalidad neoliberal (se oyen tibios aplausos a la izquierda...), podría decirse que en realidad significa respetar las reglas de juego, ser previsible, respetar la ley, no asilarse del mundo.

Reglas, previsibilidad, ley. ¿De quién? ¿Para qué? Adivinen, señores.

Es fácil. Alguien quiere ganar toda la plata que pueda donde sea y del modo que sea. Para eso, hay que dictar reglas de juego, previsibles por cierto, leyes que lo permitan a troche y moche a lo ancho y largo del mundo.

Poder para el dinero, poder del dinero. Cualquier poder o ley o regla tiene que estar al servicio no de Gauchola, sino del alguien aquel que lo inventó y que es ése que quiere hacer toda la plata que pueda.

Y ése, a su vez, está al servicio de otro.

Una forma de poder, después de todo, porque el dinero es dinero para el poder y para poder.

Simple.

Que los que tengan ganas hagan los análisis complicados que quieran. Al marxismo, por ejemplo, le encanta zambullirse en jergas socioeconómicas y dictar leyes históricas y esas cosas. Adelante: hasta puede ser interesante darse una vuelta por ese barrio de tanto en vez para ver con qué nueva hermenéutica del gurú de Tréveris se ensarzaron las capillas. Hay también otras corrientes y fenomenologías que gustan de rizar el rizo de la historia (en parte porque de eso viven, hay que decirlo), y hasta hay algunos que lo hacen convencidos.

Pero, fuera de lo simple, todo lo que además haya para decir al respecto del para qué de las riquezas y el poder, está en un renglón al que ninguno de ellos -ni los ortodoxos del marxismo ni los teóricos del capitalismo, ni los subproductos suyos de ellos, ni los heterodoxos, ni los realpolitikos- llegan jamás. Ni se les ocurre. Ni sabrían qué hacer con eso. Salvo usarlo o categorizarlo, según la ley inarrugable que dice que el marinero no tiene que conocer el fondo del mar para navegar, le basta con la superficie; o aquella otra que manda ponerle nombre a una cosa y con eso darse por satisfecho, como si ponerle nombre fuera eo ipso conocerla y saber cuánto vale, qué es.

Desde hace tiempo, sin embargo, las gentes de Mamón (las riquezas divinizadas) han descubierto las mieles de la teoría y se dieron cuenta de que, por burgués que sea el avaro contador de rupias, también piensa y piensa en el bien de la humanidad y en la historia y tiene una explicación dorada para lo que pasa, para lo que es y lo que tiene que pasar.

Los mamónidas han descubierto algo más: la creatividad. Y con cierto esfuerzo llegaron a ver que el látigo ya no tiene por qué lastimar al esclavo. Si hay formas de mimarlo, de engordarlo, aplacarlo, sobarlo, si hay modo de pulirlo y elevarlo y darle cultura, religión, confort, tecnología; hay que dárselos. Y siempre hay modo, basta con ser creativo. Hay que ser cada vez más agudo e ingenioso. Cualquier cosa puede servir para ganar más plata y mantener y aumentar el poder: hasta la revolución contra los que tienen el poder y ganan plata.

En la Argentina hay devotos y hasta secuaces del totem que engendró a Gauchola. No son pocos. Y no todos los devotos saben que lo son. Sí lo saben los secuaces, claro. Hay apóstoles del totem que pergeñó a Gauchola, sacerdotes, vestales consagradas y fieles que apenas si conocen los misterios.

Hay también los que se arriman a Gauchola porque navegan por el mal menor (a veces, el nombre discreto de la pusilanimidad); como hay los que por haber hocicado ante la riqueza -de obra y no de palabra o pensamiento- lo miran con asco y lo veneran, predican contra él y lo sirven; como hay aquellos otros no pocos que si ya tienen freezer, viajes, banda ancha o celular, no entienden por qué hay que armar tanto despelote y levantan los hombritos con una mueca de ‘¿qué tiene de malo?’ o de ‘¿y no podemos aprovecharlo un poquitín?’

Están, también, aquellos que están convencidos por ejemplo de que plata, poder y Cielo son sinónimos inseparables y que las tres cosas son una trinidad necesaria y obligatoria. No importa lo que entiendan por Cielo. No hace falta ser piadoso para adorar a esa tríada. Pero es el caso que suelen ser religiosos los que profesan ese credo.

En el medio, habría que enfrascarse en distinciones más o menos sutiles acerca de lo que hay que hacer con Gauchola y frente a él y a su aire, porque también Gauchola es parte de un clima, es creatura de un espíritu. Y ciertamente que en este mundo bajo la luna nada es tan blanco y negro que no haya matices.

Pero estamos hablando ahora de emblemas que significan visiones del mundo y de la historia y de la sociedad y del hombre. No de medidas del gobierno real e inmediato de las cosas de los hombres, ese territorio donde, sabiendo qué son las cosas y a qué fin se va, se hace lo posible del modo más oportuno y cuando conviene, sin por eso ponerse un parche en un solo ojo, una pata de palo y un garfio (en la mano que más le guste, amigo...)

El aviso de Gauchola es viejo. Pero si es actual a la vez es porque sigue abierta la discusión, sigue abierta la cuestión acerca de todos los elementos que hay en el aviso, por separado y todos juntos. Y no solamente en la pampa.

No solamente. Aunque es verdad que a esta misma hora en la Argentina las retenciones móviles han hecho reencarnar los huesos, la carne y la sangre de Gauchola.

