miércoles, 13 de mayo de 2009

Hay un murmullo en el mundo



Hay un murmullo en el mundo
que no nos deja dormir.
Es tan arrullo del aire
que apenas se hace sentir.
Y vaga en nieblas de nada,
colmillo de hincar y herir
sin sangre. Grito en silencio
que aturde y va por ahí;
humo de sombras que bailan
y reverberan. Matiz
que oscurece lo que es claro
y a lo negro hace lucir.

Hay un murmullo en el mundo
que ronda en la tarde gris,
melancólico y sonriente
como si fuera feliz.
Llena de flores las ramas:
lavanda, azahares, jazmín;
y verdea hojas que aroman.
Pero seca la raíz.

Hay un murmullo en el mundo
que me quita lo que di
y mata lo que está vivo
y da confín al sin fin.

Hay un murmullo en el mundo
que no nos deja vivir
y apaga el canto del ave
que querríamos asir;
lo vuelve en acres chirridos
hasta hacerlo un ruido ruin;
y hasta el polvo vuelve amargo;
y, tenebroso al urdir,
hace mentiras de todo
lo que se pueda decir.

Hay un murmullo en el mundo
que destila un zumo vil
trapichado en las memorias
que sólo saben plañir,
y que gime con falsía
como si fuera a sufrir;
un jugo falso de anhelos
que escancian un elixir
que embriaga días y noches
con una risa infeliz.

Hay un murmullo en el mundo
que nos envuelve en su ardid
y se complace sangrando
heridas como al desliz,
dudas, rencores, agobios
o cualquiera cicatriz
o fantasmas que laceran
y otras tantas penas mil.

Hay un murmullo en el mundo
que nos quiere ver morir.
Rumor de tantos acentos,
delicia cruel y sutil
que canta, con voz que encanta,
lánguidas coplas de esplín.
Quejumbre vaga, insidiosa,
fría y opaca y reptil.

Hay un murmullo en el mundo
que sólo sabe encubrir.
Y no sabe de las cosas
ni las puede bendecir:
el agua, la tierra fértil,
el fuego, el aire gentil.
Voces huecas que desdeña,
y no quiere para sí.
Sólo pronuncia sus nombres,
solemne son baladí.

Hay un murmullo en el mundo
que a veces quiere rugir
y blande su faca inútil
roída por el orín:
mandobles que da al vacío,
argucia vana y hostil;
y aunque no corta desgarra
por su modo de esgrimir:
vaina que rasga hasta el alma
con su susurro esmeril,
que es voz para hacer esclavos
hasta doblar su cerviz.

Hay un murmullo en el mundo
que, solícito y febril,
nos cuece manjares rancios,
prodigios de su magín:
venenos dulces y astutos
que quiere vernos fruir.
Uvas que dan malos vinos
porque son de mala vid,
panes que nunca alimentan
de un insípido festín.

Hay un murmullo en el mundo.


Ya se dejará de oír.