viernes, 23 de mayo de 2008

De un tal T. Di Tella

Días atrás, y a propósito de Gauchola y Cervecina, un atento lector me convidó un hallazgo, que a su vez había hecho un amigo común. Es un texto de Torcuato Di Tella hijo (el trabajo se llama "Perspectivas futuras del sistema partidario argentino", y está en un libro compartido, "La política en discusión", que editó Flacso en 2002.

Para gobernar esta sociedad salvaje, mala, como todas las existentes, se necesita hacerlo con los grupos corporativos. A esta mala palabra hay que entenderla. Porque ¿qué son los grupos corporativos? Son los empresarios, grandes, medianos, rurales, industriales, nacionales o extranjeros, financistas o no; y también las organizaciones populares que son básicamente los sindicatos y otros organismos cercanos a los sindicatos, como pueden ser organizaciones de habitantes de localidades, más bien tipo villa miseria u otros grupos de tipo organización popular de base, que son también considerados grupos corporativos, o sea, que expresan intereses colectivos de gente que tiene una organización especial y una capacidad de financiarse. Éste es el revés de la trama de la democracia. La democracia no es lo que pretende ser. La democracia no es un hombre o una mujer un voto. La democracia es más bien una corporación un voto. El sistema democrático donde existe realmente, donde funciona mejor, en realidad es en un sistema corporativo. El sistema corporativo a los sectores de la burguesía que son una minoría, les da una equiparación de voto a los sectores populares. Esta es la teoría corporativa, que el fascismo en teoría habría aplicado, aunque de hecho era una dictadura simplemente. Según los teóricos corporativistas, en el sistema de los partidos políticos no hay una verdadera representación orgánica, la gente no conoce de qué está hablando, los partidos políticos son grupos competitivos demagógicos, mejor que eso es la organización por grupos de interés. En estos grupos de interés cada uno de ellos tiene una representación en un parlamento que representa esos intereses, proporcionalmente no al número de su miembros sino a su peso, representación cualitativa como se dice a veces. Teoría corporativa que no sólo fue expresada por el pensamiento fascista sino que viene de mucho antes, del pensamiento católico tradicional e incluso es una variante del pensamiento liberal y hasta progresista. (...) Yo no estoy proponiendo eso, pero lo que estoy diciendo es que las democracias donde funcionan, funcionan porque de hecho son corporativas.
Ni por separado ni juntos, ninguno de nosotros tres es responsable de lo mal que escribe Di Tella y de lo ignorante que parece respecto de los orígenes y del desarrollo del corporativismo.

La cita vale lo mismo, y más creo, para mostrar que el fenómeno del nuevo corporativismo no es una iluminación que este servidor haya hecho en el campo sociopolítico. Parece ser una evidencia, como el Obelisco: imposible no verlo.

Es claro también que la descripción, la definición y valoración de este nuevo corporativismo es diferente.

Pero es oportuna, sin embargo, porque es otra ventana a cuestiones que vengo diciendo y que no solamente se relacionan con el sentido y papel del estado y la dirección que toma la sociedad. Porque, por si no lo hubiera dicho o no fuera evidente a esta altura, no miro estas cuestiones solamente con la vista puesta en la sociedad o el estado.