Está fácil: Gauchola o los orcos. La guarda pampa de Cardón con chaleco de carpincho y boina colorada o Alberto Fernández y Luis D'Elía.

Soja o montoneros. Vacas o revoluta. El campo o K.

No, mi viejo, no sea zángano. No es tan simple como eso. Lo que sí le digo es que no importa quien gane ese round -porque es un round, ¿no sé si me entiende?-: igual las patadas siempre van a ir a dar al mismo traste. Y no será ni el de Gauchola ni el negro traste de los orcos.

Lo que de valioso y bueno defienda o parezca que defiende Gauchola, se va a arruinar un poco más porque lo defiende Gauchola. Lo que de bueno o valioso defiendan o parezcan defender los orcos, se va a arruinar otro poco más porque lo defienden los orcos.

En algo el campo y su nobleza y la patria quedarán dañados porque Gauchola los defiende. Como la patria, y el estado y los pobres en algo quedarán dañados porque los orcos los defienden.

Y eso no es todo: hay buenas gentes atrás de Gauchola y hay buenas gentes detrás de los orcos. Y Gauchola y los orcos lo saben. Y se aprovechan de eso.

Porque no son dos: son tres. Y precisamente el tercero en juego, lo tercero en juego en esta cuestión es aquello, es aquel que ni a Gauchola ni a los orcos les importa si queda vivo cuando terminen sus fintas. Y más bien les importa que no quede vivo del todo.


- Entonces, ¿cuándo se va a terminar la discusión?

- Al final. Tal vez un poco antes del final.

- ¿Y cuándo es el final?

- Eso no lo sabe Gauchola, le garanto, ni el que lo inventó. Ni los orcos. Ni yo. Ni los ángeles.

- ¿Y quién va a ganar?

- Eso yo lo sé. Y a esta altura cualquiera que quiera lo sabe. Y hasta los que no quieren lo saben o lo pueden saber. Porque es un misterio y no es un misterio.

- ¿Y si esto va para tan largo, mientras tanto qué hacemos?

- Ah, ¿ve?, ésa sí que es una buena pregunta. Ahí es donde uno empieza a hablar de política en serio. Y a hablar en serio de cualquier cosa.

viernes, 23 de mayo de 2008

Wilde

I can resist everything but temptation.

De un tal T. Di Tella

Días atrás, y a propósito de Gauchola y Cervecina, un atento lector me convidó un hallazgo, que a su vez había hecho un amigo común. Es un texto de Torcuato Di Tella hijo (el trabajo se llama "Perspectivas futuras del sistema partidario argentino", y está en un libro compartido, "La política en discusión", que editó Flacso en 2002.

Para gobernar esta sociedad salvaje, mala, como todas las existentes, se necesita hacerlo con los grupos corporativos. A esta mala palabra hay que entenderla. Porque ¿qué son los grupos corporativos? Son los empresarios, grandes, medianos, rurales, industriales, nacionales o extranjeros, financistas o no; y también las organizaciones populares que son básicamente los sindicatos y otros organismos cercanos a los sindicatos, como pueden ser organizaciones de habitantes de localidades, más bien tipo villa miseria u otros grupos de tipo organización popular de base, que son también considerados grupos corporativos, o sea, que expresan intereses colectivos de gente que tiene una organización especial y una capacidad de financiarse. Éste es el revés de la trama de la democracia. La democracia no es lo que pretende ser. La democracia no es un hombre o una mujer un voto. La democracia es más bien una corporación un voto. El sistema democrático donde existe realmente, donde funciona mejor, en realidad es en un sistema corporativo. El sistema corporativo a los sectores de la burguesía que son una minoría, les da una equiparación de voto a los sectores populares. Esta es la teoría corporativa, que el fascismo en teoría habría aplicado, aunque de hecho era una dictadura simplemente. Según los teóricos corporativistas, en el sistema de los partidos políticos no hay una verdadera representación orgánica, la gente no conoce de qué está hablando, los partidos políticos son grupos competitivos demagógicos, mejor que eso es la organización por grupos de interés. En estos grupos de interés cada uno de ellos tiene una representación en un parlamento que representa esos intereses, proporcionalmente no al número de su miembros sino a su peso, representación cualitativa como se dice a veces. Teoría corporativa que no sólo fue expresada por el pensamiento fascista sino que viene de mucho antes, del pensamiento católico tradicional e incluso es una variante del pensamiento liberal y hasta progresista. (...) Yo no estoy proponiendo eso, pero lo que estoy diciendo es que las democracias donde funcionan, funcionan porque de hecho son corporativas.
Ni por separado ni juntos, ninguno de nosotros tres es responsable de lo mal que escribe Di Tella y de lo ignorante que parece respecto de los orígenes y del desarrollo del corporativismo.

La cita vale lo mismo, y más creo, para mostrar que el fenómeno del nuevo corporativismo no es una iluminación que este servidor haya hecho en el campo sociopolítico. Parece ser una evidencia, como el Obelisco: imposible no verlo.

Es claro también que la descripción, la definición y valoración de este nuevo corporativismo es diferente.

Pero es oportuna, sin embargo, porque es otra ventana a cuestiones que vengo diciendo y que no solamente se relacionan con el sentido y papel del estado y la dirección que toma la sociedad. Porque, por si no lo hubiera dicho o no fuera evidente a esta altura, no miro estas cuestiones solamente con la vista puesta en la sociedad o el estado.

jueves, 22 de mayo de 2008

Noticias de Cicerón

No lo sé bien. Pero estoy casi seguro de que entre los condescendientes lectores de esta bitácora no hay políticos-políticos, usted me entiende. No políticos como usted y yo y aquel y éste de más acá, que no somos políticos en ese sentido (y no sé bien en cuál sí somos políticos...)

Políticos-políticos, quiero decir. Y no, no lo creo. No tendrían mucho tiempo, imagino, para leer estas zarandajas. Ni ninguna otra cosa, tal vez, por mejor que fuere. Apenas si se ocuparán de encuestas, reportes, informes, expedientes. Estarían ocupados, preocupados, activos y movedizos en medio de la polis y de las cosas de la polis. Infatigables.

No por despreciar, claro, pero me pregunto: ¿puede, debe, quiere, un político-político dedicarse a los estudios y, lo que suena peor aún, a la poesía, digamos, a las artes, a la filosofía, a las ciencias del espíritu? Dedicarse de verdad, no para vestir un discurso o para hacerse el místico...

Porque lo que es cierto es que uno mismo, si bien se fija -que no es ni político ni nada-, apenas asomando el morro al bies en asuntos alrededor de lo político, desde bien alto en la platea, bien lejos de la escena y de la arena (leyendo el diario, si acaso...), ya con sólo eso siente una fatiga y tanta pesadumbre que ni siquiera le quedan ganas no ya de escribir sobre eso que se ve, sino que -supuesto que haya escrito algo al respecto- ni siquiera le dan ganas de ver o volver a leer lo mismo que se acaba de escribir.

Es muy desgastante.

Pero es bien interesante me parece saber por qué: por qué desanima tanto a tantos meter el hocico no en las podredumbres de la 'política de mierda' que diría Borges, en la política bastarda que no merece el nombre, sino en las verdaderas cosas del común, mirarle la cara a los enemigos del común, pensar las cosas del común, hacer algo por las cosas del común. Alguna vez habrá que escribir un poco sobre este asunto.

Por lo pronto, estaba pensando en estas cosas y me acordé -nada se pierde, nada...- de un texto que solía y todavía suelo dar en algunas clases. Y creo que viene muy a cuento, fíjese...

Resulta que una vez, y como abogado que era, Cicerón estaba defendiendo en un juicio rutinario a un maestro y amigo suyo, Aulo Licinio Arquias, griego de nacimiento, hombre de Antioquía. Culto y sabio, parece, y famoso y protegido por hombres notables en su tiempo. Un intelectual, diríamos hoy, al que un tal Gratio había acusado de no poseer la ciudadanía romana, razón por la cual se lo quería desterrar de la ciudad, en virtud de una ley del año 65 a.C. que así lo mandaba. El juicio fue en el año 62 a.C., justo en el momento en que Pompeyo volvía triunfante de Asia a Roma y Cicerón, como político-político que era también, aspiraba a un alto cargo en lo que se venía con la vuelta del Pompeyo glorioso.

Esta pretensión de Cicerón hizo que incluyera, en ese discurso defensista para un juicio sin demasiada importancia, un largo tratado breve de ciencia política, que le venía muy bien además para exhibirse como candidato idóneo para secundar a Pompeyo, por su formación y pericia. Arquias salía de paso beneficiado también porque el argumento era más o menos éste: Yo, Cicerón, soy muy útil para la República porque Aulo Licinio Arquias me enseñó todo lo que sé y que pongo ahora como he puesto siempre al servicio de la gloria y de la grandeza de Roma.

Uno de los puntos principales que desarrolló en su argumentación, y con la excusa de exaltar la importancia de las letras y las artes que había aprendido de Arquias, fue precisamente contar de qué estaba hecha su propia formación política e intelectual, en qué descansaba, con qué fortalecía su espíritu para afrontar las responsabilidades de la república, que tanto tiempo y trabajos le ocupaban.
Me preguntarás, Gratio, ¿por qué este poeta es tan de nuestro gusto? Porque nos suministra con sus obras materia donde se restaure y recree nuestro espíritu de este ruido del foro, y nuestros oídos, aturdidos por el clamoreo, descansen. ¿O es que tú crees que tendríamos material suficiente para hablar diariamente de tanta variedad de asuntos, si no cultivásemos nuestras facultades con la doctrina, o que podría soportar nuestro espíritu tanta tirantez, si no aflojase un poco con ese mismo estudio? En lo que a mí respecta, confieso que me doy a estos estudios. Que se sonrojen otros que de tal suerte se enfrascan en las letras, que no pueden sacar de ellas ninguna utilidad para el prójimo, ni mostrar el fruto de sus privados entretenimientos. Pero yo, ¿por qué me he de avergonzar, oh jueces, si hace ya tantos años que haberme dedicado a ello jamás me apartó del peligro o ventaja de nadie, ni me retrajeron los pasatiempos, ni me retardó el sueño necesario?

¿Quién, pues, podrá reprenderme, o quién con justicia enojarse conmigo, si el tiempo que se concede a otros para el desempeño de sus negocios, para la celebración de las fiestas con ocasión de los juegos, para el goce de otros pasatiempos y hasta para el descanso del espíritu y cuerpo, ese tiempo, digo, que otros emplean en prolongados festines, en el tablero, en la pelota, me lo tomo yo para repasar estos estudios?

Y con tanta mayor razón se me ha de dispensar en esto, por cuanto con tales estudios se acrecienta el poder de mi palabra, el cual sea grande o pequeño, nunca faltó a mis amigos en sus peligros. Y si esta elocuencia pareciere a alguien cosa baladí, en cambio yo bien me sé de qué fuente saco otras cosas de grandísima importancia.

Pues, si ya desde mi juventud, y a fuerza de ahondar en las máximas de los filósofos y de estudiar en los poetas e historiadores, no hubiese sacado la persuasión de que nada hay tan digno de desear como la gloria y el honor, y que para conseguirlo se han de tener en poco todos los tormentos del cuerpo, todos los peligros de la muerte y del destierro, nunca me habría expuesto por vuestro bien a tantas y tan grandes luchas y a esos combates diarios de la gente perdida.

Y ciertamente llenos están todos los libros, llenas las máximas de los sabios, llena está la antigüedad de ejemplos, los cuales quedarían todos envueltos en tinieblas, si no los alumbraran la luz de las letras. ¡Cuántos ejemplos de varones fortísimos, no sólo para deleitarnos con su vista sino para imitación, nos dejaron consignados los autores griegos y latinos! Y estos ejemplos me los ponía yo delante en la administración de la república y procuraba reproducir en mi interior las virtudes de aquellos varones eximios al evocar sus recuerdos.
Digan lo que quieran de don Marco Tulio, que en algunas cosillas de la política-política no fue del todo ejemplar, pero está diciendo aquí una cosa que él mismo hizo. No está diciendo simplemente algo que lo deja bien parado, no es un mero discurso oportunista y de circunstancias. Es verdad. Era un hombre sabio, un estudioso aplicado, que nunca entendió que fueran incompatibles los estudios y las artes con la política-política, o que esas aplicaciones del espíritu no le sirvieran incluso frente a la 'política de mierda', cuando tuvo que hacerle frente.

Tenía talento para ambas cosas, concedido. Sabía y estudiaba cosas y sabía hacer política-política (y hasta un poco de 'política de mierda' dizque sabía hacer e hizo también, alguna vez...)

Pero lo que lo ha hecho grande en muy buena medida es una cosa que sabía y que es eso mismo que dice haber hecho y que efectivamente hizo: la mejor política-política se hace sabiendo y sabiendo saber.

martes, 20 de mayo de 2008

¿Gauchola y Cervecina se casan?

Un poco tendrán que laborar los que quieran saber algo más acerca de estas cuestiones que apunté en las dos entradas anteriores.

(Los que no quieran saber nada de estos embrollos, pasen de largo y esperen mejores vientos.)

Esto que sigue ahora es una apenas ventana al asunto, nada más. Sólo estoy en condiciones de dar una indicación más o menos general. Con todo, creo que, con un poco de denuedo, hay materiales de sobra para pasar una temporada aciaga leyendo cosas que son tan interesantes como insufribles.

Veamos.

Por una parte, está el mundo.

Para salir a dar una vuelta y ver qué hay por allí, por ejemplo, se puede comenzar por la página principal del Global Reporting Initiative. Habrá que prestar atención a quiénes son, cuál es la red de contactos, cuáles son sus Current Priorities, lo que dicen sobre los Community Impacts. Los indicadores de sustentabilidad o sostenibilidad son una de las claves centrales de todo el edificio, qué se tiene que tener en cuenta para hacer pasar toda cosa por el colador del reporte y ver si es o no sostenible.

Ya que uno se está informando, importará también fijarse en la alianza de este bastante difundido GRI (ya llegó a la Argentina...) con el UN Global Compact, porque las Naciones Unidas son socios estratégicos de esta iniciativa global. Como corresponde y según se ve, el asunto tiene su Decálogo, todos puntos que son parte destacada del nuevo paradigma. Hay que saber también en este caso quiénes son los miembros del directorio, porque se repiten algunos nombres que mezclan empresa, organismos internacionales, organizaciones sociales globales. También conviene saber cuáles son las prioridades actuales de la fundación que sostiene la movida, porque allí aparece un resumen de algunos de los pilares de la acción, lo que permite entender mejor la dirección que se busca.

Por otra parte, están América y la Argentina. De este lado del mundo hay bastante entusiasmo más o menos subterráneo -cada vez menos... subterráneo- por estas cuestiones, aunque, como dije, ya se ha logrado una jerga que es como el aire: sin él, casi no se puede respirar política, sociológicamente hablando. Pero no solamente hay una jerga. Hay avances. Todo a lo largo del subcontinente -como se dice con petulancia- se ha encendido una fe, ha estallado una especie de movimiento espiritual que busca ser sinfónico, aprovechando por ejemplo los variados socialismos -para nada homogéneos en la teoría y en las prácticas- que se han sentado en casi todos los sillones de los países sureños. Sin embargo, cada vez menos depende todo del poder político tal y como se lo venía entendiendo y ejerciendo.

Se dice que la ocasión regional -que acompaña la ocasión global- es el oscurecimiento neoliberal. Yo no lo creo más que como argumento de conveniencia o como circunstancia inmediata.

Lo cierto es que eso además obliga a pensar y ejecutar propuestas diferentes y diferenciadas. Cómo vivir sin el fantasma del neoliberalismo. Sin embargo, como hay ocasión de ver con sólo leer los diarios, unas son las voces del discurso y otras las acciones que efectivamente se llevan a la práctica. Es verdad que en los discursos las palabras pregonan una nueva dirección, todo un nuevo estatuto. Y en los hechos, algunos lo hacen. O tratan. O dicen que tratan. O hacen que lo hacen.

Para ver todo el asunto con algo más de detalle, hay que tomarse el trabajo de buscar a tontas y a locas algunas palabrejas claves que ya mencioné y otras que no.

Con el buscador al que se sea más afecto el sufrido buscante, hay que ir por detrás de “desarrollo sustentable”, “desarrollo sostenible”, y tal vez particularmente desarrollo endógeno.

Si se vaga y se navega, todo a la vez, se pueden obviar –todos estamos muy ocupados- las referencias específicas a cuestiones ambientales, o temas como agronomía, química o geografía, por ejemplo. No tanto, sin embargo, porque en los terribles trabajos que aparecen al respecto siempre hay algo que ayuda a completar el cuadro teórico, incluso aplicado a disciplinas y actividades habitualmente sin demasiado roce sociológico. Pasa, es verdad también, que casi no hay disciplina hoy día que no tenga algo de barro sociológico en sus zapatos....

Pero no hay que desanimarse, se encuentra fácil lo que se busca porque desde hace bastante tiempo, por lo pronto en nuestro país, hay mucho escrito sobre el asunto, como bastante en países como Venezuela, donde ya es pomposa política de estado, en teoría al menos. También en Europa y en Estados Unidos desde hace mucho, por supuesto ya con algunos gurúes, aunque allí parece tener una más fuerte impronta económica, de lo que es apenas un ejemplo un texto de un clásico, como éste:
El desarrollo endógeno es una interpretación para la acción, cuando la sociedad civil es capaz de dar una respuesta a los retos que produce el aumento de la competencia en los mercados, mediante la política de desarrollo local. El desarrollo de formas alternativas de gobernación económica, a través de las organizaciones intermediarias y de la creación de las asociaciones y redes públicas y privadas, permite a las ciudades y regiones incidir sobre los procesos que determinan la acumulación de capital y, de esta forma, optimizar sus ventajas competitivas y favorecer el desarrollo económico.

Mientras tanto en América y la Argentina, territorios menos ahitos y más revoltosos, se entrevera más estrechamente con sociopolítica y hasta con el papel del académico y del universitario en estas materias, como líder de una nueva sociedad del conocimiento y la información, en desventaja respecto del norteño mundo potente.

Un texto más o menos típico de esto último en las pampas podría ser éste:

El espacio vacante que está surgiendo actualmente por la crisis del modelo neoliberal puede ser aprovechado para crear alternativas teóricas e instrumentales que permitan una nueva praxis acorde a la "intencionalidad colectiva" de favorecer procesos de cambio social en territorios concretos. La universidad participa inevitablemente en la formación de conciencia y esta no es solo producto de acciones académicas, la práctica social de sus actores también tiene un sentido pedagógico.

(El texto es sic...)

Los cruces y tensiones entre desarrollo global, globalidad, sustentabilidad y desarrollo endógeno, conforman una de las líneas dialécticas principales. Una, nada más, no la única. Hay mucha teoría y jerga en estos planteos. El tramado de fondo, de todos modos, es el que también se ve con facilidad: palabras como solidaridad, participación, ciudadanía participativa, por ejemplo, suponen una nueva teoría social, que no está esbozada sino expresada llanamente en la mayoría de los trabajos axiales. Hay bastante bibliografía por todas partes, así que nadie dirá que se quedó sin comer...

Entonces.

Cuando se ha llegado a este punto (supuesto que se ha llegado, claro), uno bien podría preguntarse cómo se casa el cacareado desarrollo endógeno con asuntos como la Iniciativa Global Reporting y su asociación con UNGC. Nada más justo que a un quidam honesto se le haya despertado semejante inquietud.

Creo que, por lo menos, hay que verlo como niveles, grados, ámbitos. No necesariamente como oposiciones contradictorias. Así visto, y diciéndolo rápidamente, en los hechos lo de América y la Argentina resulta una aplicación, precisamente endógena, que busca adecuar algunas de las nuevas líneas generales del concepto actual de desarrollo a la realidad regional y local, en beneficio propio y con aditamentos ideológicos peculiares (algunos de los cuales están en el origen teórico), todo ello nutrido con elementos de análisis regionales y locales. Aparte el hecho de la desconfianza y tirria ambivalente que el sur le tiene al norte, América a Europa, el mundo subdesarrollado al desarrollado y oposiciones usuales de ese tipo. Está claro: no es lo mismo un cantón suizo que una comarca patagónica. Venezuela, respecto de Venecia, sólo tiene rastros -algo despectivos- apenas en el nombre.

Una cuestión de recursos materiales, de cuotas y calidad de poder y de hábitos y posibilidades de trabajo, hacen que las cosas sean distintas en el norte que en el sur, de un lado u otro del Atlántico. Pero hay detrás de todo esto asuntos de fondo más serios, me parece, que no salen a la luz ni con unas copas de más...

Sin embargo, y aun cuando pudiera y tal vez debería discutirse si están diciendo exactamente lo mismo, creo que no hay duda de que todas las corrientes hablan un lenguaje común, fundado en supuestos comunes, apuntando en una dirección similar, determinando los mismos puntos críticos. Y tal vez en eso se nota que hay más que dos.

Pero al menos si se toman estas dos líneas, y no porque sean las únicas sino porque son dos ejemplos reales y consistentes de lo que estaba diciendo en las dos entradas anteriores y que ya he mencionado varias veces aquí, se puede concluir con cierta seguridad en que ambas líneas tienen y profesan un sentido y un talante fundacional.

Ambas, parece, se enfrentan a la pregunta acerca del mundo que viene y que ya empezó.

Las respuestas, las propuestas, mirando todo con más atención, son todavía algo desmañadas, no importa cuánta plata se haya gastado en estudios, reuniones, viajes, reportes, organización. Todo está in fieri. Deviene todavía, no ha fraguado del todo, no termina de consolidarse, aunque empeñan esfuerzos enormes por hacerlo. O parece que es así. Y tal vez, solamente parezca.

Con todo y todavía, el cuadro que parecería tener uno ante los ojos es como el de un choque fenomenal de placas tectónicas.

¿Qué es lo que está chocando? ¿Qué representa cada placa en aparentemente furiosa confrontación? ¿Es exactamente eso lo que está pasando: dos modelos en pugna feroz -dos y solamente dos-, dos visiones de futuro, de pasado y de presente, viendo a quién le tocará gobernar el mundo? ¿Dos?

Creo que para ver cómo se las arregla uno para contestar esas preguntas, desdichadamente tendría que pasar a otra entrada, que no es ésta. Sí: otra más.



Y alguno que otro se preguntará ya molesto asaz y harto y fastidioso, qué se me dio por estas cosas, ahora.

Qué falta hace, habiendo tanto asunto.


Claro.

sábado, 17 de mayo de 2008

Cervecina

Allá en el bolichito sureño, al lado mismo del Gauchola, está la Cervecina.

Y esto permite agregarle un aspa al molino.

Pero vayamos por partes.

Esta publicidad de Palermo Estrasburgo -la cerveza de calidad-, es de 1945, según me puse a averiguar después. Es nítido que invita a que con ella el pueblo -y no sólo la yunta gaucha orlada de colores patrios- quiera Brindar por la Patria.

Muy bien.

Aquella Cervecería Palermo hacía cerveza argentina, desde fines del siglo XIX y tenía su casa en los Altos de Palermo -y está bien, porque es el punto más alto de la zona, dicen-: Av. Santa Fe 3253. Es marca de cerveza vieja en el país, pero en 1912 la compró la Casa Bemberg, en plena expansión. No quiero aburrir con detalles hodiernos sobre Quilmes, los brasileños y los belgas y otras cebadas y lúpulos. El caso es que, finalmente, hace pocos unos años -y miren lo que son las cosas- dicen que Bemberg cobró unos 1.200 millones de dólares en efectivo por sus más de cien años de negocios de birra y se zambulló en otras inversiones; entre ellas, asuntos de petróleo y cosas de minería en la Patagonia.

Aquel aviso es del '45, se entiende. Hoy por hoy, por pesos 10 se consigue una reproducción más o menos discreta, como la que cuelga allí, enmarcada.

Y se me va la cabeza al tiempo presente, mire usted. Y eso porque no puedo sacarme de la cabeza lo que vi en estos días más de cerca.

Allí está el mozo sonriente y enfiestado, gala de pañuelo, el sombrero echao pa' trás, querendón en el abrazo discreto. Y allí la moza, bonita ella, criollita, digna, apenas un poco más baja que él, lo suficiente, tal vez un poco citadina en el arreglo y en los rasgos como para ser una chinita comm'il faut... El predominio de los colores no deja que uno se equivoque: argentino cento per cento el mensaje y su correspondiente metamensaje, patrio... Una buena pieza, diría, tal vez un poco brutal en la apelación, aunque eficaz.

Pero, claro, repito: es 1945.

Insisto también en que miraba el cuadrito, contaminado yo por las circunstancias.

Entonces.

Tuve que pensar en el estado. O en el Estado, si prefieren. Y en la nación-Nación. Y en el pueblo-Pueblo. Y en el gobierno-Gobierno. Y en la sociedad-Sociedad. Y en la organización de la sociedad y en sus instituciones y en las formas de representación. Un tumulto de cosas.

Estaba viendo a la vez cómo aquel experimento social, que dije haber estado viendo en estos días, se desenvuelve con cierto vértigo, y cómo va construyendo nuevos espacios que son instituciones nuevas, nuevas formas de concebir el estado-Estado, nuevas maneras de 'articulación con la sociedad civil', nuevas formas participativas.

Atado por un hilo fino al 'reclame' gráfico, pienso mirándolo que pertenece a otra época, a otro universo. Tiene otras referencias, es aire de otros vientos, es hijo de otro clima social y político. Y que es más antiguo que del '45.

Pero ya venía pensando -antes de verlo- en que una de las sustituciones más fenomenales en las arenas políticas y sociales es la de las formas de representación sociales y políticas. Para decirlo más clara y precisamente, mal que le pese a algunos, hay una especie de nueva forma de corporativismo, sobre bases completamente nuevas y distintas.

Un progresista, un militante de izquierda, tal vez un poco básico -no uno como esos ilustrados, peritos y sofisticados críticos- debería poner a esta altura el grito en el cielo. Tal vez por básico, tal vez porque 'corporación' o 'corporativismo' son palabras -y lo que para él sería casi lo mismo: cosas- fascistas, de otro palo. Mala suerte, muchacho, mala suerte. Hágame un lugarcito que le explico lo que me parece que viene pasando.

El concepto de democracia viene mutando desde hace bastante tiempo. No hagamos mucho rollo con las causas y las raíces de la mutación, por ahora. Digo simplemente que está en un proceso (linda palabra...)

Y vayamos a una fenomenal simplificación que quiere ser apenas indicativa, no exhaustiva.

Resulta que los espacios de poder público -de poder a secas, pero especialmente los espacios de poder público- se volvieron un día escasos. Y algunos se dieron cuenta.

Al correr del modelo social, político y económico, las representaciones sociales y políticas quedaron embretadas en instituciones económicas o financieras (nacidas por, de o para las actividades económicas y financieras) y en partidos políticos. Algo de la naturaleza misma del poder hizo que, en el marco mismo de la democracia tal y como se la concebía y practicaba, se fueran aglutinando, agregando y congregando, los que tenían poder o los que podían tenerlo. Ya fuera que lo tuvieran porque tenían dinero -que como todo el mundo sabe, entre otras cosas, finalmente da poder-, ya fuera porque tenían permiso exclusivo para tener poder.

Megaempresas, conglomerados productivos o financieros, partidos mayoritarios o internacionales políticas, acumularon todo el poder que pudieron y casi todo el que había disponible. Insisto: ya fuere como característica propia o como deformación de esas características, es algo que está en la naturaleza misma de poder.

Y lo que quedó fue la empresa y los partidos políticos. El dinero y la ley, dicho ligeramente.

La utopía, mientras tanto, esperaba, gruñía, gemía y, queriendo o sin querer, velaba sus armas.

Sentía y sintió -y todavía un poco siente- que había un fraude en algún lado. Y si hay un fraude, hay una consecuente frustración. Mundo de iguales, mundo sin tiranos, mundo sin pobrezas ni hambres, mundo sin misterios ni iniciaciones, mundo sin exclusiones ni ignorantes. Una sociedad utópica. Sí, muy bonito. Pero, ¿cómo? La utopía moderna estaba que trinaba. Porque la revolución democrática, al final de cuentas, generó espacios claustros y opresiones; al fin de cuentas borró límites pero trazó fronteras al interior de la propia sociedad, creó libertades pero se atribuyó la facultad de extender los salvoconductos, abrió las compuertas y generó un sistema cerrado. Como todo el mundo sabe, todo sistema tiende o aspira a ser estable. Lo que pasa es que esa estabilidad empezó a parecer rudimentaria y un poco brutal. Al fin de cuentas, nada que tuviera valor o posibilidades de existencia quedaba afuera de la empresa, cada vez más grande y prepotente, claro; y del sistema de partidos, de los mismos partidos siempre, claro.

Sigamos simplificando un rato más.

Hace ya bastante tiempo, por ejemplo, que el liberalismo, y su subproducto capitalista, creyó entender que aplicaba sus postulados con obsesión nada más que al ámbito económico y que había más libertades que la de comercio. Se puso entonces a la tarea de retocar sus prácticas y hasta sus postulados. Lo hiciera porque le dio remordimiento cuando vio que el mundo se estaba volviendo un poco irritante, o porque alguien se lo sopló al oído y entonces 'vio la luz y creyó', tando da. Al menos puso cara de que entendía que el ámbito de las riquezas había o podía haber una cosa -que además ahorraba impuestos- que se llamaba responsabilidad social y entonces se hizo apóstol poderoso de un compromiso con el planeta, la humanidad, la sociedad, la pobreza, la educación. Filfas, creo. Pero no importa: igual se puso a hacer los deberes con entusiasmo de culpable o de converso y a difundirlo en iguales términos. Y lo que es más contundente: a pagarlo y a pagarle a los que lo predican y a pagarle a los que se lo predican.

Las izquierdas, a su vez, un día parecieron hacerse cargo de las mieles del bienestar y perdieron al menos la austeridad militante y la carga de conciencia por comprarse un Toyota, alojarse en un Kempinsky o ir a la ópera. No sólo eso. En términos generales, advirtieron que les costaba horrores convencer a las gentes de a pie de que militen incontinentes, que participen, que se muevan y se indignen las 24 horas de los siete días de la semana de todo el mes de cada año. Pero, y a la vez, desde el comienzo -no importa la precisión de cuándo fue el comienzo-, amparados por la ceguera conservadora y liberal, se quedaron con los suburbios de las cosas que contaban para los que tenían las riquezas y el poder. No que no quisieran también imponer sus cooperativas y sus propiedades participativas y sociales, no que no quisieran unas bancas o unos sillones y sus bastones de mando. Lo que pasó fue que no los conseguían. Y si los conseguían, no los conservaban. Y si los llegaban a conservar por un tiempo, se volvían antirrevolucionarios y reaccionarios y burgueses. Hasta que les fue claro que había finalmente un sistema económico que había generado un sistema político para su uso conveniente y un sistema político que funcionaba de maravillas obteniendo recursos deliciosos del capitalismo, tanto como de cualquier otro lado. La desgracia para las izquierdas y progresismos fue que tuvieron que ponerse a explicar que esa democracia no era democracia y cosas así y quedaba bastante feo.

Entonces, un día, todo empezó a moverse. Y entonces las líneas empezaron a cruzarse.

Lo estoy poniendo en términos caricaturescos, cuando sé que el asunto fue bastante más complejo. Pero no vale la pena hacer ahora la historia en pormenor, si estoy trazando apenas un bosquejo.

Entonces.

Así fue que apareció un día la noción de sociedad civil, la noción de organizaciones no gubernamentales, y después -porque el negativo resulta irritante- organizaciones de la sociedad civil. Y llegó la práctica machacona de predicar nuevas representaciones, a los empujones, a los pechazos. Y predicar nuevos valores democráticos que estaban mejor representados en esas prácticas asociativas de la sociedad civil.

No se hizo sin teorías, claro, que sustentaran la movida. Después de todo, durante años, entre los suburbios desatendidos de las cosas que contaban para los que tenían riquezas y poder político, estaban precisamente los pensaderos, las universidades, los centros de estudios, las publicaciones, la sinapsis social, las redes, las articulaciones. Tal vez, para cuando esas riquezas y ese poder, dicho caricaturesca y brutalmente, empezaron a darse cuenta o a pensar de otro modo, fue tarde.

Ya dije alguna vez que no entiendo del todo el lamento maricón y plañidero de los hijos ya sesentones del mayo del '68 francés, que viven lloriqueando porque dicen que perdieron... Y esto que estoy viendo ahora, me confirma en mi idea.

Ellos se quedaron con la producción de conocimiento, se quedaron con el lenguaje que se usa en la producción del conocimiento, se quedaron con los paradigmas y con la posibilidad de construir los paradigmas relevantes y prestigiosos y con el talante. Y ahora los que gobiernan y los que producen riquezas recurren a esos paradigmas y a ese lenguaje y a ese talante. Y se sirven de ellos o se ven obligados a usarlos. Y el conocimiento relevante en el nuevo diseño social es el que la mayoría de aquellos plañideros perdidosos vociferaban despatarradamente entonces de modo liviano y utópico, casi sin saber.

Aquellas izquierdas y progresismos ya no necesitan ganar elecciones para gobernar, ni armar cooperativas a la Juan B. Justo para generar y repartir riquezas. El diseño político, social, económico, es nuevo.

Y este nuevo diseño social y político y económico tiene mucho de un nuevo corporativismo que parece haber entendido que hay que construir un nuevo espacio público, un nuevo espacio piramidal de representaciones, acaso un nuevo estado-Estado, desarticulando no solamente el estado liberal (o el neoliberal, como gustan saborear ahora...), sino desarticulando el estado-Estado en cuanto tal, para así poder generar un nuevo espacio que llaman de participación social, una nueva construcción de ciudadanía social paricipativa.

En realidad, un nuevo poder. Y, como pienso, una nueva instancia corporativa, ya no fundada en representaciones de grupos naturales de interés o actividades, de competencias. Sino con nuevas representaciones sociales fundadas en nuevos paradigmas, bajo el esquema básico de que sin esas míríadas de representaciones de minorías reales algunas, inventadas muchas otras, no hay legitimidad.

Un sistema ingenioso de burlar lo que la democracia eleccionista les niega a los que no se acoplan y lo que la empresa y el capital no permitirá jamás por las buenas.

Pero hay algo más, que es la otra cara de lo mismo.

El diseño tiene en la palabreja sustentable o sostenible un eje central.

¿Qué quiere decir sustentable-sostenible?

Para una mirada corta y ligera se trata de condiciones más bien económicas o financieras. Pero si alguna vez fue eso -cosa que no es clara y yo dudo- hoy no lo es. Tal vez hubo una vez en la que si algo no tenía una fuente cierta o sólida de financiamiento, en la gestión estatal o en la empresa privada, eso hacía eo ipso que un proyecto no fuera sustentable o sostenible. Lo mismo para el caso de que un proyecto no produjera beneficios: "no es viable", se decía (y todavía se dice), con lo cual pasaba al 'archivo'.

Pero no es así. Las palabrejas están cargadas en realidad con notas que, aunque en principio lo incluyan, finalmente no tienen que ver con lo económico o financiero.

El mejor ejemplo es el diseño mismo. Si acaso un plan de desarrollo social -incluso un plan de desarrollo económico- por ejemplo no fuera participativo, según los cánones de lo que en esa jerga significa la participación, entonces ese plan no es sustentable.

Sustentable 2.0, diríamos. Sustentable de segunda generación.

No es solamente que hay que tener recursos, no es solamente que tiene que asegurarse la financiación. Para que algo sea canónicamente sustentable tiene que asegurar una gestión política y cultural determinada, tiene que fundarse en ciertos presupuestos, porque principalmente cuando un emprendimiento social no contempla o ejerce ciertos valores sociales es cuando se vuelve verdaderamente no sustentable.

No importa qué contenga el plan. Desarrollo económico productivo, obras de infraestructura, gestión política, legislación, educación, recursos naturales, ambiente, cultura. Cualquiera y toda cosa, porque desarrollo no significa más calles asfaltadas o más trabajo o más riqueza.

Y eso se traslada a la gestión misma de cualquier acción política y social. De allí que lo participativo desborde el ámbito estatal, haga que el poder político quede cercado por un nuevo diseño de la sociedad civil, desnaturalizándose así no solamente la sociedad, sino la existencia, la naturaleza y el poder del estado-Estado, cambiando los paradigmas de representación y las condiciones del gobierno.

Pero, si esos paradigmas tienen una dirección determinada, un sentido determinado, quien tiene el poder es quien dicta los tópicos que se ponen en juego en ese nuevo discurso político y social y quien tiene el dominio sobre el lenguaje y la jerga; quien tiene el poder es quien determina qué es admisible o no, qué es sustentable o no y bajo qué condiciones.


Miro ahora de nuevo a la yunta gaucha, al mozo y a la muchacha.

Se parecen mucho a muchos hombres y mujeres que he visto en estos días. Y no se parecen en nada a otros hombres y mujeres que he visto en estos días.

Y es tanta la diferencia entre unos y otros, que da pena, que indigna.


Ya diré por qué. Porque todavía me queda una cosa más, que ya vendrá.